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Nueva cura para un mundo tóxico

| Su método "Clean" lo convirtió en una celebridad en Estados Unidos, con estrellas de cine y tevé como pacientes. Su libro es bestseller. Pero, para embarcarse a diseñar su programa "detox", antes debió padecer él mismo de alergias, problemas gastrointestinales y depresión. Alejandro Junger se rebeló ante la idea de tomar fármacos de por vida. Y así nació el éxito.

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MAGDALENA HERRERA

Hace casi 20 años un posgrado lo trasladó a Estados Unidos, y la diáspora se lo llevó quizás para siempre. Lo que no imaginó el cardiólogo uruguayo Alejandro Junger, hoy con 46 años, es que la vida le haría ver su pasión vocacional de forma muy diferente a muchos de sus colegas. No se muestra proclive a recetar fármacos, sino que trata a sus pacientes de forma natural, utilizando como una de sus herramientas su novedoso método detox, un programa de limpieza del organismo en base a una dieta de alimentos, líquidos y otros suplementos que, según el experto, llevó a miles de personas a recuperar su salud y sustituir una farmacia personal por frutas y verduras. "A través de detox se liberaron de su cárcel", afirma desde Nueva York, donde reside.

Pero antes de llegar a elaborar ese tratamiento, Junger debió padecer en carne propia alergias, problemas gastrointestinales y depresión. Eso lo instó a investigar; no se conformaba con tener que tomar siete medicamentos diarios para llevar una vida normal. Llegó hasta la India, para involucrarse aún más con la temática. Y hace un par de años que atiende pacientes de acuerdo a su metodología, cuyos resultados corrieron de boca en boca, acercando más gente, incluso estrellas de cine y tevé como Gwyneth Paltrow, Donna Karan o Martha Stewart. "Un amigo me presentó a Gywneth, quien me quería hacer unas preguntas sobre el detox. Decidió hacer el programa y escribió en su web sobre los resultados. Al otro día, comenzaron a llamarme de todas partes del mundo para entrevistas, consultas y conferencias".

El libro de Alejandro Junger, Clean (limpio, en inglés), es un New York Times bestseller, y ha sido traducido en 10 idiomas. "Estoy feliz porque pronto saldrá en español", cuenta.

HACIA USA. Con veintipocos años, Junger se presentó con éxito al último examen que le otorgaría el título de doctor en Medicina de la Universidad de la República. La noticia ameritaba ir rápidamente hacia la oficina de su padre a compartir la alegría. En el camino, desde la mesa de un café, el doctor Roberto Canessa lo felicitó y le presentó a un médico norteamericano, jefe de cardiología del NYU, uno de los hospitales universitarios más importantes de Estados Unidos. "Confiando en los cuentos de Canessa sobre mi, como estudiante, me invitó a realizar un posgrado. El resto de las circunstancias que me llevaron hasta donde estoy hoy sucedieron de manera similar. No fue mi plan quedarme, simplemente sucedió", dice.

También Canessa fue quien lo inspiró a especializarse en cardiología. "Fue mi mentor. Es uno de los médicos más inteligentes y creativos que conozco. Me enseñó a usar el sentido común en medicina y a comparar el estado del ser humano con el de los animales que viven en su medio natural. Con Canessa aprendí a cuestionar los decretos que tantos entienden como irrefutables. Fue el primer `pensador independiente` que conocí y hasta hoy me guían sus enseñanzas. Entendí que la mejor medida de una buena medicina son los resultados del paciente y aprendí a ser creativo, usando los recursos a mano sin quejarme por no tener tal máquina de diagnóstico, o el último medicamento de moda".

En Nueva York, Junger debió revalidar el título y se dio cuenta que la educación recibida en Uruguay había sido excelente. Casi sin preparación pasó los exámenes con las mejores notas y comenzó su internado y residencia en Medicina Interna.

