MATÍAS CASTRO
Cinco años después de que Enrique Buchichio pensó por primera vez en la historia de "El cuarto de Leo", la película llega a los cines, este viernes. Crítico y realizador de 36 años, Buchichio debuta en el largo tras hacer dos buenos cortos.
La premisa es bien simple: un veinteañero enfrenta el proceso por el que debe aceptar su identidad sexual y se reencuentra con una compañera de escuela que enfrenta sus propios traumas. A pesar de la sencillez que aparenta, hay mucho más detrás de ella y también sobre la pantalla. "Lo que hice al principio fue escribir la historia que quería contar y naturalmente tomó las dimensiones de un largometraje", dice Buchichio sobre su primer paso desde el cortometraje hacia una película de una hora y media.
La idea para la película apareció cuando Buchichio terminó de filmar En la plaza, a finales del año 2004. Con ese cortometraje terminó su carrera en la Escuela de Cine del Uruguay y cerró un proceso que lo inquietaba desde chico. Para explicar esto hay que aclarar que Buchichio es, desde hace varios años, crítico de cine y periodista, por lo que el hecho de que se haya destacado también como realizador lo pone en un lugar particular y casi único en el panorama del cine hecho en Uruguay.
"Primero empecé como crítico. Comencé como espectador", comenta. A los 18 años ganó un concurso de crítica de cine, cosa que lo impulsó a continuar y lo llevó a estudiar Comunicación Social. Al mismo tiempo, en su adolescencia, ya coqueteaba con la idea de hacer películas. Eso lo llevó a una segunda etapa en su formación, por la que a los 28 años se inscribió en la Escuela de Cine del Uruguay. De esa carrera salió como director, presentándose con En la plaza, al mismo tiempo que ya venía ejerciendo como crítico.
"Estudiar cine me parecía fundamental para aprender una serie de herramientas técnicas, que era lo que me faltaba. Y lo que más rescato de la ECU fue el que me permitió vincularme con gente con los mismos intereses. Hasta que no entrás en estos ámbitos estás un poco solo", cuenta el director. Al salir, no solamente tenía su primer cortometraje bajo el brazo, sino la idea para el futuro guión de El cuarto de Leo.
La productora Natacha López, que había estado detrás de El viaje hacia el mar y que recientemente produjo La redota, se interesó por ese guión en el año 2005. Ya conocía a Buchichio y era admiradora de su trabajo como crítico. Ese mismo año ganaron el premio FONA, que les dio el espaldarazo suficiente para continuar adelante. Así filmaron en el 2008 y estrenaron una primera versión del film en el Festival de San Sebastián, en noviembre del año pasado.
evoluciones. La película se apoya fuertemente en la música. En varias escenas, las canciones son prácticamente todo y enfatizan el espíritu de lo que muestra la imagen. Eso, que puede parecer el fruto de un largo proceso de montaje, estaba pensado desde el comienzo. Solamente una escena se enfrentó a cierta incertidumbre, aunque se terminó de formar en los mismos ensayos.
"Una de las sorpresas para mí, o para lo que no estaba preparado, fue el sacrificio de tener que dejar escenas afuera en el montaje por cuestiones narrativas y de ritmo", cuenta. Su guión era de 95 páginas, por lo que, de acuerdo a las convenciones que se suelen seguir, la duración estimada de la película rondaría los cien minutos. Sin embargo el primer corte que hizo duraba casi tres horas. Diálogos largos, escenas secundarias que no aportaban a la forma que finalmente adquirió el film o incluso personajes que no sumaban a la trama tuvieron que ser eliminados. No fue un proceso facil, teniendo en cuenta que la versión que ahora se estrena dura la mitad.
