Sebastián Auyante
Pegadizo y dulce. Así define el sticker que acompaña la tapa de Hard Candy, un álbum con sonido actual y guiños "retro" cuyas canciones conquistan oídos con la misma intensidad y duración que una golosina.
Una tapa con colores vivos pero algo gastados con una Madonna pálida y enfundada en una especie de traje sadomasoquista. Hay algo de decadencia intencional en el arte del disco, en el que la diva hace una pose diferente para la foto de cada tema y poco más.
Una vez que se pasa del envoltorio al "caramelo", la sensación ante los primeros dos temas de éste lleva carga gustosa. Candy shop y 4 minutes son dos pegadizos temas eficaces y bien producidos. Precisamente lo que Madonna estaba buscando: "Lo único que queríamos era escribir canciones que no te puedas sacar de tu cabeza", dijo en una entrevista reciente con Steve Hochman, periodista de las revistas Rolling Stone, Spin y Entertainment Weekly.
Y para eso la diva, siempre directa y astuta a la hora de planificar sus producciones musicales, fue a buscar a los reyes de la música pop de estos días. El productor del proyecto se llama Pharrell Williams y es una de las mitades del dúo The Neptunes que generó éxitos para artistas como Mariah Carey, Janet Jackson, Nelly Furtado, Gwen Stefani o Britney Spears. O sea, para más de medio firmamento de la música más escuchada en los Estados Unidos.
Si Pharrell fue el gran fichaje - "íbamos a hacer una sola canción con él, pero luego decidí que produjera todo el trabajo", explica la diva- Madonna completó el equipo con Timbaland, otro "galáctico" y solicitado productor de rap. A ellos se sumó la estrella del R&B Justin Timberlake. "Luego de Confessions on a dance floor, me exprimí la cabeza pensando `¿qué quiero hacer ahora?` Entonces me dije `Okey, ¿qué música amo en este momento? ¿Qué discos compré?` En las respuestas aparecieron ellos tres. Ahí pensé: `¿Por qué no trabajar con ellos?` Y lo hice".
En otro momento de su carrera, "la Ciccone" supo rodearse de artistas más volcados al rock como Lenny Kravitz, que en 1990 escribió para ella Justify my love. Pero en un contexto actual en el que el rock mira con obsesión paranoica al pasado y se debate entre la experimentación y la originalidad, Madonna se desmarca. Ella sólo juega con los ganadores.
De vuelta al disco, la cantante señala en la entrevista que la canción alrededor de la que gira el disco es ese corte de difusión que grabó junto a Timberlake y que ya tiene video en rotación. "Creo que 4 minutes tiene un cierto sentido de la urgencia y hay algo de gravedad en ella, pero en cierto sentido es divertida y frívola".
Ese último aspecto señalado por Madonna también es decididamente intencional, y se refleja en el librillo del disco: no hay transcripción de las letras de ninguna canción. "Honestamente, no pienso mucho cómo surgen las canciones. Sólo queríamos componer una melodía pegadiza y para eso Pharrell es un genio y llegó con ese ritmo, que podría ser un poco rythm and blues, un poco pop, que lo podés escuchar tanto en una radio como en una discoteca", comenta sobre Heartbeat, otro de los ejemplos del acercamiento de la cantante al pop más "negro".
Así suena Madonna en buena parte del disco. A esa bailarina que volvió a poner de moda la ropa de gimnasia estilo años ochenta que samplea a Abba y reivindica viejos sonidos en Confessions... se le ha atravesado el hip hop. Así, Hard Candy se convierte en un trabajo actual que no deja de lado esas referencias. Pero quizá en aquel disco también haya dejado olvidada la contundencia, porque si las primeras canciones tienen una atractiva carga bailable, el gusto se diluye en las canciones de la mitad del disco.
La sensación de música irrelevante queda prendida de varias de esas canciones, al menos hasta que aparece Beat goes on, grabada junto al rapero ganador de cuatro Grammy, Ka-nye West. El invitado agrega ahí su toque suave a un ritmo contundente que reanima un poco la escucha. Esto es Madonna en una pista de baile, y el sacudón en esa octava canción del disco se hace necesario. Después de una reposada Dance 2 Night llega Spanish lessons, una en la que imposta un español forzado que causa gracia, aunque seguramente apto para el escucha angloparlante.
El final del disco trae dos baladas que marcan y suenan como el final de la degustación. "Hay como más pensamientos provocadores y tienen un `tempo` más denso", explica Madonna. Esas dos canciones son la puerta de salida a un disco que tiene varias luces en momentos puntuales en el que ella y sus colaboradores se lucen sin llegar a un disco con la misma solidez de su anterior trabajo. No sobra, pero los picos altos justifican la probada.
La "chica material" que ahora dirige y escribe
Si bien Madonna es productora de sus propios contenidos desde 2001, este último año la ha encontrado volcada también a lo audiovisual.
