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Cómo seguir siendo una estrella, en Montevideo

Bryan Adams. El canadiense regresó y el público agotó entradas. Se fue ovacionado.

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SEBASTIÁN AUYANET

Con una efectiva artillería de pop meloso, una banda prolija y aceitada sumada a una voz que no envejece, el cantante cimentó su romance con un público que lo trata como si los ochenta no se hubieran terminado nunca.

"¡Vamo` Robin Jú!" gritó alguien desde las últimas filas del repleto Teatro de Verano mientras el canadiense terminaba los acordes de Everything I do, I do it for you. Ese parecía en principio el hit que la mayor parte de los 5000 asistentes habían ido a buscar en esa gélida noche del martes pasado.

Pero no. Como había sucedido el año anterior, un alto porcentaje de los asistentes cantó la mayoría de las canciones que Bryan Adams decidió presentar. No es sorpresa. Muchas de ellas son temas esenciales que remiten a las épocas del casette virgen en el que se grababan aquellos rankings de éxitos radiales en los que el canadiense se colaba con facilidad.

Si en 18 til` I die el público se enganchó como un coro de manos (y celulares) en lo alto, en Back to you se soltó a bailar mientras Adams rasgaba en su guitarra electroacústica la melodía chiclosa e irresistible al tarareo. Durante los intervalos, algunas de las fans que llegaron a pagar la friolera de 1200 pesos por su entrada mostraban hacia el escenario cartulinas con prolijos mensajes de letras recortadas y pegadas. La sensación de estar fuera de tiempo y lugar se hacía cada vez más evidente, apenas matizada por Oxygen o I thought I´d seen everything. Esos fueron dos de los escasos temas que componen 11, el nuevo disco que llegó a promocionar. A pesar de aún no ser demasiado conocido por los fans montevideanos, estas nuevas canciones llevan el pegadizo sello pop-rock de Adams. No necesitan mucho más para volverse otro éxito, aunque las respuestas masivas a nivel mundial hayan quedado en décadas pasadas.

Durante el concierto, Adams se permitió todos los clichés del show de estrella pop a la vieja usanza: besó una bufanda y una camiseta de Nacional que le tiraron, recibió un ramo de flores de parte de una fan (a quien también tiró un beso a la distancia) y alentó al público a balancear sus manos hacia un lado y hacia el otro sobre el fin del concierto. De todos esos recursos, la más beneficiada fue Florencia, otra de las chicas que sostenía un cartel y que subió al escenario para cantar otro devorador de charts: When you´re gone. Un Adams siempre de buen humor la presentó y se dejó abrazar por la chica al final del tema.

Tras el alambrado de contención sobre las canteras, una llamativa fila de gente sin entrada miraba desde lejos el concierto e incluso se sumaba a los aplausos. Después de Back to you o Summer of 69, que arrancaron algunas declaraciones de amor en un inglés precario, los celulares volvieron a prenderse con Have you ever really loved a woman. En este caso no fue para sacar fotos o hacer luz, sino para llamar amigos, parejas o madres que se perdieron el recital. "Lo bueno de este loco son las lentas, no hay con qué darle", dice otro asistente, pero se dispara de su asiento para cantar de principio a fin Everything that looks good on me It´s you; si cabe, uno de los temas más "movidos" del repertorio.

Después del saludo y el esperado bis, sonaron algunas otras canciones de 11. El final de la noche encontró a Adams de frente al público. "Hoy algunos periodistas me preguntaron por qué regresaba al Uruguay... ¡miren esto y se van a dar cuenta!" dijo, señalando al público del Teatro de Verano. La jugada "para la tribuna" fue recompensada con otra ovación. A esta altura, la séptima de la noche.

Por fuera de la alegría de un público que se fue satisfecho y los arrebatos de algunas fans que esperaban colarse en el camerino, quedaba en el aire y en alguna discusión el misterio de por qué artistas como él o, por mencionar otro ejemplo de éxito similar como Bon Jovi, siguen sosteniendo esta relativa vigencia. Mientras algunos atribuían el hecho al simple poder de las canciones que representan la juventud o la niñez para muchos, otros sacaban 200 pesos de camino al estacionamiento para llevarse la remera oficial del tour. Así, su experiencia con el ídolo quedó completa.

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