Juan E. Fernández Romar
El 13 DE SETIEMBRE de 2009 se cumplieron 30 años de la muerte de Oscar Abelardo Masotta. Desde distintos ámbitos, su nombre vuelve a resonar, exigiendo un balance actualizado de su impronta y efecto.
Su leyenda multiplica los Masotta posibles: el paradigma de la cultura argentina de los años 60; el héroe modernizador de la academia porteña; el obispo del lacanismo iberoamericano; el teórico del pop; el importador temprano de toda moda intelectual que amenace París o Nueva York; el porteño autosuficiente que supo promoverse y ser aceptado como semiólogo, crítico de arte, filósofo, profesor universitario y psicoanalista sin terminar ninguna carrera.
Masotta nació en 1930 en Buenos Aires, en el seno de una familia de clase media que soñaba con verlo trabajando en un banco o algo así. Pero él tenía otras ideas y buscó la forma de ganarse la vida desarrollando los más variados proyectos artísticos y culturales.
Fue un pionero nato en áreas diversas, introduciendo en su país la reflexión sobre el arte pop, la historieta, los happenings y cualquier otra manifestación de la cultura de masas. Aunque el aburrimiento lo llevó a abandonar sus estudios universitarios continuó formándose permanentemente como autodidacta o bien en forma privada.
Escribió en cuanta revista pudo, entre ellas Las Ciento y Una de Héctor Murena (difusor rioplatense de la Escuela de Frankfurt); Clase Obrera de Rodolfo Puiggrós (ideólogo del peronismo montonero); y además fundó junto con el semiólogo Eliseo Verón la revista Cuestiones de Filosofía.
Sin embargo, fue la revista Contorno, dirigida por los hermanos Viñas, la que le daría su primer rincón de fama en el friso de la intelectualidad argentina de la década del 50, ligando su nombre al de Noé Jitrik, Ramón Alcalde, Adelaida Gigli, Adolfo Prieto, León Rozitchner y Tulio Halperin, entre otros.
Esta publicación, responsable de darle un giro político a la crítica literaria argentina, lo introdujo en un régimen de intercambio intelectual con una nueva generación (de parricidas según Rodríguez Monegal) influida por el marxismo y el existencialismo, que supo enfrentar al grupo de la revista Sur (fundada por Victoria Ocampo) e introducir una nueva dimensión política en el arte. Pese al reconocimiento que obtuvo como crítico y semiólogo su influencia más perdurable quedó registrada en el campo de la psicología.
Su dominio de la obra lacaniana le posibilitó un magisterio hegemónico muy exitoso, que comenzó a ejercer en los años 70. No obstante, la inestabilidad política despertada por la muerte de Perón en julio del 74 lo obligó a partir hacia el exilio.
Primero probó suerte en Londres enseñando en el Hospital Henderson y en la Arbous Association, donde se percató de que el interés por Lacan alcanzaba a toda Hispanoamérica. Sostenido por esa convicción partió rumbo a Barcelona donde estableció su nuevo cuartel general.
Su éxito en el ámbito psicológico fue rápido y enorme, llegando a establecer en poco tiempo grupos de estudios psicoanalíticos en Madrid, Valencia, Málaga y Vigo, creando tanto la Biblioteca Gallega de Estudios Freudianos como la revista Textos y publicando sus famosos Ensayos Lacanianos. La España del posfranquismo le brindó una plataforma académica nueva, convirtiéndose en el embajador oficial de Lacan en toda Iberoamérica y uno de los principales difusores del psicoanálisis.
En la balanza. A los 49 años, en medio de un satisfactorio vértigo de conferencias y publicaciones, un cáncer fulminante acabó con su vida en cuestión de meses. Murió en lo mejor de su carrera y en pleno apogeo de sus maestros. Sartre, Jakobson, Lévi-Strauss y Barthes aun estaban vivos; Lacan también y su Escuela Freudiana de París todavía duraría un tiempo más.
Para muchos, Masotta fue un autor clave; para otros, un mero fenómeno coyuntural y oportunista. La reedición de su Introducción a la lectura de Jacques Lacan ayuda a analizar sus aportes. Tanto su prologuista Germán García -discípulo y amigo de Masotta- como su propio autor, dudaron de la consistencia de este volumen compuesto por la transcripción de seis clases que comentan el seminario de Lacan sobre "La carta robada", célebre cuento de Edgar Allan Poe; un resumen de una charla ("Leer a Freud") brindada en 1969; y un comentario sobre un libro de Ernest Jones publicado en ese mismo año en una revista menor.
La organización interna da cuenta más de la necesidad de una guía de acceso a la grilla conceptual del nuevo gurú intelectual francés que de un texto didáctico para neófitos. Había necesidad de libros en castellano sobre una cuestión que desbordó sus ámbitos específicos. Buenos Aires demostró (otra vez) ser la ciudad más atenta a la novedad y al oleaje de la moda.
Impulsado por Enrique Pichon Rivière, que le suministró bibliografía original aportada por el propio Lacan, Masotta dio en 1964 su primera conferencia sobre el tema en el Instituto de Psiquiatría Social. Fue tan grande el interés que despertó que toda su vida artística e intelectual se vio transformada.
Apoyado por su ascendencia artística como performer y ensayista de las vanguardias, se plantó solo frente a la esclerosada Asociación Psicoanalítica Argentina y la desafió. Esta institución persistía desde 1942 en la obligatoriedad de ser médico para volverse psicoanalista. Si bien la carrera de psicología ya existía, de ningún modo podían éstos ejercer el psicoanálisis.
Introducción… fue publicado en un año en el que Masotta había conseguido organizar un Segundo Congreso Lacaniano y obtener nada menos que el Centro de Medicina de Buenos Aires como sede. Por entonces ya contaba con cientos de estudiantes (médicos y psicólogos) en sus grupos privados y había empezado a provocar a la IPA (Asociación Psicoanalítica Internacional) incitando a sus alumnos al ejercicio del psicoanálisis.
Con el espaldarazo de Pichon, Masotta estableció una alianza con el psicoanálisis más crítico, político, y contestatario del momento (Bleger, Langer, Ulloa) y de ese modo se ganó un lugar en la escena psicológica argentina, dictando seminarios sobre su especialidad en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
PARÍS. La masa crítica de adherentes acumulada lo obligó en 1974 a fundar la Escuela Freudiana de Buenos Aires.
Un año más tarde, Jacques Lacan lo invitó a París. Lo presentó como su discípulo, lo nombró Analista Practicante y le pidió que expusiese sus aportes en el mismo seno de la École Freudienne.
Introducción… es un libro que indirectamente habla más de ese proceso, por entonces en curso, que de Lacan o su teoría. El estructuralismo, la lucha con algunas figuras de la APA como Emilio Rodrigué, la influencia del marxismo althusseriano, el liberalismo psicoanalítico y el clima de época aparecen vistiendo un discurso aún muy enrevesado para servir de manual o de guía introductora. Por un lado muestra toda esa "sofistiquería" (enigmático neologismo masottiano) en acción, usándolo como salvoconducto de ingreso a la elite lacaniana francesa. Por otro, revela un discurso en construcción cuya semántica refleja todas las tensiones de una institución psicoanalítica forzada a una renovación.
INTRODUCCIÓN A LA LECTURA DE JACQUES LACAN, de Oscar Masotta, Ed. Eterna Cadencia, Bs. As., 2008. Distribuye Ediciones del Puerto. 218 págs.