Filth and wisdom es la ficción que Madonna presentó en la pasada edición de la Berlinale y que obtuvo críticas moderadas aunque aceptables. Fue el debut de Madonna como directora en el mundo del cine, y cuenta con participaciones de varios de sus amigos, entre ellos los Gogol Bordello, banda que combina el indie y el folk, recientes protegidos de la cantante con los que además ha tocado en vivo.
Pero ahora Madonna también escribe. El guión de su ópera prima había estado a cargo de Dan Cadan, pero la segunda película en que Madonna está involucrada, llamada I am because we are, fue escrito, producido y narrado por la artista.
La película fue estrenada en el pasado festival de Tribeca, en Nueva York, y el proyecto comenzó después de una simple llamada telefónica. "Me contacté con una empresaria por medio de una amiga que me comentó la dureza de la situación en Malawi. Le pregunté cómo podía ayudar y me dijo `sos una persona con imagen, la gente presta atención a lo que decís y hacés`. Yo le dije que no sabía dónde quedaba Malawi, y ella me mandó a buscarlo en el mapa, a la vez que cortó".
Madonna se informó sobre la situación de extrema pobreza y fundó Raising Malawi, una asociación dedicada a trabajar asistiendo a los niños huérfanos de ese país. Además del documental dirigido por el joven director Nathan Rissman, Madonna predicó con el ejemplo y adoptó a David, un niño que conoció durante el rodaje y que hace 18 meses vive en Londres junto a ella. "En la historia se desafía a que la gente abra sus corazones y su mente, y yo misma decidí hacerlo primero".
El documental incluye imágenes de David y de niños seropositivos que viven en Malawi y, a pesar del lugar común de la estrella haciendo beneficencia y comprometida, habla también de la versatilidad artística de la diva.
El hambre por la fama es una cuestión que cultiva la familia
El notable olfato para los negocios que ha mostrado la cantante está asentado en la propia intimidad de su familia. Junto a su esposo Guy Ritchie, Madonna es propietaria de seis inmuebles en Londres, a los que suma una residencia de campo y dos casas en Estados Unidos. Recientemente Ritchie se quejó por la suba de precios de los inmuebles como consecuencia del desembarco de multimillonarios rusos en el negocio. También tuvo que pagar más caro el apartamento lindante al de ellos en el lujoso barrio Marylebone, donde ahora construyeron su gimnasio, porque el fotógrafo Mario Testino entró en la puja.
Ni corto ni perezoso, la situación provocada por los rusos le ha servido a Ritchie de inspiración para su próxima película. En ella, que por ahora llama RocknRolla, contará un conflicto entre criminales británicos y gangsters rusos en torno a una operación inmobiliaria. "Es una historia de cómo un par de nativos, por llamarlos de algún modo, se embarcan en un trato inmobiliario que al final se tuerce", comentó el director de 39 años. "Tuve la idea de la película al leer tantos artículos sobre cómo ha cambiado Londres en los últimos veinte años y cómo la presentan ahora como una nueva Nueva York".
Madonna y Guy no están solos en estas causas familiares que traen fama y mucho dinero. Esta misma semana se supo que un directivo de Warner ofreció a la hija de ambos, Lourdes, un papel en la película Harry Potter y el misterio del príncipe mestizo, la penúltima de la saga escrita por Rowling que se estrenará dentro de un año. Lourdes (o Lola, como la llaman en su casa) tiene diez años y, según una fuente cercana a la familia, "ha heredado el hambre por la fama de su madre". No es el único proyecto que maneja Lola, a quien le han ofrecido participar en un musical y hacer publicidad de ropa infantil.
Una diva con oído, vista y olfato para hacer negocios
Así como tiene puntería para elegir a quienes se entrega musicalmente para ser producida y retocada, Madonna sabe decidir con quién juntarse a hacer negocios. Hard Candy es el último disco que la cantante edita con el sello Warner para pasar a formar parte de Live Nation. Se trata de una monstruosa empresa de conciertos con locales en las ciudades más importantes del mundo que ahora se diversifica y comenzará a captar acciones de merchandising y la propia edición discográfica de artistas seleccionados a los que pagaron fortunas por contrato. También han firmado contratos con Jay-Z y con los irlandeses de U2 (con quienes manejarán todas las áreas menos la producción de discos).
Con este nuevo contrato, la cantante se asegura unos 120 millones de dólares en diez años, más que suficientes como para cubrirse de futuros fracasos y dedicarse a otros proyectos. Según un comunicado oficial que anunciaba el lanzamiento del disco, se hacía énfasis en el título como un oxímoron que ilustra las dos facetas más salientes de Madonna. Es una artista que sabe endulzar cualquier oído pero bastante lejos de las "nenas" del pop anglosajón como Britney Spears o Christina Aguilera, a quienes el tiempo las ha ubicado mucho más lejos de Madonna de lo que en realidad parecía que iban a quedar.
Por otro lado, y a sus 50 años, muestra la dureza y la inteligencia de quien ve el campo en el que está jugando y decide sus movimientos financieros o artísticos con precisión y adaptándose al entorno.