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Entre el Zorba y la musaka: así es la vida de los griegos en Uruguay

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La iglesia de la colectividad helénica

CULTURA

La Colectividad Helénica está formada por 500 personas pero los griegos en el país son cerca de 2.000.

Agruparse para encontrarse, para no perderse, para estar juntos. Agruparse para acortar las distancias, para no olvidar las costumbres, para cuidar las raíces. Agruparse porque, cuando se está lejos, encontrar a alguien que viene del mismo lugar, habla el mismo idioma y comparte la misma bandera, es, también, estar un poco más cerca, sentirse un poco más contenido.

Fue por eso que, en 1916, los primeros inmigrantes griegos que habían llegado a Uruguay empezaron a reunirse. Primero lo hicieron en Ciudad Vieja. Después adquirieron un lugar en el Cerro, justo sobre la calle Grecia. Así surgió la Colectividad Helénica del Uruguay que, actualmente, reúne en su padrón a 500 personas.

En su mayoría, ahora, son todos descendientes de segunda, tercera o cuarta generación. Por eso, dicen Panayotis Hadjirallis, presidente de la colectividad, y Pablo Augoustis, vicepresidente, se esfuerzan para seguir manteniendo todo eso con lo que vinieron sus padres y abuelos desde Grecia cuando llegaron a Uruguay: el idioma, la gastronomía, los bailes, las costumbres.

“Nuestra cole es nuestra segunda casa. Nos reunimos, tenemos nuestras fechas patrias, charlamos, compartimos tradiciones, comemos platos típicos. Buscamos juntarnos para eso, para sentir que es nuestra casa. Nos gusta decir que estamos en Grecia. A eso nos lo inculcaron nuestros abuelos y nuestros padres y nosotros, ahora que estamos a cargo, tratamos de inculcarles a los jóvenes que hay que seguir manteniendo las costumbres”, dice Panayotis.

Grupo de danza griega
Grupo de danza griega. Foto: Instagram Colectividad Helénica Uruguay

Una segunda casa, una manera de estar cerca, una forma de no olvidarse de las raíces. Pero, también, una parte importante de su vida, a la que le dedican tiempo y trabajo solo porque creen que vale la pena conservar eso que, en parte, los define.

Volver a las raíces

Todavía recuerda, Pablo, la primera vez que viajó aGrecia. Fue en 1972 y fue, también, la primera vez que su padre regresó al país tras haber emigrado a Uruguay en 1945, como la mayoría de las personas que llegaron desde Europa, después de la Segunda Guerra Mundial.

Todavía recuerda, Pablo, porque para su padre fue un impacto volver a su pueblo, Mytilene, en la isla de Samos, donde había dejado amigos y familiares de los que apenas sabía. Todavía recuerda, Pablo, las calles angostas y empedradas, las casas con ventanas y balcones. “Todas las islas son parecidas, muy pintorescas, y esta no es la excepción”.

La familia de Panayotis llegó en 1947 y son de la isla de Lesbos. De la infancia tiene algunos recuerdos: cómo su abuela procesaba el yogur durante una semana para hacer Tzatzik, una salsa para acompañar las comidas, como, después de haber enviudado, siguió la tradición de vestirse de negro todos los días, el plato griego que, al menos una vez a la semana, su madre servía en la mesa.

Los dos aprendieron el idioma a los cinco o seis años. En sus casas el griego se hablaba tanto como el español porque mantener la lengua es, también, mantener la identidad. Hoy, como entonces, la Colectividad Helénica tiene en su centro, que funciona en el Prado, una escuela donde se enseña griego.

Allí, en un predio lleno de pasto y plantas, con una réplica en tres dimensiones del Partenón, también construyeron su iglesia: la iglesia de San Nicolás. Es que, para ellos, la religión es uno de los pilares de la colectividad. Son ortodoxos aunque, dicen, hoy en día tienen pocas diferencias con los católicos. Lo que sí distinguen es, por ejemplo, algunas formas en las celebraciones, como la Pascua. Para ellos es una fecha importante y, cada año, la celebran siguiendo las tradiciones y costumbres griegas, como esa que dice que hay que pintar los huevos de rojo y golpearlos entre sí.

También están la comida, el café, los bailes: la musaka -un pastel de carne con berenjenas- el baklava - un postre elaborado con una masa fina y crocante que lleva almíbar y nueces- el Zorba, que, aunque es una danza de la modernidad, ya se transformó en algo típico de los griegos, el café negro molido bien fino, la lectura de la borra del café que, dicen, hacían sus abuelas.

Un encuentro

Centro de la colectividad griega en Uruguay
Centro de la colectividad griega en Uruguay. Foto: J. M Ramos

En 1986 dos hermanos griegos que vivían en Santana do Livramento quisieron invitar a sus amigos griegos de Brasil, Uruguay y Argentina a cenar. Fue ahí que, el entonces presidente de la Colectividad Helénica del país pensó que ese era un encuentro que había que repetir y decidió que, al año siguiente, harían lo mismo en Uruguay.

Así surgió, en 1987, el primer encuentro de comunidades helénicas de la región. El último se había hecho en el año 2000.

En 2020, en plena pandemia y tras encontrarse en vivos de Instagram y conversar entre ellos, los miembros de las distintas colectividades griegas de Sudamérica decidieron que había que volver a reunirse.

Así, los uruguayos empezaron a organizar el próximo encuentro -Reencuentro Clérico Laico de las Comunidades Helénicas en Sudamérica- que, finalmente, se realizará entre el 7 y el 11 de octubre y al que vienen colectividades de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Bolivia. Además participarán autoridades del gobierno griego. Para ellos, dice Panayotis, este encuentro también es una forma de mantener viva la cultura y, también, de homenajear la memoria.

“Tanto Pablo como yo crecimos en la colectividad. Y me acuerdo de los encuentros anteriores: todas las colectividades trabajaban mucho durante un año entero para poder venir, sucede algo muy lindo cuando nos encontramos”.

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