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Visita a las Grutas de Salamanca, lugar de mitos y vampiros

Paseo. A 200 kilómetros de Montevideo

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MARÍA EUGENIA LIMA

La principal cueva de vampiros del país, un cerro de 200 metros de altura y cuevas que el común de la gente sólo imagina ver en documentales de National Geographic, están en Uruguay, en las Grutas de Salamanca en Aiguá, Maldonado.

El viaje de unos 200 kilómetros desde Montevideo y 125 kilómetros de Punta del Este vale la pena. Una excursión a las Grutas de Salamanca (a poca distancia de la ruta 13, a la altura del kilómetro 188) conjuga el deporte y la ecología.

Salamanca es salamanac en guaraní, y significa lugar de ritual o culto. Cerca del cerro donde están las grutas está el templo Zong de plantas medicinales. Esta zona es un lugar muy energético, cuenta Nicolás Hernández, guía de Aiguá.

Al llegar a la ladera del cerro de las Grutas los visitantes no imaginan lo que van a encontrar en el camino de ascenso. A simple vista es sólo un parque arbolado con parrilleros, un parador y baños alrededor de un cerro.

El primer paso hacia la cima demuestra lo contrario, por lo menos para aquellos a quienes les gusta sorprenderse con variadas especies de tunas, arbustos y árboles.

Saludo al árbol. En Salamanca hay tres capas de vegetación porque es un monte de quebrada, explica Nicolás, que se formó como guía y conoce las grutas muy bien porque estuvo a cargo del parador municipal con su familia durante años. La primera capa es de plantas rastreras como la calaguala y el culandrillo. También está la "Mimosa", la llaman así porque al tocar suavemente la parte inferior de sus hojas, se cierran. Y al dejar de hacerlo se vuelven a abrir.

La segunda capa es de plantas posadoras: clavel del aire y la Flor de Pajarito.

La tercera es de árboles. Las especies más comunes son la aruera, el canelón blanco, la coronilla y el tembetarí.

La aruera no es muy recomendable para los alérgicos, pero se dice que si se saluda al árbol, como si fuera una señora, no hay problema. Eso sí, el saludo tiene que ser al revés: si es de día hay que decir en voz alta, "buenas noches señora Aruera". Si es de noche: "buenos días señora Aruera". Si no se es muy crédulo, mejor llevar un antialérgico.

LAGARTOS. El camino de ascenso - por el cual se va conociendo la vegetación - está bien delimitado. En algunas partes hasta hay "escalones" hechos de piedra.

Además de lo verde, en la subida se puede encontrar lagartos, que son muy amistosos. Están siempre dispuestos a recibir frutas o galletitas. Están acostumbrados a que los visitantes los alimenten. En el aire siempre se ve algún que otro cuervo dando vueltas. Nicolás llegó a ver algunos guazubirá (ciervo) y un gato montés. Pero es muy raro verlos. El encuentro cara a cara con el felino hizo que el guía nombrara a la gruta de donde salió: la Cueva del Gato.

Cuando se va ascendiendo el visitante encuentra varias grutas. Son producto de la erosión, también están quienes dicen que se trata de una formación basáltica, conformada por lava de erupciones volcánicas.

La primera es La Escondida. Para graficarla se puede decir que es como una gran "carpa" de piedra. Está también la cueva de La Ventana y la de La Palmera. La principal se llama El Salón o cueva de Lemos (ver grisado), tiene 1.000 metros cuadrados, es una de las más grandes del país. Es realmente un salón hecho en piedra.

Casi en el medio de la gruta principal hay una grieta larga y ancha en el suelo con agua. Arriba de ella, en el "techo" de la gruta, hay una hendidura que deja pasar la luz. Las formas de las piedras hacen que se utilice la imaginación: una de ellas hasta se podría decir que tiene forma de cabeza de dinosaurio.

El Salón es la principal cueva de vampiros del país. Pero es posible que al ingresar no se vea ninguno, sólo se escuche el chillido y se perciba su olor. Con linternas se los puede ver colgados del techo. Como es un lugar turístico, una vez por año, el Ministerio de Salud captura dos o tres ejemplares para descartar que en la cueva haya animales con rabia o garrapatas.

Ya en la cima del cerro, la belleza del paisaje es indescriptible. Interminables extensiones de campo, con animales pastando y los cuervos volando a la altura de los ojos del visitante. Desde este punto de Maldonado se puede ver: a un lado el departamento de Lavalleja y al otro Rocha.

Descender es lo más complicado. Como en cualquier cerro, hay que ir frenando para no resbalar con las piedras sueltas y la arena.

El remate del viaje puede ser comer un asado en los parrilleros que están en la ladera del cerro. Algo que puede llamar la atención a los que están acostumbrados a la convencional parrilla alta y rectangular, es que las de las Grutas de Salamanca están en el piso y son circulares.

Escondite del botín de Lemos

La leyenda dice que las Grutas de Salamanca fueron el escondite del bandido Gregorio Lemos, que peleó en la guerra de 1904. Antes de participar de este episodio histórico trabajaba en el campo como peón de estancia. La guerra lo transformó, cuenta Nicolás Hernández, guía de Aiguá. Era colorado. Dicen que veía a una persona de otro partido y lo mataba. Formó una banda y robaba las estancias. La última vez que se supo de él, se escondió en Salamanca. La leyenda dice también que su tesoro está ahí.

i Guía. Nicolás Hernández, de Aiguá, es guía de las Grutas de Salamanca y de otros paseos por la zona. Su teléfono: 096 61 94 21

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