Pero no todo fue fácil. El cambio de vida que le obligó el mudarse de país primero, y la intensa carrera, le arruinó la salud, confiesa. "Progresivamente me fui enfermando. Mis alergias empeoraron hasta que, para funcionar, necesitaba prednisona. Mi digestión se transformó en una tortura. Pero lo que más me preocupaba era un dolor en el pecho que, de no haber sido casi cardiólogo, hubiese ido a uno. Pero el problema no era el músculo del corazón ni sus arterias, sino otro aspecto del corazón que no se menciona en facultad. La sensación de tener el corazón roto se acompañaba de pensamientos negativos y repetitivos que me quitaban de estar en el presente. Pensé que me estaba volviendo loco, y decidí consultar. Con el título de cardiólogo en 1998, me vinieron otros tres: alergias, colon irritable y depresión. El primero llegó con diploma. Los otros vinieron con siete recetas para medicamentos que, supuestamente, calmarían mis síntomas uno a uno".

La última receta se la prescribió un psiquiatra que le dijo que sufría un desbalance químico. "Mis neuronas no estaban produciendo suficiente serotonina, el neurotransmisor responsable de la sensación de bienestar y felicidad. El Prozac me iba a ayudar porque elevaría esa concentración. Al preguntarle cómo fue que mis células se olvidaron de fabricar sus químicos, me contestó que no se sabía bien, pero que yo no estaba solo, que había una epidemia mundial de depresión".

-¿Qué sintió estar del otro lado del mostrador?

-Esa primera experiencia, en el sistema considerado uno de los mejores del mundo, fue de doble shock. Primero porque no me cerraba tener que tomar siete pastillas para calmar mis síntomas y así poder cumplir con mis obligaciones, ni me convencía el razonamiento para su justificación. Me enfurecía que mis síntomas se agruparan en síndromes que se combinaban en enfermedades y, a su vez, resultaban en pastillas que suprimirían los síntomas. Ninguno de los especialistas, alergista, gastroenterólogo o psiquiatra, me preguntó qué comía, algo que no me llamó la atención, porque yo mismo no había tenido ni una clase sobre alimentación en Facultad. El otro gran shock fue que me di cuenta que esa era la misma forma de medicina que yo practicaba entonces, matando síntomas con la última pastilla. Decidí tomar las riendas y no paré hasta encontrar una explicación que me permitiese entender y hacer algo para recuperar mi salud, que no significara tomar siete fármacos de por vida.

HACIA INDIA. Desesperado por entender y resolver sus síntomas, empezando por su cabeza, Junger leyó cuanto libro encontró, hasta que cayó en sus manos uno sobre meditación "que explicaba como ésta ayudaba a enlentecer, e incluso detener, el disco rayado de pensamientos negativos que se repetían en mi mente", según señala el uruguayo.

Tanto se involucró, que viajó a India donde residió un año en un monasterio. Trabajó como director voluntario de un grupo con médicos de distintos sistemas y escuelas del mundo. "Doctores en medicina china, Ayurvedica, Reiki, quiroprácticos y otros. No sólo aprendí a ver las cosas desde otro punto de vista sino que consulté sobre mis síntomas. Al volver, estaba mucho mejor, más que nada, creo, por la comida vegetariana y preparada con amor. Un año de meditación en India, en mi caso, sólo alcanzó para darme cuenta el grado de disfuncionalidad con el que funcionaba mi mente".

Pero el regreso a Estados Unidos, a formar parte de un equipo de cardiología importante de Palm Springs, California, lo llevó nuevamente a una vida de horas y horas de trabajo y comidas al paso. "Mis síntomas no demoraron en reaparecer", cuenta.

¿Se hubiera dado por vencido? No lo sabe, porque la suerte nuevamente tocó a su puerta. Un amigo, al que diez días antes Junger había visto estresado, hinchado, gris y cansado, lo visitó. "Frente a mí, tenía a otra persona, diez kilos más liviano, rozagante, el blanco de los ojos saltaba a la vista y parecía diez años más joven. Me contó que había estado en un centro holístico, el We Care Spa".

El médico fue inmediatamente y se encontró con gente de todo el mundo que llegaba a seguir el programa diseñado por la argentina Susana Belén. "Todos brillaban. Tanto, que decidí empezar la detoxificación que allí se sigue".

