Visitadores médicos sin remedio para el corazón

| La obra tiene coreografías y músicas que ambientan esta gran historia de perdedores

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CARLOS REYES

Cuatro visitadores médicos tienen un punto en común más allá de una sólida amistad. Todos lloran la ausencia, temporal o definitiva, de sus respectivas mujeres. Sobre ese argumento se arma Rotos de amor, que llegó de Argentina para presentarse hoy y el fin de semana en el Teatro Stella. Dirigida por Daniel Suárez Marzal, la puesta cuenta con un elenco de primera, compuesto por Víctor Laplace, Daniel Fanego, Patricio Contreras y Gustavo Garzón.

La obra se estrenó el 21 de diciembre pasado en Mar del Plata, donde pese a no ser un espectáculo veraniego mereció ser nominada al premio Estrella de Mar a la mejor comedia dramática. Luego salió de gira por Argentina, recorriendo las grandes capitales y también los pequeños poblados.

"Afortunadamente -manifestó a El País el actor Patricio Contreras- esta modalidad de ir también por los pueblos se va imponiendo de a poco. Estuvimos en pequeñas ciudades, como Villa Regina o San Rafael, donde hay un público distinto, más pudoroso en sus expresiones, aunque rápidamente se incorpora al humor que la obra propone, que tiene elementos surrealistas".

Escrita por Rafael Bruzza, esta comedia, que transita entre Fontanarrosa y Dolina, tiene el atractivo de delinear cuatro personajes muy definidos. Armenio (por cuenta de Laplace) es correcto, muy discreto, pero su vida matrimonial se quebró como consecuencia de sus inevitables ronquidos. Rodríguez (el papel de Contreras), es ampuloso en sus modales, que trata de no perder cuando al rechazo de su esposa se suma el de su perro, que también prefiere tenerlo lejos.

Completan en cuarteto El Mudo (Fanego, interpretando a un viudo que llora su soledad con sonidos guturales) y Berlanguita (Garzón), que sigue prendido de un viejo amor que él convirtió en ilusión. Así, si todos son hombres solos, cada uno siente emociones diferentes ante su situación y la de sus propios compañeros.

Sin embargo, como apunta Contreras, todo este valle de lágrimas se sitúa en las antípodas de la realidad: "Las giras nos permiten retomar una costumbre ancestral, que es compartir la mesa luego de la función, en una especie de comunión muy ligada con el origen de nuestro oficio. Y con esta obra, a algunas giras cortas, que van más o menos de jueves y domingo, hemos ido con nuestras parejas, cuando nos ha sido posible. Ellas se han hecho amigas, por lo que el clima de las giras se hizo muy grato. Ahora a Uruguay vamos solos, pero hemos compartido muy buenos momentos las cuatro parejas juntas, en contraposición a lo que se puede ver en el escenario".

Contreras, nacido en Chile y argentino por adopción, lleva 31 años viviendo y trabajando en Argentina. A Uruguay llegó como actor en 1987, con un clásico: Made in Lanus. De sus muchos años de oficio, el intérprete declara: "Quiero creer que, afortunadamente, he podido madurar como actor y como persona por medio de este oficio que, a diferencia del futbolista o el bailarín, con los años se puede ser cada vez mejor, descubriendo los pliegues más complejos de la existencia y capturando sutilezas a través de la experiencia. Con más de 30 años de oficio, lo admito sin soberbia, creo que he ido decantando mis medios expresivos, aplacando los ímpetus de la juventud para trabajar con mayor economía de recursos".

secretos. El éxito de esta pieza no reposa solamente en la calidad del texto y sus cuatro intérpretes. Todo un juego visual, musical y coreográfico se pone en movimiento en esta escenificación de Suárez Marzal.

Esto no se logra, sin embargo, a fuerza de gran despliegue escénico. Por el contrario, salvo cuatro sillas y una fonola, el decorado y la utilería brillan por su ausencia. Los suplen, por suerte, algunos números coreográficos, que en clave de tango expresan la soledad del varón, y una música mayoritariamente tanguera, que contribuye a asentar el clima y a remarcar el aire nostálgico de estos cuatro perdedores. Porque en el fondo, una dura crítica al machismo (no digamos al machismo porteño) se desliza en esta comedia con sacudones dramáticos, que desmiente el mito de que los hombres no lloran.

"Con esta obra pasa algo curioso -remata Contreras-, porque en un momento el personaje de Fanego da un giro inesperado, y el público aplaude ese cambio con una fe, una convicción, que muestra cómo participa con una convicción extraordinaria".

En deuda con las mujeres

"No sé como es en Uruguay -afirma Patricio Contreras- pero en Argentina si no fuera por las mujeres el teatro se vendría abajo, porque si mirás nuestras plateas, el público es mayoritariamente femenino, más en el Interior, donde además de esa clase media que consume productos culturales, las mujeres siguen a determinados artistas y los quieren ver personalmente en el teatro. Habría que reflexionar sobre ese hecho, porque los hombres somos bastante inmaduros, y ellas tienen más compromiso con las cosas".

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