SEBASTIÁN AUYANET
El año pasado llenó el Solís y hoy regresa para dos presentaciones con entradas agotadas. Son las excusas para charlar con un Fito crítico y cada vez más completo como artista.
"La sabiduría llega cuando no nos sirve para nada", dice el rosarino cuando comienza la primera canción de su nuevo disco. Sin embargo, Páez suena más sabio y alivianado. Todo eso a una temprana edad (45).
Se lo escucha distendido y con ganas de hablar del enfoque y lo que se propone contar tanto en su última película ¿De quién es el portaligas? como en este último disco. "Las dos cosas hablan sobre la idea del amor desde otro lado, fuera de la vida marital. Lo que yo siento que aprendí es a amar a las personas sin necesidad de tenerlas cerca y sin necesidad de ser retribuido en nada". ¿Es una etapa más solitaria, entonces? "Estoy viviendo la vida solo, lo que no implica que me haya convertido en un onanista clarividente (carcajada). En algún momento las cosas se pusieron así, y hay que ver todo lo bueno de eso. ¿Sabés qué es lo que aprendí? Que no hay que pedir. El que pide, la caga. De eso va el disco y de eso va la película, de que el amor está más allá de nuestras desventuras pasionales. A algunas personas les lleva segundos entender eso, pero a mí me llevó 45 años", explica.
La conversación se va un momento hacia el cine y vuelve al estado de la música popular en su Argentina. Fito acepta que existe una baja de nivel en función de los años en los que se forjó el imaginario conocido como "Rock Argentino". "Esa es una cuestión bien compleja. No creo que esta respuesta tenga un centro, pero hay gente que me gusta, entre los que están mis colegas Coki y Gonzalo Aloras. Pasa que nadie los conoce. Hay gente. Está Pablo Dacal, también Martín Buscaglia aporta lo suyo desde Uruguay... Lo que pasa es que la cosa no trasciende tanto. Todo sucede a un nivel más epidérmico hoy.
-¿Qué pasa con el rock como género en particular?
- Y, todo lo que viene de él está como muy banalizado... Me parece que se le dió demasiada importancia al rock, y no era más que eso. Porque hoy no podés decir que Charly es rock, como tampoco lo podés decir de Spinetta, Nebbia o incluso Cerati. El rock era eso... un poquito de ruido y olor a huevo... una rebeldía artifical.
-Entonces, hubo una baja de nivel importante...
-Es cierto, y creo que la culpa la tienen los noventa. Hay gente que dice que la gran década infame fue la de los treinta. Yo creo que la de los setenta entra por motivos obvios, y la de los noventa se carga a la música popular. La lleva a una situación de música de fondo y de falsa pertenencia. Yo creo que ahí lo que sucede es una especie de traspaso de la personalidad de la resaca del peronismo al rock. Eso tiene que ver mucho con lo que es el argentino, y que el rock haya conseguido eso no es poca cosa. Pero de todas formas el trasfondo estético es demasiado pobre, es apenas ruido. Por eso es que las grandes obras de los artistas siguen dando pelea. Se defienden por sí mismas. El otro día, en Miami, toqué el concierto en solo mayor de Mozart y la gente alucinó. Y no era yo, era Mozart. Yo no tuve que decir nada.
¿Simple? Fito no cree que Rodolfo sea un disco sencillo, al menos en su concepción. "La parte pianística es bien entreverada, creo que tiene la impronta típica del pianista de pop rock. Este fue un disco de preparación más fácil porque usamos apenas tres micrófonos. No creo que la simpleza sea síntoma de belleza, o de que algo sea noble y bueno. Se suele pensar que lo complejo es malo. Eso puede encajar en un oyente que no está preparado para escuchar ese tipo de cosas y como no puede, lo demoniza. Lo que yo entiendo como bueno y simple es lo que es directo al corazón. En el plano estrictamente musical hay casos como el de Fernando Cabrera que es de un minimalismo monumental, tiene una contundencia inapelable. Pero podría nombrar doscientos casos en los que eso no aplica (risas)".
Según Fito, Rodolfo demoró pero llegó rápido. "Estuve buscando este disco durante mucho tiempo, si bien se grabó en pocos meses. El llegar hasta acá tomó mucho tiempo. Yo estaba preparando mucho material con músicas de Dylan, de Charly, de Fattoruso... Hice grabaciones en estudio y en vivo, con gente y sin gente. No funcionaba. Quería un disco de canciones nuevas. Entonces, esto motivó que volviera a prestarle muchísima más atención al piano y a la parte arreglística en ese instrumento. Me puso en foco. Yo en general encaro a las cosas bien de a poco y de costado, hasta que encuentro el centro de la idea. Así me fui aproximando a las canciones.
Explica que presentarse solo y al piano lo aleja del personaje que la gente se hace de él como artista. "Esto es en plan `estamos en un concierto de música`". La ausencia de una banda y un show de rock permiten que salga del personaje rockero del que el cómico Diego Capusotto se nutrió, junto al de muchos otros artistas, para hacer su personaje Pomelo: "Creo que hay un poquito de todos nosotros en Pomelo, me parece muy gracioso, extraordinario".
-¿Vivís una especie de reencuentro con tu público y con una prensa que decayó en la atención hacia vos a partir del disco "Euforia"? Con "Abre" se empezó a ver ese declive...
-Puede ser... yo creo que si Abre no es el mejor disco que hice le pasa cerca... Como con las otras cosas, creo que el tiempo las va a acomodar... el proceso es el mismo. A mí me han destrozado tantos discos que a estas alturas... (risas). Siempre es distinto lo que le pasa a uno y lo que ve la gente. Por eso la crítica es una figura muy compleja. A mí hay varios críticos que me gustan por su grado de observación y detenimiento. Pero yo creo que hay que centrarse en las obras primero que nada.
Fito cineasta: "El tiempo pone todo en su lugar"
Para Páez, el festival de Miami fue un gran momento. Luego del desprecio que tuvo Vidas privadas (2001), su primera película, disfrutó de la ovación del público luego de la proyección de su segunda obra audiovisual. "Miami es un festival que estuvo en crisis pero en el que ahora hay una gran movida de películas. Hay productores, fiestas... es una verdadera intervención cultural, y no un evento mediático. Entonces que me haya ido bien es un gran aliciente".
Fito pagó el derecho de piso con ganas. "Bueno, creo que todos entendimos que ya está pago: los críticos y yo", explica antes de soltar otra de sus carcajadas. "Costó mucho, y más con una película como Vidas privadas. Pero ya me la están reconociendo de a poco. Yo sabía que el tiempo iba a ser justo con esta película, a la que yo amo. El tiempo pone todo en su lugar". Además de la hipercomentada vinculación estilística de Fito con Pedro Almodóvar, a la hora de los gustos más recientes Páez elige a David Lynch. "No es una influencia patente, pero me fascinó Inland Empire, su última película. El tipo logra que el inconsciente de él te permita entrar en el tuyo, sin necesitar de la convención del relato. Está haciendo algo muy pesado y no exento de humor, lo cual todavía lo hace ganar más. Pero las miradas radicales siempre incomodan, no son gentiles. Por eso es difícil entrarle". Conviene aclarar que Páez aún siente en formación a su faceta cineasta. "Me falta, pero estoy haciendo lo que quiero y contando las historias que quiero contar".