Tenía 12 años cuando supo que quería ser guionista. Estaba en el cine viendo la Robin Hood que protagoniza Kevin Costner cuando de repente, “en un plano espectacular”, Peter Pan aparecía después de que todos lo hubieran dado por muerto. Ese día, Carolina Aguirre entendió que, al menos en la fantasía de las películas, había alguien que podía decidir quién estaba vivo y quién se moría, alguien que podía cambiar la historia. Entonces encontró un lugar.
Hoy, 34 años después, Aguirre es la guionista más popular de la ficción argentina, autora de tiras como Farsantes, Guapas o Ciega a citas, de un fenómeno como Argentina, tierra de amor y venganza y ahora también de Envidiosa, que llegó al podio del Top 10 global de Netflix y que este miércoles estrenará su segunda temporada. La serie, que tiene a Griselda Siciliani como una mujer obsesionada por casarse y que se muere de envidia cuando a otras le ocurre lo que a ella no, fue una sensación popular que también levantó varias críticas, algo de lo que Aguirre conoce bastante.
Se ha involucrado —asegura que sin querer— en tantas polémicas virtuales que terminó cerrando su cuenta de Twitter, y asegura que su vida está muy lejos de lo que ocurre ahí: ella se levanta, desayuna con su marido, sale a ver cómo está su huerta, atiende sus inversiones en la bolsa (un mundo que le gusta mucho y con el que siente que tiene que hacer algo, dice, porque “las mujeres están muy alejadas de la educación financiera y de cómo hacer trabajar el dinero”) y después de eso se sienta a escribir. “Tengo que escribir un capítulo bueno para estar bien conmigo. Yo no me voy a dormir en paz si no siento que hice un gran trabajo”, dice la que, en diciembre, pasó por Montevideo para entregar un premio en el mercado Ventana Sur. Aquí, parte de la charla que tuvo entonces con El País.
—¿Cómo mirás tu 2024, el año en que Envidiosa finalmente salió al mundo?
—Fue un 2024 de mucho trabajo, de mucho esfuerzo, de mucho sacrificio, porque escribí las dos temporadas juntas y se grabaron las dos juntas. Después quizás haya más temporadas y quizás las esté escribiendo (se ríe). Entonces es muy cansador, pero obviamente me hace muy feliz o me da mucho alivio, más que felicidad, ver que lo que yo quería hacer funcionó. Había un gran vacío en Latinoamérica para series protagonizadas por una mujer y en las que la mujer no fuera “la esposa de” o esté al lado de. Me pasaba como espectadora: estoy cansada de ver conflictos sobre hombres y sus vidas y sus tristezas.
—¿Eso te atrapó del proyecto?
—Envidiosa era una idea que ya habíamos hablado con Adrián (Suar, productor) hace bastante. Él quería hacer a una mujer muy envidiosa y yo le dije que si íbamos por este lado de que estaba obsesionada con casarse, me interesaba. Lo charlamos, era una idea que no se podía hacer en ese momento y quedó. Nos la olvidamos y en diciembre de 2023 me llamó mi productor, Diego Andrasnik, y me dijo: “¿Te acordás la idea de no sé qué? Bueno, la quiere Netflix, ponete a escribir”. Y me puse a escribir, pero sin querer ya tenía mucho en mi cabeza. Cuando vos tenés una idea que te gusta, vas coleccionando un montón de cosas que te gustaría poner.
—¿Esa colección de material era mental o era tangible?
—Soy vaguísima, todo es mental. Pero yo creo que hay un filtro muy poderoso que es que si hay algo que permanece en la memoria es porque tiene una gran verdad. Y si hay algo que descarta mi memoria, suena medio hippie, pero bueno, es porque realmente no tenía tanto valor. Porque hay anécdotas, capítulos enteros que yo siempre los tuve en mi cabeza.
—¿Por ejemplo?
