FAMILIA NOMADE

Mauricio Feippe (39) y Sofía Solari (43) emprendieron la aventura de ser una familia nómade junto a sus hijos Olivia (10) y Simón Feippe (8) hace ya tres años. Desde entonces viven mayoritariamente en un motorhome tras el objetivo de tener experiencias que amplíen su mente y posibilidades.

La historia empezó en Bella Vista, en la provincia de Buenos Aires (aproximadamente a 45 kilómetros de la capital argentina) en el 2019, un año antes de la pandemia. Cruzaron hasta Colonia en barco porque desde el inicio la idea era estar un tiempo en Uruguay, tierra natal de Mauricio y donde reside parte de su familia.

Desde ese cruce se sucedieron un montón de acontecimientos con el camper, desde un robo hasta un motor que se fundió, y en consecuencia se quedaron bastante tiempo más del que planeaban inicialmente.

Cuando estuvo listo el motorhome y pretendían ir hasta Brasil, llegó la pandemia por coronavirus y se quedaron otro año y medio más porque moverse por las fronteras terrestres era muy complicado. Así, se instalaron y esperaron a que calmaran las cosas para ver qué sucedía. Recién este verano pudieron recorrer Brasil y ahora pasan el invierno nuevamente en Uruguay.

Sofía cuenta que esta no fue una idea de los cuatro porque los niños eran muy chiquitos (Olivia tenía 7 años y Simón 5 cuando se fueron de Argentina).

“Nos empezó a pasar que teníamos ganas. Cuando los niños eran más chicos aún, hicimos un viaje a España y Francia, al casamiento de un familiar, y descubrimos que estaba bueno y se podía viajar así. A la vuelta de ese viaje, primero compramos una casa rodante para probar y nos encantó”, narra. Cuando volvieron de esa prueba piloto no hubo dudas: la vendieron y compraron un motorhome para empezar a armar.

El plan original era hacer vacaciones en esta modalidad, pero cuando lo empezaron a ver mejor, que notaron que había mucha gente viajando, que se podía vivir de otra manera, en un momento se dieron cuenta de que estaban todo el día viendo como otros lo hacían y todo cambió.

“Éramos felices, teníamos buenos trabajos, pero la realidad era que al final del día pensábamos y no nos veíamos 20 años así, en el mismo lugar”, recuerda.

Sin más, se tiraron al agua, dejaron todo, vendieron sus cosas y se fueron.
Sobre la reacción de sus familias, Sofía sostiene que ya los conocían y que para muchos de ellos no fue una gran sorpresa, y de hecho fue un cambio paulatino.

“Lo que si nos decían un montón los amigos y también algunos familiares cercanos era que estaba bien, que los niños eran chiquitos y que se podía, como que luego no podríamos hacerlo. Lo pensaban como por plazos, como de tener que establecer tiempos para hacer las cosas”, señala en diálogo con El País.

Una de las cosas que más genera curiosidad es lo referido a la educación formal de los niños.

“En Argentina hay un sistema de educación a distancia, la del ejército, así que los chicos están escolarizados. Este sistema está planteado para argentinos que viven fuera del país”, explica Sofía.

Así, Olivia y Simón estudian a distancia, en grados como las clases presenciales, con la diferencia de que sus padres son los tutores; se les envía bibliografía y luego rinden exámenes.

“En el día a día somos nosotros los que estamos arriba de ellos para enseñarles, es muy desafiante. Es como la época de la pandemia pero por elección”, detalla.

“Al principio uno romantiza lo que es estar siempre presente en la educación de los hijos pero después con el tiempo ves las diferencias que tienen para entender, procesar e incorporar las cosas a su vida”, desarrolla.

Cuando estuvieron varios meses instalados en Canelón Chico los niños fueron a una escuela uruguaya y descubrieron que el programa en muchas cosas, como matemáticas, lenguaje y ciencias naturales, es muy parecido.

“Cuando estás todo el tiempo en movimiento ellos están todo siempre interactuando y divirtiéndose, pero cuando de repente estás en un lugar fijo más tiempo, como cuando estuvimos en el campo, ellos necesitan actividades para interactuar con amigos, tener conversaciones de pares”, analiza.

Por su parte, los adultos dejaron todos sus vínculos de trabajo y desde ahí se reinventaron. Mauricio, al ser uruguayo, tuvo la posibilidad de conseguir un empleo más vincular, pero Sofía trabaja online escribiendo para otros emprendedores.

Antes de cruzar a Uruguay, la familia había hecho un viaje por el norte argentino; cuando ya dieron el paso de cambiar de vida fueron a Colonia, Montevideo, toda la costa hasta el Chuy (en Punta Negra y Solís se establecieron un poco más), Canelón Chico, Brasil (todo el sur hasta Florianópolis) y vuelta a Uruguay pasando por Cerro Largo y Tacuarembó hasta establecerse actualmente en Piriápolis, donde estarán hasta diciembre por lo menos.

En ese contexto decidieron alquilar una casa y moverse desde allí en el motorhome.

“A lo que los chicos crecieron, moviéndonos un montón, ellos manifestaron que querían un tiempito de tener un lugar donde la gente los pudiese visitar”, cuenta.

“Necesitaban una temporada de actividades rutinarias con amigos y espacio. Siempre nos planteamos el punto de que las necesidades cambian y que hay que tenerlas en cuenta”, sentencia.

Justamente, el tema de la rotulación y una estructura los identifique como nómades es más que nada porque siempre hay preguntas. Al principio, los Feippe pensaban que eran una familia viajera, pero la experiencia de vida los fue llevando a darse cuenta el termino nómades los identifica más. Estar en movimiento no necesariamente implica estar todo el tiempo arriba del motorhome recorriendo todos los continentes sino que es un “estilo de vida y forma de planificar a corto plazo de acuerdo a las necesidades que uno tiene y las experiencias que se tienen”, sostuvo Sofía.

Hasta diciembre estarán en Piriápolis y luego la idea es viajar por Argentina porque los niños no la conocen tanto.

“Necesitamos espacio para ellos y para nosotros, viajar un tiempo y bajar del motorhome por un par de meses al menos. Queremos probar eso en nuestro país en algún momento”, confía Sofía.