Por Victoria Vera Ziccardi/La Nación/GDA
En 1900, la esperanza de vida media de un recién nacido era de 32 años; en 2021, la cifra se duplicó hasta los 71 años. Las estadísticas revelan un incremento constante en la longevidad de la población y esto plantea cuestionamientos profundos sobre la calidad de vida y las formas que los individuos eligen para alcanzarla.
“Este aumento extraordinario es el resultado de una amplia gama de avances en salud (en nutrición, agua potable, saneamiento, atención médica, antibióticos, vacunas y otras tecnologías y esfuerzos de salud pública) y mejoras en los niveles de vida, el crecimiento económico y la reducción de la pobreza”, se detalla en un informe presentado por OurWorldInData, un sitio digital que presenta datos y resultados empíricos que muestran el cambio en las condiciones de vida en todo el mundo.
"Es evidente que hay una relación lineal entre los hábitos de vida saludables y la cantidad de años de vida por vivir con una calidad digna así como también ocurre lo contrario con hábitos o costumbres ‘tóxicas’ que desencadenan un envejecimiento prematuro o con discapacidades”, afirma Gabriel Lapman médico nefrólogo y cardiólogo especialista en medicina de vida y autor del libro Reset y Más zapatillas, menos pastillas.
Asimismo, Lapman destaca que como consecuencia de las costumbres insalubres, hoy se construyen más centros de rehabilitación y menos hospitales dado que la gente vive más tiempo, pero con algunas limitaciones físicas.
Frente a ello, los especialistas comparten hábitos que perjudican durante el proceso de envejecimiento.
Mala hidratación
“La sinapsis, las conexiones entre las neuronas, las células que las sostienen y las cuidan junto con todo el tejido nervioso requieren de agua para funcionar adecuadamente. Cuando este líquido disminuye, aparecen manifestaciones como la disminución del rendimiento cognitivo, la dificultad para concentrarse y tomar decisiones y esto repercute en la memoria a largo plazo”, cuenta Alejandro Andersson, médico neurólogo y director del Instituto de Neurología de Buenos Aires. A continuación, añade que la deshidratación también impacta en el estado de ánimo. “Causa irritabilidad, ansiedad, cambios del temperamento y fatiga mental, que te hace sentir más cansado y menos alerta”, dice.
Para prevenir o evitar la deshidratación y sus efectos negativos en el envejecimiento cerebral, Andersson recomienda: mantener un consumo regular de agua a lo largo del día, incluso si no se siente sed de inmediato; prestar atención a signos como sequedad en la boca, orina de color oscuro y sensación de mareo, ya que estos pueden indicar deshidratación; e incluir en la dieta alimentos hidratantes como frutas y verduras.
Dormir mal
Tener un descanso inadecuado es una de las principales causas del envejecimiento prematuro dado que este hábito –necesario para vivir y funcionar correctamente– hace que el organismo se reponga para sobrellevar el día a día.
Melisa Jurozdicki, médica pediatra y especialista en obesidad, explica que cuando el desarreglo en los relojes internos se vuelve algo común en uno, una de las consecuencias se ve plasmada en la salud intestinal. “Aparecen cambios en la digestión y el metabolismo; aumenta el peso, la presión arterial y se desregulan las hormonas que controlan el apetito”, señala.
También asegura que no dormir bien hace que se desequilibre el eje grelina-leptina (hormonas que desempeñan un papel clave en la regulación del apetito y el metabolismo energético) y por ende, el cuerpo necesite más glucosa libre, lo que afecta el peso corporal y aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades.
Fumar y beber alcohol
Si realmente se desea evitar el envejecimiento prematuro y/o la mala calidad de vida, los hábitos de fumar y beber alcohol deberán ser de los primeros a erradicar. “El alcohol envejece, cuenta con más de 500.000 muertes directas en América y sin contar la gran cantidad de muertes indirectas que produce”, dice el Dr. Lapman.
