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Batalla campal en las calles de Egipto

Revuelta contra Mubarak. Inspirados en Túnez miles de egipcios pidieron la renuncia del presidente Enfrentamientos entre manifestantes y policías dejaron 29 muertos y más de 1.000 heridos

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EL CAIRO | EL PAÍS DE MADRID

Egipto se hunde en el caos. Ciudades como El Cairo, Alejandría y Suez fueron ayer un campo de batalla. Centenares de miles de personas se enfrentaron a la policía y, al caer la noche, al propio Ejército, desplegado por el país. Murieron 29 personas.

Los egipcios desafiaron una feroz exhibición de violencia policial para exigir la dimisión del presidente Hosni Mubarak, que gobierna desde hace 30 años.

Fue inútil la declaración de un toque de queda desde las seis de la tarde; fueron inútiles todo el gases lacrimógenos, todas las balas de goma, todos los porrazos y todos los disparos al aire. Fue inútil imponer un insólito apagón de comunicaciones que inutilizó los teléfonos móviles e internet. Fue inútil sacar los tanques a la calle. Nada sirvió.

El régimen de Mubarak, un dictador que durante 20 años se apoyó en un Estado de excepción que permitía las detenciones arbitrarias y la tortura sistemática, parecía al borde del colapso.

La multitud, joven y enardecida, estaba furiosa. Décadas de represión y miseria estallaron en una "jornada de ira" de ímpetu revolucionario. El país más importante y populoso del mundo árabe, el principal aliado de Estados Unidos (tras Israel) en Oriente Próximo, la sociedad que de alguna forma marca el patrón regional, estaba anoche en llamas.

En El Cairo, el humo negro de las barricadas incendiadas se mezclaba con el gas lacrimógeno y envolvía la ciudad en una nube de pesadilla y a la vez de euforia. Hubo un precio: al menos 29 muertos -22 ayer- y más de 1.000 heridos.

Los egipcios, siempre pacientes y bien humorados, soportaron la opresión y la corrupción hasta que, sin previo aviso, estallaron. La protesta que surgió el martes en internet, sin líderes, sin programa, sin otra ambición que romper cadenas, se amplió en unos días hasta abarcar a la población entera, o, al menos, a la enorme población urbana: sólo en El Cairo viven más de 20 de los 80 millones de habitantes de Egipto.

Los islamistas de los Hermanos Musulmanes se unieron a grupos cristianos, profesionales de clase media, muchachos frustrados, obreros, comerciantes, y salieron a la calle con un valor insospechado.

La policía utilizó los recursos más brutales, pero también los más mezquinos del manual de la represión. Los antidisturbios lanzaron tanto gas lacrimógeno que se ahogaron a sí mismos. E intentaron encubrir su actuación atacando a periodistas (el número de incidentes en este ámbito es incontable y destaca entre ellos el cierre de la sede de la televisión Al Jazeera) y sometiendo al país a un "apagón" de telecomunicaciones.

"No podemos enviarnos mensajes, pero sabemos dónde ir y qué hacer porque la calle es nuestra, no de ellos", explicó a gritos un joven embozado poco después de devolver a los antidisturbios un bote de gas.

Mohamed el Baradei, el ex director de la Agencia Internacional de la Energía y Premio Nobel de la Paz que volvió el jueves a El Cairo desde su domicilio austriaco y se propone como alternativa presidencial a Mubarak, fue retenido por la mañana en una mezquita y luego fue arrestado en su casa para que no lanzaran nuevos mensajes de revuelta. La medida no tuvo efecto alguno. La revuelta sin líderes, inspirada en la de Túnez pero muchísimo más voluminosa, tenía vida propia.

El aire de la ciudad era irrespirable. El quiosquero de la parada de autobuses cercana a Tahir permanecía, sin embargo, en su puesto, con la boca cubierta por un pañuelo húmedo. Era la única persona impasible en pleno caos. "Alá me protege", dijo, cuando se le preguntó por qué desafiaba la tormenta a su alrededor.

A las 18.00 horas, cuando anocheció y entró en vigor el toque de queda, nadie se fue a casa. Al contrario. Los manifestantes aprovecharon la oscuridad para adueñarse de las calles. La sede central del Partido Nacional Democrático, el partido de Mubarak, ardía al este de la plaza de Tahrir. El Ejército se desplegó por el centro y se hizo cargo de la protección de los edificios gubernamentales del área, en especial las sedes de los ministerios de Exteriores y de Información y la sede central de la televisión pública.

Los blindados militares fueron recibidos con gritos de "Alá es grande" y aplausos. La gente no obedecía a los soldados, pasivos, pero los respetaban mucho más que a la policía. Y sabían que la solución, fuera la que fuera, acabaría pasando por ellos.

Reclamo de jóvenes contestatarios

El Movimiento del 6 de Abril agrupa a jóvenes contestatarios al régimen del presidente egipcio Hosni Mubarak y es el más activo en la convocatoria a las protestas.

Nació en la red social Facebook y logró saltar de la realidad virtual a la calle con sus llamamientos masivamente seguidos a marchas populares.

El nombre evoca las jornadas de abril de 2008 en las que miles de egipcios manifestaron a través de internet su solidaridad con los obreros del Delta del Nilo que protestaban contra los aumentos de precios.

Surgió sin filiación política y ganó sus primeros adeptos entre jóvenes con buen nivel de educación, que se vestían de negro en señal de protesta.

El grupo es a la vez un foro de discusiones y un gigantesco altavoz de convocatorias a manifestaciones.

Su prédica fue ganando aceptación entre sectores pobres de la población, como el movimiento "Kafaya" (¡Basta Ya!). También cosechó apoyos de miembros de partidos opositores e incluso de los Hermanos Musulmanes.

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