Reencuentro con una historia

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HENRY SEGURA

Vuelven tras 34 años de ausencia. Los recitales del Solís, el miércoles y el jueves próximos, son los primeros de una gira que llevará a Quilapayún también a Argentina y Chile. El grupo, radicado en París desde que el golpe de Pinochet los sorprendió en la capital francesa, ha marcado la historia musical del continente desde su formación en 1965. Rodolfo Parada Lillo, su director artístico, y Patricio Wang, director musical, son -junto a Patricio Castillo- los pilares históricos de la agrupación que se completa con una "joven guardia" integrada por Alvaro Pinto, Mario Contreras, Chañaral Ortega y Sergio Arriagada. Tanto Parada como Wang muestran especial expectativa por estos nuevos reencuentros.

-Alguien que tiene sus discos de pasta y los 16 CDs que Warner editó en el 2000 en Chile ¿Qué se perdió de los Quilapayún?

Rodolfo Parada Lillo -Afortunadamente no se ha perdido nada!!! Pero nosotros no somos propietarios de todos los discos. Hay algunos que pertenecen a la EMI-Chile o a Pathé Marconi-Francia. Lo que ha editado Warner en Chile, Picap en España o DOM en Francia, son exclusivamente los discos de nuestra propiedad. Es probable que en algún momento logremos motivar a las casas propietarias para que editen todo nuestro material.

-Teniendo en cuenta esos antecedentes discográficos el factor recuperación histórica es más que notorio. ¿Quilapayún es un grupo del pasado?

Patricio Wang -La producción discográfica corresponde a períodos muy precisos de nuestra larga trayectoria y de cada una van quedando algunas canciones que se van convirtiendo en una especie de esencia de lo que es nuestra historia. Esto es lo que recogemos en nuestros recitales que abarcan desde canciones de los comienzos hasta las que compusimos anteayer. Parte de la coherencia a la cual aspiramos proviene del hecho de que nuestro pasado más lejano cohabita con lo más fresco de nuestra inspiración de una forma natural. El pasado nos interesa en la medida en que podemos estar orgullosos de poder seguir cantando algunas canciones que nos emocionan hoy como ayer sin que nos desvíe de lo principal que es apuntar al futuro. Nuestros recitales son siempre una clara muestra de nuestras aspiraciones : mostrar hacia donde vamos sin dejar de mencionar de donde venimos. Eso implica una exigencia interna pero también hacia el público porque nuestros conciertos no se quedan en la nostalgia y eso es para nosotros es una muestra de respeto hacia este público que, creemos, evoluciona y espera siempre nuevas proposiciones de sus artistas.

-¿Qué diferencias hay entre el presente y el pasado fermental de los 60 y de los 70? ¿Cómo les ha jugado el tiempo?

PW -Como la vocación del grupo siempre fue abrir caminos vemos en su historia una permanente inquietud por descubrir nuevas posibilidades sin alejarse de un estilo que se ha ido consolidando con cada producción. El canto como elemento central, una cierta manera de armonizar las voces, una búsqueda de una intensidad particular en el canto y un color de grupo basado en individualidades marcadas hacen que nuestro sonido sea hoy muy identificable. A la vez que hemos buscado nuevas maneras de escribir canciones también hemos sentido la necesidad de integrar nuevos instrumentos y mejorar nuestra técnica. Hoy en día nuestra paleta instrumental y también de expresión vocal es mucho más amplia que al principio, donde el entusiasmo compensaba muchas fragilidades interpretativas. Tampoco nos interesa sólo un simple avance técnico. Donde se ha jugado siempre nuestro destino es en responder al desafío creativo de cada etapa que nos ha tocado vivir. Y hoy podemos ver con satisfacción que ese proceso nunca se ha detenido. Por supuesto la consagración definitiva del repertorio más reciente siempre viene con el tiempo porque todas las canciones que se van quedando en nuestro repertorio han comenzado siempre por ser proposiciones nuevas y, en su mayoría, conflictivas e incluso polémicas. Por citarte sólo dos del pasado: La muralla y la Cantata Santa María en un principio no contaron con mucha aprobación. En nuestro repertorio más reciente: Allende o Fuerzas naturales, que hoy ya se han integrado, también debieron hacer su camino.

