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Cuarto capítulo de un grupo que le sigue ganando a la ciudad

Latejapride*. El ahora quinteto solidifica su sonido en el nuevo "Nómades"

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SEBASTIÁN AUYANET

Latejapride* sigue viviendo su experiencia de meterse con lo urbano desde un hip hop que en este disco se mezcla menos, pero al que le sobra para seguir definiendo las bases de una lectura auténtica, propia y local del género anglosajón.

El nombre por sí solo y sin abrir el disco sugiere kilometraje, experiencias y sonidos de otros lados, ya lejos del barrio madre. Sin embargo, Latejapride* parece cada vez más adentro de su propio mundo musical, ese que se define con samples, scratches, guitarras funk, referencias filosóficas, cinefilia y reflexiones sobre los procesos vitales, afectivos y creativos.

Eso -que el nombre del disco tenga poco que ver con lo que sugiere el nombre- no es nada malo: el mundo de Latejapride* es bastante amplio y rico en sonidos, ánimo y temas. Lo primero que destaca en Nómades es que todavía quedan sonoridades, sampleos y combinaciones, ya sea de reggae, funk o murga por descubrir. Además, la calidad siempre ha sido otra marca de fábrica: si hay un mérito que conservan es el de moverse sin recurrir ni una vez a los clichés norteamericanos, aunque podrían hacerle un tema a estrellas como Kanye West sin sonrojarse.

Nómades es, de nuevo, un disco confortable y sofisticado. Tanto como lo era el anterior Efecto dominó, que en 2007 puso al grupo en la senda de canciones con estribillos más potentes (Ganarle a la ciudad) y los experimentos descontracturados con ritmos de otras latitudes. "Ya transformamos el rap pa` que lo bailen como el samba", dice Barragán mientras recuerda la canción Acuarela de ese disco y olvida al brasileño Marcelo D2, el primero en hacerlo. Quizá la diferencia entre un trabajo y otro sea el arrojo, y entre un artista y otro, las intenciones. En este disco, La Teja vuelve a aterrizar en una zona de confort en la que las canciones, acolchonadas en la producción de Daniel Anselmi, dan la sensación de haber llegado sin mucho obstáculo, con método aceitado y un sonido de calidad al que a veces se le puede reclamar que apueste tanto a la sutileza y poco a la contundencia capaz de mover el piso de cualquier sala de conciertos, lo que por potencial podrían hacer sin mucho problema.

La vida nómade no atraviesa como idea el trabajo salvo alguna referencia puntual ("hoy estamo acá, mañana quién sabe" en Portarse mal, por ejemplo). Sí lo hacen las reflexiones de contexto social, el oficio de abrirse paso y las relaciones: "Si fuera tan simple tenerte como buscar música de mi interés en Internet seguro estarías aquí con un par de clicks", dice Barragán en A solas. A estas alturas Latejapride* se ha perfeccionado en eso de contar una intimidad cotidiana que es propia de una generación que no busca revoluciones utópicas ni se asfixia en inconformismos, sino que persigue la superación propia e intenta abrirse paso en una dinámica urbana laberíntica, anestesiante y donde todo parece estar justificado.

"Vamos donde haya que ir sin definirlo pa` que no sea más de lo mismo" cantan los MCs Leonidas y Davich y rebotan hacia la filosofía (Popper y Darwin se cuelan en La ciencia), a Benedetti o a Picasso, como lo hace Barragán en Esquivando penas. Esta última es la canción del disco que parece menos "de memoria". Se aparece como un carnaval entre veredas del mundo, electrónica y bailes calurosos que se rematan en el estribillo con una cadencia murguera de la que bien podría apropiarse algún arreglador de murga joven. "Cada paso ha sido una victoria más", dice Lorena Nader en alguna parte de Nómades, y no quedan dudas de que para Latejapride* eso sigue siendo así. Ya van cuatro.

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