Imaginen a un anciano que quiere saber el pronóstico del tiempo para toda la semana (es su objetivo) y para ello cada domingo compra el diario y consulta el pronóstico meteorológico.
Con el tiempo descubre que es más cómodo verlo por televisión. Se adapta: compra un televisor, aprende a prenderlo y a buscar el canal del tiempo, su objetivo no cambia.
Pero los tiempos avanzan. Llega Internet, con información mucho más precisa. Lo más probable es que, paulatinamente, el anciano acabe aprendiendo a encender la computadora y acceda a la web del tiempo. Se adaptó.
Pero todavía hay una manera más avanzada y rápida de conocer el pronóstico: la aplicación de un teléfono móvil; el objetivo se mantiene pero el camino es mucho más exigente, hay que descargar la aplicación, explorarla y averiguar cómo funciona. Difícil, pero ¿por qué es tan complicado continuar aprendiendo en la vejez?
Ahora, un estudio realizado con ratones y publicado en la revista científica Neuron, muestra que este declive mental asociado a la edad es resultado del deterioro de las llamadas "interneuronas colinérgicas gigantes del estriado", unas células nerviosas que están directamente implicadas en la renovación del aprendizaje, y cuyo deterioro reduce la capacidad de adaptación.
Y es que "aunque las personas con más estimulación y una elevada actividad cerebral (viajar, leer, hacer crucigramas...) lo tienen más fácil, por lo general, la capacidad de adaptación se deteriora con la edad", explica el coordinador del estudio, Jesús Bertran-González, investigador en la Universidad de Queensland.
El estudio probó que los ratones viejos no tienen problemas de aprendizaje para un primer objetivo, "el problema llega cuando tienen que adaptase a información nueva, a las nuevas formas de alcanzar ese objetivo".

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