Una obra de teatro, una camioneta y 4.000 funciones por todo el país: la historia de Beatriz

Beatriz Rodríguez tiene 60 años y junto a su grupo de teatro ambulante Había otra vez han recorrido cada rincón de Uruguay.

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Beatriz Rodríguez actuando en una escuela

Por Soledad Gago

La casa es grande, dice. Hay que subir una escalera hasta llegar a una sala amplia donde hay un piano, y, sobre el piano, una computadora, hojas, papeles. Hay sillones y parlantes y cuadros. En un extremo hay dos ventanales de marcos de madera por los que hoy, un martes a las cinco, la tarde entra entera, como si no existiese en ninguna otra parte.

La casa es grande, repite. Antes vivía aquí con sus cuatro hijos, pero ahora solo queda uno, los demás ya crecieron, ya viven en otro lado. Esta, la de los ventanales, es la sala en la que una de sus hijas da clases de canto y, también, el espacio en el que ella trabaja.

De Beatriz Rodríguez podría decirse esto: que es una mujer que siempre hizo lo que quiso. O esto: que es una mujer libre. O esto: que contiene, hoy, en sus 60 años y en el cabello rojo y en los ojos claros, toda la pasión del planeta.

Beatriz Rodríguez vive en una casa enorme y tiene una historia que contar. Se sienta frente al piano, de espalda a las ventanas y a los árboles del patio y al sol, y dice que todo empezó cuando tenía cinco años y sus padres la llevaron a clases de guitarra. Que estudió un tiempo con una profesora y que después siguió aprendiendo sola, que practicaba cantando canciones de Alfredo Zitarrosa porque era lo que escuchaban en su casa. Que la suya, dice, es una historia que tiene que ver con muchas cosas pero, sobre todo, con ese entusiasmo con el que se toca la guitarra por primera vez, que, es también, la fuerza con la que se conquista el mundo.

A los 14 años tuvo una banda tributo a los Beatles con una de sus amigas que tocaba el piano. A los 19 se casó, se fue de la casa de sus padres y se divorció a los tres meses. Después conoció a otra persona, se puso en pareja, dejó de estudiar y empezó a cantar donde podía. Ella lo cuenta así: “Me volví hippie. Eran los años impulsados por el flower power y toda aquella explosión, que acá estaba más tapada por la dictadura”. Terminó el liceo -hizo sexto de medicina- y, en 1985, tuvo a su primera hija. Entonces todo cambió: “Es difícil vivir como yo vivía cuando sos madre, tenés que encarar de otra manera”.

Se separó, se fue a vivir con su madre, estudió en la Escuela Universitaria de Música y empezó a trabajar en el Sodre, como ayudante de la directora del coro de niños y jóvenes. Volvió a casarse, tuvo tres hijos más y entonces, además del trabajo en el Sodre, empezó a vender libros de estudio junto a su padre. Era 1992 y tenía 30 años. Al principio ofrecía los libros en ferias pero después empezó a recorrer escuelas. Llegaba con los libros en una bolsa, entraba a las distintas clases, les mostraba los libros a los niños, charlaba con ellos.

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Beatriz Rodríguez cantnando

En 2001 editó el suyo propio. Había otra vez, un libro de tapa dura con cuentos, ilustraciones y canciones, que además incluía un disco. Hizo 2000 copias y un año después el país cayó en una de las crisis económicas y sociales más grandes de la historia. Entonces transformó a su libro en una obra de teatro musical con la ayuda de una de sus maestras de guitarra, integró al elenco a dos de sus hijos y a algunos de sus amigos y en julio de ese año se presentaron por primera vez en un teatro de Montevideo.

“Pero entonces pensé que tenía que llevar eso a los lugares en los que antes me habían abierto las puertas. Yo me hice visitando las escuelas del interior, hablando con las directoras, con los niños, con sus familias. Y así llevamos la obra al teatro de Minas, que es la ciudad de mis padres. Esa fue la primera vez que viajamos al interior. Desde entonces nunca más dejé de hacerlo”.

Beatriz se para, baja las escaleras, abre la puerta de un garaje y muestra: ahí, dice, llevamos todo lo que necesitamos. Y señala un tráiler anaranjado, ni tan grande ni tan pequeño, que sostiene unos hierros negros.

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Grupo de teatro Había otra vez

“Eso es todo lo que necesitamos para hacer la obra, ahí va el vestuario, la escenografía, los parlantes y los amplificadores, la guitarra, los títeres que manejamos. Lo atamos a mi camioneta y así hemos recorrido todo el país, desde capitales de los departamentos hasta pueblitos de calles de piedra en los que nos han seguido vacas”.

El grupo se llama Grupo de teatro Había otra vez (así también se encuentran en Instagram). Solo en 2022 hicieron 314 funciones en todo el país: en teatros, en salones de escuelas y de colegios, en gimnasios, al aire libre. En promedio, calcula Beatriz, han hecho 200 funciones por año, desde hace 20 años. Es decir que, aunque no las tiene contadas, llevan hechas aproximadamente 4.000 funciones en todo el país.

Aunque al principio era solo una obra musical, después de algunos años la hicieron más teatral. Y ella, que no tenía formación como actriz, empezó a hacerse arriba del escenario y también con directores y directoras que la han ayudado.

Ahora, aunque haya pasado tanto tiempo, aunque las cosas hayan cambiado, las formas siguen siendo las mismas: Beatriz llama a las escuelas, se anuncia, cargan todo en el tráiler anaranjado, lo enganchan a la camioneta, Beatriz cocina y lleva viandas para todos y salen a recorrer el Uruguay. Les gusta, dice, ir a los lugares a los que saben que los esperan, los que quieren. Eso es lo que termina por darle sentido a toda su historia, a toda su pasión por hacer lo que hace.

“Cuando vos estás arriba del escenario estás así, abierto, y estás brindando mucho amor que después te vuelve con más fuerza. Hay lugares en los que están esperando a que vuelvas, porque nosotros hemos llegado a lugares en los que nunca habían visto teatro. Y además, la gente del interior es maravillosa”.

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