—El capítulo 2, cuando ella se vuelve de Uruguay, en su propio cumpleaños, para tener una cita con un tipo, esa idea siempre fue así. Me faltaba pensar: bueno, ¿dónde arranca esta mujer? Porque lo que hacemos los guionistas es: bueno, tengo esta historia, la tengo que poner en el peor momento posible. O sea, Vicky es una adicta al matrimonio, está de novia con Dani, eso es la fuerza inercial, lo que pasa en todas las series. O sea, Walter White es un maestro de secundaria, tiene tres trabajos, no llega a fin de mes, es rebuen tipo, lo pasan todos por arriba. De repente pasa algo, que se llama factor desencadenante, que viene a irrumpir y a cambiar la dirección de la historia. Siempre es algo externo, no es algo que genera el mismo personaje. A Walter le da cáncer y se da cuenta de que no tiene nada para dejarle a su familia después de todos esos años de trabajo, entonces se activa una fuerza dos, el Walter malo, que empieza a fabricar droga: eso es Breaking Bad. Bueno, Vicky venía haciendo esa vida, y cuando de repente una de sus amigas se casa, se harta y le da un ultimátum a Dani, que se va y se casa con otra. Entonces de repente, Vicky se queda sin nada y entra una fuerza 2, la Vicky que empieza a ir terapia.
—Venías de la tele que tiene otros tiempos, otro proceso...
—A mí me habían encargado que escribiera capítulo 2 y 3 tranquila, que había tiempo, porque las plataformas tienen unos tiempos como de años. Y creo que leyeron y dijeron: acá hay algo y la queremos ya. Entonces lo que yo tenía para escribir en dos años lo tuve que hacer en seis meses. Pero Netflix estuvo muy seguro desde el principio de que le iba a ir bien. Muy seguro, mucho más seguro que nosotros.
—¿Cómo se pasa de un plazo de dos años a solo seis meses?
—Creo que la clave de un buen autor también es trabajar con los productores codo a codo, entender que todos queremos que algo salga bien, pero que hay una pata que es el negocio y es una realidad. O sea, si vos como autor, como guionista, no entendés el negocio, no vas a poder escribir bien. No vas a poder porque vas a tener que entender muchas cosas de qué sale caro, qué sale barato, qué podés poner, hasta dónde te podés estirar, hasta cuándo podés negociar con el productor. Si Netflix lo quiere ahora y lo quiere ahora, yo no tengo potestad para decirle a Netflix que no.

—¿Te llevó mucho tiempo entender el negocio?
—Tuve la ventaja de que vengo de familia de comerciantes y de que vengo de ser gerente de producción de empresas. Que si bien no es lo mismo que un productor, entiendo perfectamente qué es todo lo que tenemos que hacer para llegar a producir algo en fecha. Entonces a mí me fue muy fácil, por eso pasé muy pronto de ser colaboradora autoral a tener mi propio programa, porque me era muy fácil entender cómo se armaba y qué rinde. La gente se concentró mucho en lo creativo, pero creo que saber en dónde poner el esfuerzo es parte de ser un buen autor. Eso yo lo tengo muy presente.
—¿Ese “buen autor” es a nivel creativo o de resultados?
—En todo. Si vos escribís algo que no se puede filmar, no sos buen autor. Quiero decir, es parte de ser un autor de televisión; si no, sé novelista, escribí libros. Pero si vos querés ser un autor de televisión, querés jugar con los Playmobils y con las cosas reales, tenés que escribir algo que se pueda filmar, que sea posible dentro de la caja de producción, pero que quede bien. Entonces como autor tenés que entender muchas patas: ¿lo podemos hacer esto?, ¿se puede filmar?, ¿se puede hacer bien? Hay muchas series que ves y gastaron un montón de plata y tienen un montón de valor de producción, pero no te conmueven, no te pasa nada. Y es porque la plata está puesta donde se luce más, quizás por un capricho.
—A lo largo de los años protagonizaste más de una polémica y fuiste señalada por tus comentarios en redes. A la hora de escribir algo como Envidiosa, ¿podés apagar ese ruido de lo que dicen y dirán?
