ESCRITURA
Tamaño, forma y espacios: la manera en que escribimos dice mucho sobre nosotros.
Así como no pensamos cómo pronunciar cada palabra al momento de hablar, tampoco analizamos cómo escribir cada letra cuando agarramos papel y lápiz. Esto hace que la escritura sea una actividad que realizamos de manera automática y, por lo tanto, puede evidenciar aspectos sobre nuestra personalidad sin que nos demos cuenta. En este contexto surge la grafología, una técnica que proyecta los rasgos psicológicos, biológicos y sociales de un individuo a partir de su escritura.
Letras que hablan.
Santiago Aranco trabaja como grafólogo desde el 2010. Una vez, tuvo que analizar las cartas de Horacio Ramos, un ex militante sindical e integrante del Movimiento de Liberación Nacional (MLN) que estuvo preso desde el año 1970 y apareció muerto en el Penal de Libertad el 30 de junio de 1981. “Se cuestionaba si se había ahorcado por propia voluntad o si lo habían presionado para que se ahorcara”, señaló.
Para sumar información al seguimiento del caso, el grafólogo estudió las cartas que Ramos le había enviado a su familia para determinar si tenía predisposición al suicidio o no. Finalmente, se encontró con que “había una falta de tensión en los trazos y la escritura se iba achicando, además de que había pequeños descensos súbitos, es decir, letras que de golpe caían por debajo de la línea”. También notó que dejaba un margen derecho muy amplio, “lo que implicaba un temor a lo desconocido o por lo menos no tener un proyecto a futuro”. Esto, sumado a otros indicadores, resultó en que sí había una predisposición al suicido, aunque subrayó que eso no determina que efectivamente se haya suicidado.
Según Aranco, el grafólogo no elabora diagnósticos, sino proyecciones biopsicosociales. “Biológicas en cuanto a que la escritura es una capacidad motriz controlada por el cerebro, sociales en cuanto a que es una forma de comunicación, y psicológicas porque hay elecciones de forma, tensión, márgenes, etc.”, explicó.
Verónica Quintero es terapeuta en programación neurolingüística y utiliza la grafología como insumo al momento de atender pacientes. “El grafólogo no hace diagnósticos y tampoco se trata de una adivinación, que es muchas veces la crítica que se le hace a la técnica”, sostuvo. En este sentido, agregó que nunca se estudia un indicador de forma aislada, sino que siempre se analiza en conexión con otros indicadores.

El método.
Otro caso que Aranco recuerda especialmente es el de una mujer que estaba en un centro de salud y había escrito unas cartas diciendo que la maltrataban. “Se intentaba determinar si tenía Alzheimer y desconocía lo que sucedía o si lo que estaba escribiendo era verdadero”, contó el grafólogo. Presentó un informe en el que concluyó que la persona sí tenía principios de demencia.
Para Aranco, una de las cosas más llamativas de la grafología es su no linealidad: “No hay un modelo que dice que si uno escribe de tal forma significa tal cosa, pese a que hay muchos que dicen eso solo con la intención de vender”. Por ejemplo, no es que escribir con letra grande es de personas orgullosas, o que hacerlo de manera desequilibrada implica tener baja autoestima: “Hay un montón de combinaciones que se tienen que dar juntas para poder determinar el perfil”.
A su vez, es importante asegurar “el mayor rigor científico posible”, afirmó Quintero. Para lograrlo, se le pide a la persona que esté en un ambiente adecuado para escribir, que lo haga en un papel determinado y con un útil que esté en buen estado. “Si el útil está en mal estado la persona va a presionar más para que escriba y eso va a generar que esté todo el tiempo atenta a cómo está escribiendo”, explicó la grafóloga. Además, se pide un escrito de al menos una carilla y media, porque así uno se va “enganchando con la historia” y empieza a escribir de manera automática.
La grafología puede aplicarse a nivel de selección de personal, en la infancia para evaluar problemas de aprendizaje o de relacionamiento y también en adultos para elaborar perfiles psicológicos. “Nos puede revelar información sobre qué tan organizadas son las personas, si son lanzadas al futuro y les gustan los cambios, y si están cansadas física o emocionalmente, entre muchas otras características”, expresó Quintero.
En la selección de personal, muchas veces los candidatos se esmeran para escribir de determinada manera, “pero eso también se ve en la escritura”. Según la grafóloga, “si una persona está forzando el trazo eso se ve. Se nota la marca del esfuerzo y del cuidado de la forma, y eso también habla sobre la persona”.

Manifestar nuestro interior en el papel.
Cuando Verónica Quintero comenzó a estudiar grafología, le llamó mucho la atención “cómo podemos manifestar lo que ocurre dentro de nosotros en el papel, a través de la escritura”. Trabajó dos años como docente de la materia y ahora estudia una especialización en grafología y neuroescritura online en un centro de España.
Jamás ha realizado un estudio de sus propios escritos, pero sí pudo descubrir aspectos sobre sí misma a partir de “determinadas formas o transformaciones en la escritura a lo largo del tiempo”.
Santiago Aranco tampoco ha hecho un perfil sobre sí mismo. “Con el tema del autoanálisis hay que tener mucho cuidado de no caer en la subjetividad”, señaló. En este sentido, recomienda pedirle a otro profesional que lo haga.
El grafólogo tiene su propio instituto llamado Aranco & Asociados donde da clases para aprender esta técnica. Antes también contaba con una parte de estudio jurídico donde aplicaba la grafología a nivel forense y judicial, pero ahora se dedica “a pleno” a la docencia.