A los diez días sus síntomas habían desaparecido "¡por primera vez en muchos años!", afirma. "Pero lo que aprendí no sólo me permitió resolver mis problemas sino que me cambió radicalmente la forma de entender la salud y practicar la medicina. Me desperté a una realidad que por ser tan obvia, pasa desapercibida. Hoy nadie cuestiona que el calentamiento global es real. Al Gore lo llama Una Verdad Inconveniente. Como médico, veo el problema de forma diferente. El planeta tiene fiebre. Pero es un síntoma, la raíz es otra. Se trata de `otra verdad inconveniente`: la toxicidad global. El aire, el agua, los edificios en los que vivimos, las medicinas pero, más que nada, las comidas, están saturadas de químicos que, en cantidad incalculable y combinaciones infinitas, terminan circulando por nuestra sangre, causando disfunciones que eventualmente se presentan como síntomas y enfermedades.

-¿No es una mirada un tanto apocalíptica?

-Una mirada apocalíptica sería si estuviese haciendo predicciones de futuros nefastos. Lamentablemente es tarde para eso. Mi descripción de esta otra verdad inconveniente es en el presente, es lo que está sucediendo ahora mismo. Lo apocalíptico es el paradigma de pensamiento que nos ha traído a este estado en el que los seres humanos estamos destruyendo el planeta y a nosotros mismos. Mi mensaje es de esperanza y sentido común. Viene con soluciones. Debemos ser conscientes de lo nocivo que resultan productos que tienen conservantes, preservantes, aditivos, colorantes, aromatizantes, hormonas, antibióticos, fertilizantes, pesticidas, fungicidas, insecticidas, entre tantos otros. Sería imposible entender las sinergias nefastas de esas miles de moléculas al circular dentro nuestro. Somos inconscientes de uno de los problemas que está enfermando y matando a la población. Las estadísticas demuestran que cuanto más moderna la ciudad, hay más enfermedades como cáncer, diabetes, artritis y las más nuevas, las auto-inmunes. Vivimos bajo la ilusión de que la medicina descubrirá la cura para todo pero juzgando por los resultados, la situación es la opuesta. Más y más gente sufre y toma fármacos. Pero si seguimos así es probable que los químicos modernos hagan que la vida misma sea imposible.

-¿En qué se basa su programa?

-El cuerpo viene equipado con un sofisticado sistema de detoxificación. Pulmones, piel, hígado, riñones e intestinos, conectados a través de la sangre, llevan a cabo miles de funciones dirigidas a neutralizar y eliminar los desechos tóxicos del metabolismo como CO2, ácido úrico, ácido láctico, la amonia, entre otros. El sistema detox interno no puede parar ni un minuto de eliminar ciertas toxinas. Un programa detox es comer y hacer otras cosas de manera tal que durante el tiempo de duración, el sistema de detoxificación y limpieza se intensifica y, al mismo tiempo, se le provee de todo lo necesario para cumplir su función de forma efectiva (ver recuadro arriba). En términos prácticos, el Clean program que diseñé consiste en un desayuno líquido, almuerzo sólido y una cena líquida. Hay una lista de comidas prohibidas, y suplementos indicados para diferentes aspectos de lo que se quiere lograr. Dura 21 días, tiempo que le lleva al cuerpo reparar el tubo intestinal.

-¿Imaginaba su éxito?

-No sólo no imaginaba el éxito, ni siquiera imaginaba el libro. Pero para mí, el éxito más importante, son los miles de mensajes que me llegan a diario, del mundo entero, de gente que ha recuperado su salud.

Principios básicos de "Clean"

Programa "detox". Sus puntos más importantes -según Alejandro Junger- son:

Disminuir el trabajo del sistema digestivo. "El cuerpo solo puede gastar cierta cantidad de energía diaria. El sistema digestivo consume mucha energía. Por eso, si comemos mucho nos quedamos dormidos. Por eso también, si uno va a nadar haciendo la digestión, le vienen calambres. En este caso los intestinos paran la actividad muscular que compite con la digestión por energía. Los intestinos pueden parar o enlentecer casi todas las otras funciones, menos el latido del corazón. Hoy en día, vivimos digiriendo, hasta al dormir. El sistema digestivo roba un poco de energía a muchas funciones, detox una de ellas. Vivimos en una paradoja evolutiva. En tiempos de mucha toxina, como estos tiempos modernos, necesitarías nuestro sistema detox trabajando más horas, no hibernando".

Proveer antioxidantes en grandes cantidades. "Las moléculas tóxicas que entran en circulación son irritantes y oxidantes en su mayoría. Durante un programa `detox` hay una movilización de toxinas que se habían quedado atrapadas en los tejidos, rodeadas de moco que el cuerpo genera para amortiguar su irritación. Al recircular, hasta pasar por el hígado y poder ser procesadas, vuelven a causar daño oxidativo, y por eso que los antioxidantes son esenciales".

