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Telecnoestrés: el problema que provoca la conexión continua

Salud. Expertos insisten en la necesidad de tomar descansos periódicos

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EL PAÍS DE MADRID

M. L. FERRADO / J. MARTÍN

Buena parte del día, el cerebro procesa información de Internet, correos, redes sociales, tecleando, hablando por teléfono... Los especialistas en salud laboral empiezan a aconsejar que desconectar de vez en cuando es imprescindible.

Las siestas digitales son necesarias. Lo defiende José María Martínez Selva, catedrático de Psicobiología de la Universidad de Murcia y autor del libro Tecnoestrés. "Mucha tecnología durante mucho tiempo pone literalmente enferma a la gente", según el investigador, que no olvida las ventajas que aporta el mundo del ordenador. Sin embargo, las nuevas tecnologías son armas de doble filo.

Las siestas digitales -entendidas como pequeños descansos- ya se aplican en algunas empresas que ven con buenos ojos que sus trabajadores pasen un tiempo desconectados, pues redunda en la mejora de la productividad.

"Gestionar bien el tiempo es uno de los mejores instrumentos de los que se dispone para controlar los efectos nocivos de las nuevas tecnologías, del tecnoestrés y de las tecnoadicciones", afirma Selva.

Gestionar mal el tiempo significa sucumbir ante una de las ventajas de la red: la flexibilidad que otorga el poder estar conectado en cualquier momento desde cualquier lugar.

En cualquier instante puede llegar un mensaje de correo electrónico o una llamada profesional, con lo que el trabajador se siente obligado a mantener un rendimiento continuo y a no poder desconectar ni distanciarse de sus obligaciones y problemas. Es decir, a disfrutar de un tiempo de descanso necesario para la salud mental. De hecho, 26% de los empleados cree que el uso de Internet y del móvil aumenta su horario laboral y que esa disponibilidad permanente le genera estrés.

Tony Schwartz, director The Energy Project, desarrolló una encuesta para conocer los hábitos de sus trabajadores. El 60% reconoció que sólo se desconectan completamente del correo electrónico dos horas al día y 20% menos de media hora.

Internet y el móvil no hacen necesario el trabajo presencial. Pueden ser un excelente medio para conciliar vida laboral y personal; pero también puede acabar comiéndose la vida del teletrabajador.

"El teletrabajo es más flexible, pero rompe con las funciones de organización de actividades vitales, sean o no cotidianas, como los fines de semana, las vacaciones, el horario de comidas o verse con la familia", explica Selva.

Una encuesta de Cisco Systems revela que el 45% de los empleados con acceso externo al sistema informático de la empresa trabaja entre dos y tres horas más al día. Una cuarta parte de ellos trabaja hasta cuatro horas extras. A la extensión horaria hay que sumar la posible desconexión personal y emocional que supone trabajar en solitario.

Se desconoce cuantas personas pueden estar afectadas por el tecnoestrés, pero según un informe de PandaLabs, el 63% de los usuarios afirma que las incidencias en el funcionamiento de los sistemas informáticos le genera estrés.

Para que el tecnoestrés genere trastornos psicológicos deben sumarse otros factores, precisa Selva. Como por ejemplo la sobrecarga de trabajo, la pérdida de control del proceso de desempeño de un oficio, y otros procesos sociales como puede ser el sentirse expulsado del mercado laboral.

Juan Manuel Romero, presidente de la sociedad Adicciones Digitales, da consejos para prevenir las teledolencias: "Lo mejor es descansar diez minutos cada hora. En ese tiempo hay que moverse para evitar problemas de circulación, el síndrome de la clase turista... También conviene salir al aire libre. Además el mobiliario debe cumplir unos principios: que la silla nos permita apoyar toda la espalda, que el ordenador esté a la altura de los ojos, de lo contrario nos provocará tarde o temprano problemas de cervicales".

Si hacemos caso a las recomendaciones del Instituto Nacional de Salud y Seguridad del Trabajo de Estados Unidos se debería descansar al menos cinco minutos tras sesiones de 30 minutos de actividad. Y según el sindicato de profesores de Nueva York, unos recesos de 30 segundos son muy recomendables, con énfasis en respirar profundamente y cerrar los ojos en ese medio minuto de relax.

Selva recomienda retirar la vista del ordenador entre diez y quince minutos por cada hora seguida de trabajo, y fijar la vista en el horizonte o en objetos distantes cada tanto.

Otro argumento a favor de las siestas digitales es el desgaste físico que conlleva trabajar todo el día delante de una pantalla. Según un estudio del Instituto de Biomecánica de la Universidad Politécnica de Valencia, más de la mitad de quienes trabajan en oficinas desarrollan problemas relacionados con malas posturas.

¿Hay que ir al trabajo con cronómetro en mano? No. En el remedio está la enfermedad y viceversa. La misma tecnología causante de la dolencia encuentra la solución. TimeStamp, User Protector o Eyes Relax, entre otros programas informáticos permiten regular los tiempos de descanso y de horario laboral.

La rapidez con que ocurren los cambios tecnológicos también puede generar conflicto en algunas personas, es el tecnoestrés. La actualización continua de programas genera tensión. Sobre todo si sus interfaces no se han creado con una claridad suficiente que evite equivocaciones, dudas o atascos que dupliquen el tiempo dedicado a una labor.

"Las diferencias están entre quienes han aprendido informática jugando y los que la han aprendido como usuarios", explica José María Prieto, catedrático de Psicología del Trabajo de la Universidad Complutense de Madrid.

"Los primeros son quienes saben llevar al límite el sistema, para ellos utilizarlo es divertirse: si hay caídas en el sistema, resolverlo es un reto. Ante un nuevo programa, encontrarle utilidad es divertido, un juego con el que disfrutan", explica Prieto. "Sin embargo, las personas con mentalidad de usuario tienen que hacer un curso cada vez que se introduce un nuevo programa, con lo que eso conlleva, y son quienes acostumbran a requerir más apoyo por parte de los servicios técnicos", añade.

Para Prieto, el diseño de las aplicaciones no está pensado para un público amplio es decir, para que el 90% de la población lo entienda. "Están pensadas para los más aptos, no para minimizar errores. Las han creado los ingenieros y sin tener en cuenta al usuario, no se hacen estudios de usabilidad y en tiempos de crisis aún menos", dice.

La vida se ha convertido en un cambio continuo. Ante eso Prieto afirma que toda persona tiene un límite en el número de tecnologías que puede dominar: "Estamos preparados para afrontar durante nuestra vida entre tres y cinco cambios tecnológicos potentes, no más", concluye.

De algunas dolencias se es más consciente, como los problemas de visión pero otras son más psíquicas que físicas. Es el caso de la pérdida de concentración, un fenómeno creciente y muy ligado no tanto al trabajo ante la pantalla, como a la entrada de estímulos constantes en él: correos electrónicos, chats, tuits y otras alertas que distraen de la tarea principal. Lo que puede parecer una distracción momentánea puede llegar a la pérdida de concentración constante y por tanto, a la baja productividad.

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