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TREINTA Y TRES MARCO RIVERO

En Santa Clara de Olimar trabajan para crear un circuito histórico turístico sobre la vida en esa localidad de la escritora Juana de Ibarbourou y del caudillo blanco Aparicio Saravia, informó Carlos Baldoira de la Facultad de Arquitectura.

El arquitecto se encontró en la zona con varios inmuebles de rico valor histórico, pero que están en un acentuado estado de deterioro.

"Esperamos rescatar eso antes que se pierda definitivamente", señaló Baldoira, quien desde hace dos años trabaja en el tema ordenamiento territorial en la localidad, por un acuerdo con el Ministerio de Vivienda, que se ejecuta a través de un convenio entre la Intendencia y la Oficina de Planeamiento y Presupuesto.

"Las dos historias están emparentadas: Juana fue ahijada de Aparicio Saravia", indicó Baldoira, técnico de la maestría de Ordenamiento Territorial de la Facultad de Arquitectura. Aunque reconoce que el caudillo "debe haber tenido cientos de ahijados", la autora siempre mostró sentimientos muy fuertes hacia Saravia y lo menciona en su obra (aparece en el libro Chico Carlo, 1944).

Tiempo después en el periódico El Debate, bajo el título "Mi General, padrino mío", Juana escribió sobre Aparicio: "... cuando, como un soldado cayó en los trágicos campos de Masoller, en un día sin límites humanos, sobre su cuerpo yacente comenzó a alzarse, medida eterna, su mito".

Más allá que la poetisa amerita por sí sola cualquier reconocimiento, la relación con el líder blanco da otra dimensión al período en que residió en Santa Clara, que fue breve y motivado por haber sido el destino militar que le tocó a su marido, Lucas Ibarbourou.

CAUDILLO. La figura eje del circuito, por su relevancia, tiene que ser la de Aparicio Saravia, entiende Baldoira: "Allí están enterrados sus restos, allí está la parroquia donde se casó, en las cercanías está la estancia donde nació, donde vivió y donde preparó la revolución y, en cierta forma, donde llegó a gobernar el país", explica.

A su alrededor se ubican otros bienes históricos de Santa Clara, como la casa donde vivió Roberto Bouton, que reunió una valiosa colección de enseres gauchescos, donados al Estado cuando falleció y que son la base del "Museo del Gaucho".

CASA DE JUANA. El primer paso es darle una figura de protección a la casa donde vivió la escritora en Santa Clara.

"Deberíamos declararla `de interés departamental`, que es la primera medida para evitar su deterioro", manifestó. Hoy pertenece a un particular que la tiene en alquiler. No hay ningún elemento legal que impida hacerle reformas o desarmarla.

Baldoira cree que allí debería hacerse un museo. "Para no competir con otros que hay sobre Juana en Montevideo y en Melo, debería estar centrado en su pasaje por Santa Clara y en la relación con su marido. Es muy emblemático que la casa esté frente al cementerio donde descansan los restos de su padrino", señaló.

"Estamos en una etapa anterior a poder publicar un proyecto (…) el primer paso es poner esto sobre papel: sacar un libro o aunque sea un folleto diciendo que en Santa Clara existe ese circuito histórico", dijo.

Sin embargo, ya están en marcha algunos proyectos que tienden a dar el puntapié inicial, como la colocación de letreros indicativos. "Increíblemente salvo la casa de Juana de Ibarbourou, que tiene un cartel ya bastante deteriorado, en el resto de los sitios históricos no hay ningún cartel, no hay nada que indique que lo son y qué fue lo que sucedió allí", afirmó.

Tumba de Aparicio Saravia en el Cementerio de Santa Clara de Olimar. El caudillo blanco murió en 1904, en la batalla de Masoller.

La Casa de la escritora Juana de Ibarbourou.

Estancia El Cordobés donde Saravia organizó sus revoluciones, está en Santa Clara pero el museo depende de la Intendencia de Cerro Largo.

La Casa de Roberto Bouton, quien publicó en "La Vida Rural del Uruguay" los hábitos y costumbres del Uruguay rural y urbano de la región de Santa Clara, en el último tercio del siglo XIX y los primeros años del siglo XX.

La estancia La Ternera, en Santa Clara, era de José Saravia. Durante la revolución de 1897 y en la de 1904, Aparicio mandó a su esposa y a sus hijos a ese establecimiento para que no corrieran peligro.