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A 40 años de la muerte de Fay Crocker: la golfista uruguaya que es la mejor de la historia de Sudamérica

En 1955 ganó el US Open, el mayor torneo de golf a nivel mundial. Ninguna mujer sudamericana lo ha conseguido

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Fay Crocker, golfista uruguayo
Foto: Archivo El País

La cara limpia, el palo corto, la mirada rígida, la sonrisa tímida, nunca demasiado prolongada. Una pollera que le tapa las rodillas, que baja casi hasta los tobillos. Una camisa blanca, impecable. Es fines de junio de 1955 y Fay Crocker, golfista, uruguaya, está en Estados Unidos para jugar el US Open. Tiene 40 años y una convicción de acero. No es la primera vez que participa de esta competencia, ya lo hizo el año anterior y quedó en el séptimo lugar. Pero este año hay algo diferente: una rebeldía, una potencia, una confianza, la experiencia de más de 30 años practicando, todos los días, el mismo deporte.

En Montevideo, en la casa de la calle Cavia donde vive, su familia y amigos están atentos y pegados al teléfono. Fay está jugando el primer día del torneo y esperan su llamada para conocer los resultados. Cuando suena el teléfono atiende su padre, Federico. Del otro lado, Fay dice: “Gané”.

Al día siguiente sucederá otra vez lo mismo: la reunión en la casa de Cavia, la llamada desde la otra punta del continente, la voz de Fay anunciando su triunfo.

El último día del torneo se juega en doble turno, en la mañana y en la tarde. El viento sopla con fuerza en el Wichita Country Club de Kansas, donde se juega el torneo. Fay llegó como líder, con siete golpes de ventaja sobre la competidora que la sigue. Es 2 de julio y Fay erra los dos primeros golpes. Después frena, piensa, respira, intenta tranquilizarse. Sabe que el juego ocurre primero en la cabeza, que todo depende de eso: de estar clara, de estar fina, de estar precisa, de esta confiada. A los otros hoyos los juega de esa manera: clara, fina, precisa, confiada.

Y así juega. Es de 2 de julio de 1955 y Fay Crocker, uruguaya, 40 años, acaba de ganar el US Open, el máximo torneo de golf a nivel mundial. No lo sabe, pero en Sudamérica ninguna mujer logrará algo igual en el golf a nivel profesional. No sabe, tampoco, que este título y una carrera impecable harán que se convierta en la mejor deportista en un deporte individual de la historia del Uruguay.

Cuando le entregan la medalla Fay dice, más o menos, esto: que hay dos tipos de nervios, los que te tiran abajo y los que te fortalecen. A ella, hoy, la fortalecieron. Después, buscará la forma de hacer la llamada más rápida que consiga hacia Uruguay. La casa de la calle Cavia será una fiesta.

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Fay Crocker. Foto: Archivo El País

***

Fay tenía seis años cuando su padre, Federico Crocker, uno de los socios fundadores del Club de Golf del Uruguay, cortó un palo a su medida y le enseñó a jugar. La familia vivía en una chacra y, en un corredor que tenía en el frente, Federico armó un pequeño campo de juego para que su hija practicara. Después, jugaba en una cancha de nueve hoyos en el Cerrito de la Victoria.

El golf se volvió su vida entera y, de adolescente, Fay era invencible en Uruguay: ganaba todos los torneos nacionales que jugaba, no tenía rivales posibles.

Eso hizo que, a los 18 años, decidiera ir a competir en Argentina, una de las potencias máximas del golf en la región.

Allí ganó 18 veces el campeonato nacional, y solo perdió una final. “Nadie ha logrado ganarlo tantas veces”, dice Eduardo Payovich, golfista uruguayo y gran conocedor de la vida de Fay. “En Argentina es muy querida. De alguna forma hizo su vida allá, su grupo de amigos estaba allá. Hasta crearon un torneo con su nombre”, cuenta Christina Mullin Crocker, una de las sobrinas de Fay.

Una vez, a los 24 años, estando en Uruguay, pidió para jugar contra los hombres. La comisión directiva del Club de Golf se reunió para decidirlo: nunca antes una mujer había pedido algo igual. La habilitaron, con la condición de que jugara desde la salida de los hombres (a una distancia mayor que la salida de las mujeres). Ella aceptó. Y ganó.

“Solo Fay hacía esas cosas”, dice Eduardo. Una vez, después de ganar el US Open, a Fay la invitaron a un homenaje en el Estadio Centenario. Jugaba Nacional contra Peñarol y el estadio estaba repleto. Ella entró a la cancha con su equipo al hombro, acompañada por su padre. Se paró en el centro y empezó a dar golpes para meter las bolas en los dos arcos. Solo Fay hacía esas cosas.

AEstados Unidos se fue por la misma razón por la que se había ido a Argentina: para jugar. Para Fay, el golf era lo primero y sabía -siempre supo- lo que quería: llegar más lejos, jugar mejor, ser campeona.

“Me imagino que tuvo que haber sido muy difícil irse sola, siendo mujer, a Estados Unidos. Fay era una mujer muy adelantada para su época, siempre lo fue”, cuenta Angelica Leborgne, una de sus alumnas.

Fay regresó a Uruguay para cuidar a sus padres después de ganar en Estados Unidos y no volvió a jugar. Desde entonces, se dedicó a dar clases.

“Era una mujer rígida pero cálida, muy sobria. Y a sus clases se iba a trabajar, no a perder el tiempo. Fay venía al club y era una institución, nosotros la mirábamos con mucho respeto, era nuestro idolo”, dice Francisco Etcheverry Ferber, expresidente del Club de Golf, uno de los máximos golfistas de la historia Uruguay.

Las personas que la conocieron hablan de eso: de la confianza que tenía en su propio juego, de su carácter fuerte, de la convicción con la que jugaba, de la pasión que sentía. Incluso, después de haberse retirado, todos los días se la podía ver sentada al lado de un árbol que ya no está en el Club de Golf. Desde allí daba sus clases: tenía la misma confianza, la misma convicción, la misma pasión.

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