Según desarrolla, uno de los grandes problemas del consumo de estas bebidas es que las personas no se miden respecto de las cantidades, lo que a largo plazo puede evolucionar en afecciones como cirrosis, problemas urinarios, digestivos y cardiovasculares.
Lapman afirma: “los fumadores respiran peor, consumen cientos de tóxicos que son factores inflamatorios que conducen al envejecimiento y tienen probabilidad de desarrollar ateroesclerosis”. Tanto el tabaco como la marihuana o los vapeadores, explica, aumentan el riesgo de muerte en un 10% y se vinculan con atrofia cerebral, trastornos psicomotrices y patologías pulmonares.
Exceso solar
“La sobreexposición al sol causa el 80% de los signos prematuros de envejecimiento en la piel, por lo que pasar demasiado tiempo expuestos a los rayos UV y no usar protector solar diariamente, es una de las principales causas de la aparición de manchas o arrugas”, señala un estudio titulado “Protección solar: un recurso didáctico primario”.
Coincide con lo mencionado en un comunicadode la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale en el que se explica que los rayos del sol pueden tener consecuencias a largo plazo acechando dentro de la piel, incluso si no se experimenta una quemadura.
“A diferencia del envejecimiento cronológico normal, que está dictado por la edad y la genética, el fotoenvejecimiento ocurre cuando la luz ultravioleta del sol y/o las camas solares dañan permanentemente la estructura de la piel. Para ver la diferencia entre envejecimiento cronológico y fotoenvejecimiento, se debe comparar la piel de un área del cuerpo que no está expuesta al sol con la piel del rostro”, aconseja el comunicado.
Según la institución, algunos síntomas del fotodaño son: arrugas, cambios de pigmentación como manchas de la edad, manchas hepáticas (léntigos solares) y pecas, textura de piel áspera y desigual, capilares rotos (arañas vasculares) alrededor de la nariz y el pecho.
¿Cómo prevenirlo? Se recomienda utilizar un protector solar de amplio espectro, que proteja la piel de los rayos UVA y UVB junto con un factor de protección solar (SPF) de 50 o más.
Dieta baja en fitonutrientes
Los fitonutrientes son sustancias que provienen del reino vegetal, pero que no son nutrientes en sí mismos, es decir, no son necesarios para el funcionamiento del organismo, pero su consumo ofrece beneficios para prevenir y tratar ciertas enfermedades.
Llevar una alimentación similar a la dieta mediterránea que está centrada en cereales integrales, frutas, vegetales, granos enteros y nulidad de grasas trans y baja cantidad de azúcar es ideal para incorporar fitonutrientes, revela Lapman. “Estos alimentos se asocian a un menor riesgo de acv, problemas cardiovasculares e hipertensión”, agrega.
Asimismo, el especialista hace hincapié en que hoy en la sociedad predomina la “comida basura” y que dada la falta de fitonutrientes no hay forma de neutralizar los excesos de los alimentos tóxicos y de los contaminantes como el alcohol, las drogas o el cigarrillo. “La mala alimentación hace que las células crezcan más rápido y se genere estrés oxidativo –afección que se presenta cuando hay demasiadas moléculas inestables llamadas radicales libres en el cuerpo–”, advierte.
Ser sedentario
La actividad física regular ayuda a prevenir y controlar las enfermedades no transmisibles como la diabetes, varios tipos de cáncer y las enfermedades cardíacas, vasculares, respiratorias y renales. También ayuda a prevenir la hipertensión, a mantener un peso corporal saludable y puede mejorar la salud mental, la calidad de vida y el bienestar general. A esto, el Dr. Lapman añade que para los profesionales es obligatorio evitar el sedentarismo dadas sus consecuencias negativas y aconseja realizar un mínimo de 150 minutos de ejercicio físico aeróbico semanal y 2 o 3 veces de actividad anaeróbica semanalmente para prolongar la longevidad.