GUILLERMO ZAPIOLA
El próximo 31 de enero habría cumplido ochenta y un años, pero no llegó. Falleció el sábado en Los Angeles, de un cáncer de pulmón, la actriz británica Jean Simmons, la legendaria Ofelia del "Hamlet" (1948) de Sir Laurence Olivier.
Había nacido en Crouch Hill, Londres, en 1929, y comenzó su carrera a los catorce años, cuando fue seleccionada de una clase de baile en la que participaba para debutar en el film británico Give us the moon (1944). Desde 1950 estaba radicada en los Estados Unidos, donde se casó sucesivamente con el actor Stewart Granger y el director Richard Brooks.
Aunque la suya fue una de las carreras más extensas del cine (su último film, el drama británico Shadows in the sun, fue rodado en 2009), su período de auge corresponde sobre todo a los tardíos cuarenta, la década del cincuenta y los tempranos sesenta. En esos años, su estilo elegante y gentil que podría estallar de pronto, inesperadamente, en una real intensidad dramática, se anotó algunos de sus mejores logros.
Tras algunas labores menores logró llamar la atención como la joven Estella de la espléndida adaptación de Grandes esperanzas de Charles Dickens que David Lean realizó en 1946. En una de esas irónicas vueltas de tuerca de la historia, volvería a actuar en una versión de la novela de Dickens hecha para la televisión británica en 1989, pero allí ya no era la radiante Estella sino la amargada y envejecida Miss Havisham que antes fuera Martita Hunt.
En 1947 integró el interesante elenco femenino (también estaban Deborah Kerr y Flora Robson) del espléndido melodrama con entrelínea religiosa Narciso negro, de Michael Powell y Emeric Pressburger, y un año después fue convocada por Olivier para hacer de Ofelia en su clásico Hamlet cinematográfico. El papel le valió la primera de sus dos candidaturas al Oscar (la otra fue por El amargo fin, 1969, un drama dirigido por su marido Brooks), pero nunca ganó el premio.
En los años inmediatos, Simmons estuvo desplazándose entre Inglaterra y los Estados Unidos, y afirmando su imagen estelar. Tras Hamlet se la vio involucrada en una versión de la empalagosa historia de naufragio y romance de La laguna azul (1949), pero pudo ser también una antiheroína de cine negro en El otro rostro del crimen (1953) de Otto Preminger, junto al gran Robert Mitchum.
Supo embellecer en la pantalla a la reina Isabel I de Inglaterra (La reina virgen, también de 1953), pero la empresa Fox creyó en ella, sobre todo, como heroína romántica en películas de época: así se la vio en Cinemascope en El manto sagrado (1953) junto a Richard Burton, en Sinuhe, el egipcio (1954) de Michael Curtiz, con Edmund Purdom y en Desirée, la amante de Napoleón (1954), donde Napoleón era nada menos que Marlon Brando.
Tenía talento para más que eso, y pudo pasar del musical (Ellos y ellas, 1954) de Joseph L. Mankiewicz, al `western` épico Horizontes de grandeza (1958) o el cuestionamiento del negocio de la religión de Elmer Gantry (1960), a reencontrarse con Olivier en Espartaco (1960) de Stanley Kubrick, donde interpretó a la mujer del héroe encarnado por Kirk Douglas.
Nunca dejó de trabajar, aunque a partir de los años sesenta lo hizo sobre todo para la televisión, y la disminución de la calidad promedio del material que le ofrecían la empujó a la depresión y el alcoholismo, del cual salió tras someterse a tratamiento en 1986. Un listado incompleto de lo que hizo entonces incluye su participación en series como El pájaro canta hasta morir (1983), Hotel (1984), Norte y Sur (1985) y su continuación (1986), Perry Mason (1988), Alfred Hitchcock presenta (1988), Reportera del crimen (dos episodios, 1989), Sombras tenebrosas (doce episodios, 1991) y muchas más. También prestó su voz para el doblaje de algunos films de animación: la historia de ciencia ficción Final fantasy (2001), la versión angloparlante del notable film japonés El increíble castillo vagabundo (2004). La sobreviven dos hijas que tuvo, respectivamente, con Granger y con Richard Brooks.