Pero si bien todo esto surgió por el camino, Buchicho no se declara como un aficionado a la improvisación. Pero el proceso comienza para él con la elección de los actores, que si se da bien constituirá el cincuenta por ciento de lo que se vea en pantalla. Encontrar al actor justo para el rol es fundamental, explica, porque no sólo tiene que dar las características físicas del personaje sino que también tiene que conectarse con su historia. Martín Rodríguez, el protagonista, Cecilia Cósero, como su amiga y Gerardo Begérez, como el chico con el que sale Leo, son los pilares. A su alrededor hay actores de talla como Leonor Svarcas y César Troncoso, en papeles menores.
Entre actores y director hay muchas conversaciones y cambios de opiniones antes del rodaje, para desarrollar confianza entre ellos. "La improvisación puede ser un primer paso antes del guión. Pero una vez que tenés el guión, el margen de improvisación es mínimo, pero no porque yo sea un maniático en estas cosas, sino porque convinimos con los actores qué es lo que debe estar está ahí y no hace falta más. Esto no es teatro así que hay que dejar un margen de frescura, pero trabajando sobre una base sólida".
Esa base, convertida ahora en una película sólida, se verá en Uruguay desde mañana. Más adelante todavía, aunque aún sin fecha confirmada, se estrenará en Argentina y ya entró en un circuito alternativo de funciones en Estados Unidos y Canadá. Nada mal para ser el comienzo.
Conexiones con una historia sencilla
Con la historia que tiene de base, El cuarto de Leo podría haber caído rápidamente en el drama sobre los prejuicios sociales y familiares ante un joven que resuelve su sexualidad. O podría haber caído en el panfleto. Sin embargo, la película evita esos dos puntos y, según el director, lo hizo desde que fue gestada. La idea no era hacer un manifiesto sino, cuenta, una historia sencilla sobre el conflicto que atraviesa un joven y su manera de solucionarlo. "El foco fue individual y humano", cuenta.
Si bien se puede decir que hay un tema de fondo, el objetivo del director no fue tratar ese asunto en todas sus dimensiones y hacer una declaración de principios. Este punto de vista tiene que ver con sus preferencias en el cine. Las historias así son las que le interesan, cuenta, porque son las que mejor logran conectarse con el espectador desde el punto de vista emotivo. "Me parece que cuando uno tira líneas y hace discursos se hace una especie de propaganda y para mí el cine no es eso y no es el tipo de películas que quiero hacer. La idea fue hacer una historia honesta, chiquita y sencilla y tratar de que el espectador pudiera conectar con los personajes, más allá de compartir o no experiencias. La idea fue que entendieran lo que le pasa, y que después cada uno puede sacar sus conclusiones".
Hay algunas cosas personales en esta historia. Cuenta que las características de algunos personajes, incluso con el que interpreta Rafael Soliwoda, el joven que comparte apartamento con Leo, que siempre se muestra ausente y absorbido entre la marihuana, la televisión y sus lecturas. Cada uno tiene algún detallecito que al director le hacen identificarse con ellos. Y a su vez, la película "tiene connotaciones personales porque es un proceso que yo atravesé. Pero me sirvió de inspiración, aunque no es mi historia. Sé los miedos y las inseguridades que genera y en eso me basé para que la historia de Leo fuera lo más creíble posible. Y más allá de la experiencia de Leo me identifico con él más en la sensibilidad y en la forma de ver las cosas".
Una elección entre la crítica y la realización de películas
La doble experiencia como crítico y realizador que tiene Buchichio le da una mirada particular sobre su propio trabajo. "Creo que de alguna manera los dos cortos que hice antes fueron un ejercicio para llegar a esto". En la plaza y Noche fría fueron sus dos cortometrajes. "Lo que hago diariamente, como crítico de cine y periodista cultural, si bien no se compara con hacer una película, es una manera de ejercitar un ojo crítico y te permite estar pensando en cine todo el tiempo. Aunque sea a partir de las obras de otros vas aprendiendo cosas que te permiten hacerte una idea". Pero la continuidad y la acumulación de trabajos no es el principal objetivo de Buchichio. "Solamente quiero seguir adelante con mis cosas y eventualmente involucrarme en proyectos de amigos. Vivir de las películas es algo bastante difícil".