—Ah, a mí no me interesa nada. Yo vivo en mi nube de pedos. Las redes me parecen algo espectacular porque democratizaron un montón el trabajo y la información. Cualquiera que sea talentoso y tenga algo, lo puede mostrar en redes y puede llegar a trabajar de eso. Entonces, ¿cómo voy a estar en contra de las redes si traen esta belleza? Pero sí, tienen algo muy malo. Además de ser violentas y canalizar un montón de cosas, lo que tienen es una sensación de amplificación de que lo que pasa ahí es la vida real. En el momento que vos te das cuenta de que vos salís de ahí y a nadie le importa qué dijo Pirulo en Twitter… Muy pocos tuits tienen incidencia en la realidad. Te podría decir el de Marcela Ojeda de 2015, en el que dijo “mujeres, nos están matando”, que de ahí salió #NiUnaMenos. Ese es un tuit que cambió la realidad. Lo demás es solo paja mental. Entonces si vos te crees esa fantasía de que lo que se habla en Twitter es la conversación de afuera y que lo que se ve en Instagram es la realidad, estás del mate. Mi preocupación número uno de la mañana es si me crecieron los tomates, y eso me amarga o me alegra el día: si brotó, si no brotó, qué pasa que otra vez los pájaros me comieron las semillas, ¿entendés? Cosas muy reales.

—De todo lo que se dijo de Envidiosa en las redes, había una cosa que se repetía mucho que era esto de "estamos todas enamoradas del personaje de Lamothe porque lo escribió una mujer. Ese hombre no existe, sólo existe porque lo escribió una mujer". ¿Estás de acuerdo con eso?
—(Piensa) Sí. Hay una realidad, que yo desde muy joven tengo la suerte de conectar mucho con el universo femenino y con lo que está sucediendo. No sé cómo explicarlo. A veces yo vengo con ideas a mis productores y les digo, esto está pasando ahora, ¿entendés? Está pasando, hay algo en las conversaciones, lo veo en mis amigas, veo las preocupaciones, cosas que se repiten todo el tiempo y no es que yo diga: ah, vamos a hacer una serie de esto por eso, sino porque también a mí me interesa, hay algo de eso que me cautiva y que a veces no es palpable, y a mí me parece que el trabajo del escritor es un poco decir algo que está ahí, flotando, pero que todavía no se ha puesto en palabras. Y cuando sale Envidiosa y todo el mundo dice, “ay, una mina que atrasa”, pero después ves la cantidad de reproducciones, que está dos meses primera, que fue tercera en todo el mundo, entonces decís: no atrasa tanto. Me parece que hay un montón de mujeres a las que les pasa esto. Lo que pasa es que vos querrías que atrase. No por malo: querrías que ya hayamos superado esto. Yo también querría, pero me doy cuenta de que no atrasa nada, que estamos todavía en esto y encima se nos pide que finjamos que no nos importa, porque si decimos la verdad y lloramos y decimos: yo quiero casarme, quiero tener hijos y no sé qué, somos unas boludas de mierda. Entonces parte de crear ese hombre es porque entiendo perfectamente que es lo que querría una mujer. Y sí, voy a hacer un galán que es el que yo querría. Que no necesariamente es el típico galán millonario, guapo de las telenovelas de antes, el heredero, el no sé qué. No, es un tipo que trabaja en una rotisería, pero que tiene algo de calma para un momento en el que las mujeres estamos muy llenas de mandatos, de neurosis, de un montón de cosas en la cabeza, que tenemos una carga mental muy grande: tenés que ser linda, tenés que ser esto, tenés que ser lo otro, tenés que ser un poco sexy, pero no puta, ser buena madre pero no seas una cornuda pesada, ser un poco profesional pero no más profesional que él. Todo el tiempo eso lo tenemos en la cabeza, y si no lo tenés alguien te lo dice, y es genial encontrar un tipo que diga: a mí no me interesa nada de lo que sos ni de qué trabajas, a mí me parecés espectacular porque sos muy graciosa. En este momento, por lo que nos pasa a las mujeres, siento que ese sería el tipo que querríamos encontrar: un tipo que no tenga esa neurosis, que sea la calma.
—Ahora que a la serie le fue muy bien, ¿pensás que estos capítulos que se vienen son lo que la gente espera?
—Yo creo que sí. Netflix testea mucho internamente y están como muy, muy, muy contentos con la segunda temporada. Claro, el que la está haciendo le ve más lo que no pudimos hacer y cómo lo tuvimos que arreglar. Yo también tardé un montón en verla, también por mi carácter que es como más pesimista. Pero sí, yo creo que es la segunda parte que estás esperando desde el principio. La parte del amor.
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