Nutrientes necesarios. "Proveer los necesarios para que el hígado pueda cumplir sus funciones y que el cuerpo pueda reparar el daño causado".

Microambiente. "Crearlo en los intestinos que sea desfavorable para micro-organismos que no debieran estar allí. Esto se puede lograr con hierbas y raíces, de forma natural".

Buenas bacterias. "Replantar aquellas que deberían estar presentes para poder mantener la vitalidad".

Programa detoX de 21 días

-Su libro "Clean" ha sido un éxito, ¿cómo llegó?

-Clean es la historia de cómo encontré estos conceptos y es el manual para hacer el programa que diseñé, paso por paso, con recetas para cada comida. Fue idea de un gran amigo y paciente que estaba un día con los directores de Harpers Collins y les contó sobre mi programa. Les dijo (de pícaro nomás) que yo estaba escribiendo un libro, y me llamó que vaya urgente. Al llegar se levantó y pretendiendo que me daba una abrazo, me dijo al oído que yo les iba a presentar mi libro al resto. Dándome cuenta como venía, hablé sobre mi experiencia como médico tradicional que se enferma y encuentra su solución fuera de la ciencia tradicional. Terminaron pidiéndome una propuesta. A los tres días tenía un contrato para escribir un libro. Al año, cuando me llamaron para anunciarme que había sido elegido como un New York Times bestseller, no me sorprendí. Lo que me había llevado hasta ahí fue tan improbable, fortuito, que no me quedaba sorpresa. Alegría sí, de sobra.

-¿Ha pensado en venir?

-Me encantaría. Pero tengo un arma secreta: Dalia Cohn, y es uruguaya. Es master en Ciencias Botánicas, entre otros estudios. Pero su gran habilidad es la de chef de `comidas vivas`, las que contienen la fuerza de la vida. Viaja por el mundo, yendo a casas de mis pacientes y detoxificándolos con sus recetas y conocimientos. Dirigimos retiros y guiamos grupos en programas que diseñamos de acuerdo a las necesidades de los participantes. Aconsejo a quien esté interesado, que se contacte con ella ([email protected]).

Un debate que atañe a uruguayos

-¿Cómo comen los uruguayos?

-Hace tanto tiempo que me fui que no puedo contestar con detalle. Por lo que veo, la situación es igual que en otras ciudades. Cada vez hay más "productos tipo-comida" que "comida de verdad". La pregunta que más me hacen es "¿qué debo comer?" A los uruguayos les digo lo mismo que a los americanos: es más importante saber qué es lo que no hay que comer. Si se dejaran el gluten, el azúcar, los lácteos, las carnes rojas, el café y el alcohol, la mayoría de los síntomas comunes desaparecerían como por arte de magia.

-¿Plantea dejar de consumirlos de por vida, o por 21 días? ¿De por vida no es un tanto exagerado?

-Un día llegó a mi oficina una paciente de 38 años, llorando del miedo porque su reumatólogo le había anunciado esa mañana, que empezarían quimioterapia para tratar de controlar los síntomas que hacía 6 años le atormentaban. El diagnóstico era Espondilitis Ankilosante, una de los males auto-inmunes de moda. Al principio los anti inflamatorios calmaban sus dolores. Pero volvían y empeoraban. La prednisona, inicialmente local por inyección y últimamente sistémica, ya no deprimía a su sistema inmune lo suficiente como para evitar que éste a su vez ataque a las propias articulaciones del organismo al que debería proteger. El siguiente paso era bombardear y asesinar al sistema inmune en sí con quimioterapia. Lo que más miedo le daba era que ella había trabajado fuerte y ahorrado para poder retirarse para tener hijos y dedicarse a ser mamá. Y ahora, la quimioterapia amenazaba con quitarle su oportunidad de tener hijos. Lo que quizás parezca una exageración, de nunca más en la vida comer comida empaquetada, fue como música para sus oídos. Ella, si veía sus problemas resueltos en parte con ese cambio, me juró que nunca en su vida comería productos nocivos. He visto cómo gente que le parece una exageración, al enfermarse, cambian de opinión rápidamente.

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