El Flaco no cree que estar conectado sea "estar"; pero eso no impide que le dedique a diario a Facebook más tiempo del que pensaba. El Flaco no cree haber modificado sus vínculos familiares o sociales; pero, en los hechos, su PC lo conecta al mundo virtual al tiempo que lo aísla del real por 71 minutos al día. El Flaco es consciente de que su privacidad puede estar en riesgo; pero no por eso deja de jugar al farmville, consultar su destino al "Pulpo Paul" o usar cualquiera de las innumerables aplicaciones que le avisan que accederán a su información personal, la misma que él ingresó a su página. El Flaco es un prototipo del usuario de una red social electrónica.
El 78% de los usuarios de estas redes admite que no puede controlar el tiempo que les dedica. Esta es una de las conclusiones principales de una investigación realizada por la Facultad de Comunicación de la Universidad de Montevideo (UM) sobre el uso de estos formatos electrónicos, la primera en su tipo en el país. Este estudio también revela que si bien el 71% siente temor a perder su privacidad, un 76% ya la considera parte de su rutina. ¿Algo más? El promedio de conexión a estas redes es de una hora y once minutos al día. Su utilidad más valorada, señalada por el 78% de los consultados, es intercambiar fotos con su universo de "amigos".
En la investigación participaron cinco estudiantes y la coordinación quedó a cargo de la decana Eileen Hudson y el docente Fernando Salas. Este último destaca los resultados más preocupantes que arrojó el trabajo: la cantidad de jóvenes que no controlan el tiempo que le dedican a Facebook (la red social hegemónica en Uruguay, con 714.060 usuarios a abril de este año), la transformación de los vínculos personales debido a ella y los riesgos que asumen conscientemente a perder su privacidad.
La investigación, realizada entre septiembre y octubre pasados, consistió en una encuesta a 250 usuarios montevideanos de estas redes, de entre 18 y 24 años. De ahí salieron las conclusiones cuantitativas, mensurables. Las otras valoraciones, cualitativas, surgieron de dos grupos de discusión (focus group) entre algunos de estos internautas.
Apelar a esta última modalidad permitió complementar el estudio. Según los responsables, si en una encuesta se contestaba lo "políticamente correcto", en los grupos los participantes podían soltarse más. "En esas reuniones se hablaba (de la necesidad) de sentirse aceptado en estas redes, algo que en la encuesta fue apenas mencionado", dice Francisca Otegui, una de las investigadoras. De hecho, sólo el 4% de los consultados dijo que la búsqueda de aceptación era uno de los motivos para tener una cuenta en Facebook. ¿Otro ejemplo? El 84% afirmaba que el uso de estos programas no afectaba el tiempo compartido con familiares o amigos. Sin embargo, en los focus group saltaba a la luz una realidad distinta.
"Los jóvenes comentan que se pierde relación con padres o hermanos. La habitación -ya no la casa- se transforma en una especie de búnker para pasar el tiempo. Es en estas discusiones donde los participantes se sienten más dispuestos a reconocer que ya no tienen control de su tiempo, que los vínculos familiares se ven resentidos. Eso es algo muy duro de admitir", afirma Salas. Fue en los focus group donde se detectaron algunos síntomas de algo parecido a la adicción o vicio: pasar más de cinco horas diarias conectado, tener el Facebook siempre conectado en la computadora o reconocer que se restan horas de sueño, estudio u otras formas de recreación por estar online.
"Es interesante que este fenómeno sea nuevo y que ya el 76% de los usuarios lo tenga como parte de su rutina", señala Gustavo Gallino, otro investigador. "Las redes sociales ya ingresaron de lleno en la agenda, como si fuera el club o el estudio... y el joven todavía no lo tiene muy controlado", añade. Salas apela al sociólogo polaco Zigmunt Bauman para describir esta nueva realidad: "Él dice que las redes sociales hacen que la distancia no sea un obstáculo para mantener el contacto; pero a la vez el contacto no es un obstáculo para mantener la distancia. El vínculo que establecés con estas redes es muy eficiente: vas al grano, vas a donde querés. Pero no es equivalente al relacionamiento a través de los canales tradicionales".
Lo relativo a la privacidad es el otro elemento que resultó preocupante. No es tanto el desconocimiento del tema. De hecho, sólo el 29% de los usuarios considera que el ingresar fotos, información personal, contactos y demás datos personales no vale ser catalogado como "peligroso". Pero la tentación de pedirle consejo al "Pitufo Gruñón" o una frase a Paulo Coelho parece ser más fuerte. "En los grupos se burlaban de estas aplicaciones, pero vos ves que son muy populares. También hay un grado importante de no saber dónde te estás metiendo", afirma Otegui. "Hay un cierto nivel de conciencia del peligro, pero como ellos reciben una satisfacción y diversión inmediatas a cambio de este servicio, están dispuestos a hacer esa `transacción` y correr el riesgo", complementa el coordinador del estudio.
Encuestas dicen que:
La utilidad de Facebook más valorada por los montevideanos es "compartir fotos" (78%). Le siguen: reencontrar amigos (68%), contactar amigos y familiares (54%), compartir videos (51%) y pasar el rato (48%).
El 78% "siempre" o "a veces" pasa más tiempo del planificado y el 76% lo considera parte de su rutina.
En promedio, un usuario está conectado 71 minutos al día.
El 71% reconoce, en mayor o menor grado, el miedo a perder su privacidad en estas redes.
El 54% raramente modifica sus datos personales en su página. Un 38% lo hace al menos una vez a la semana y un 10% lo cambia a diario.
El 63% está en desacuerdo con la frase "estar conectado es estar".
Usuarios como fumadores
Casi cuatro de cada cinco usuarios de Facebook admite que no puede controlar el tiempo que le destina, algo parecido a reconocer una adicción. Paralelamente, más de seis de cada diez discrepa con la frase "estar conectado es estar". ¿Paradoja? Para el docente Fernando Salas lo que hay es una especie de "esquizofrenia". "Es parecido a la persona que fuma y sabe que no debería. Entonces, está la necesidad de estar conectado y al mismo tiempo percibir elementos problemáticos, como el miedo a perder la privacidad".
En esta investigación, "La transformación de lo cotidiano en los tiempos de las redes electrónicas", se identificaron cinco tipos de usuarios: el "preocupado", temeroso de adónde va la información que comparte; el "despreocupado", que conoce el riesgo pero que no hace nada al respecto; el "despistado", que no tiene idea de los riesgos que existen; el "buscador de aprobación", más común en adolescentes, que construye su autoestima con el intercambio virtual con sus "amigos"; y finalmente el "estratega", que dosifica la información a sabiendas de lo que va a generar en los demás.