-Para un uruguayo el vínculo con Uds. fue una de las tantas cosas que quedaron cortadas por los golpes de 1973. ¿Qué se debe esperar del reencuentro del Teatro Solís?

RPL -Nuestros lazos con el Uruguay son particularmente emotivos. Desde nuestras visitas en el 69 y 72 creamos vínculos particulares con artistas, políticos, nuevos amigos, por los que hemos guardado siempre un gran cariño y reconocimiento. Nos recibieron con los brazos abiertos, y a través de ellos pudimos conocer la sensibilidad del pueblo uruguayo. En el exilio guardamos el contacto con la comunidad hermana y cantamos en actos de solidaridad contra la dictadura. Es decir, nunca hemos dejado de sentirnos ligados a los orientales. Ojalá que el Solís sirva para un reencuentro, ahora en una nueva época, más esperanzada para nuestros pueblos. Y como son musicalmente exigentes, estamos ansiosos de saber cómo reciben nuestros nuevos trabajos.

-¿La permanencia en Francia les ha generado un conflicto espacial? ¿Cómo es el vínculo con los chilenos que viven en Chile?

RPL -A Chile tratamos de ir lo más a menudo posible. Intentamos cultivar nuestros vínculos, para no dejar de vibrar con los acontecimientos más importantes, con los desafíos de la época, con los logros artísticos y los nuevos talentos. De todos modos, Chile lo llevamos dentro, ni siquiera es necesario evocarlo explícitamente. Está ahí, en nuestra manera de tocar y de cantar, y se invita permanentemente en un trozo de texto o en una melodía. A mi me parece que no hay conflicto interior. Aunque es verdad que no vamos a Chile cuando queremos. Y eso sería lo ideal.

-¿Cuánto los ha afectado la existencia de dos Quilapayún?

PW -En primer lugar hay que decir que nunca ha habido una división. Sólo han habido integrantes que lo abandonaron, en diversos períodos, que van desde 30 hasta 4 años. Algunos de ellos han decidido súbitamente juntarse para explotar un poco más lo que hicieron en el pasado, con la comodidad de no haber luchado durante años para asegurar su continuidad. Nos ha afectado, y nos afecta aún, porque ha deformado la imagen del Quilapayún, creando una gran confusión y desvirtuado su historia, presentando una especie de grupo que se hace llamar facción chilena, cuando casi todos los que participan viven en Europa, que explota la nostalgia del repertorio del pasado. Para justificar la violencia de su irrupción ilegítima han recurrido a la calumnia y a la mentira, por lo demás rechazadas por los tribunales. Este rechazo desgraciadamente no ha podido impedir la continuación de campañas odiosas en los medios de comunicación. Por supuesto que, a pesar de lo doloroso de esa situación, nuestro norte sigue siendo concentrarnos en lo que es nuestra vocación, que es fundamentalmente constructiva.

-En su tiempo Quilapayún fue capaz de hacer impresionantes versiones de los principales compositores chilenos ¿Se veían como una síntesis de la poesía y la música contestataria de los Neruda, Violeta Parra y Víctor Jara?

RPL -Los grandes maestros de la canción y de la poesía siempre han marcado a los jóvenes. Nosotros no somos una excepción. Le debemos mucho a Víctor Jara, a Carlos Puebla, Atahualpa, Zitarrosa, Viglietti, a Neruda, Huidobro, Luis Advis, Sergio Ortega, en fin, una larga lista de gente que nos nutrió con su música, sus poemas y su actitud frente a los conflictos sociales. Y algunos todavía siguen presentes en nuestro repertorio. Como Violeta, Huidobro, Neruda o García Lorca, que nos siguen inspirando porque son eternos.

-¿Cómo se piensa el futuro del grupo?

PW -Las ganas de seguir inventando, el entusiasmo que nos mueve y que nos devuelve el público en los conciertos, las nuevas ideas que quisiéramos realizar, los proyectos que aparecen a mediano y largo plazo, nos hacen pensar que tenemos cuerda para rato. Esto justifica la enorme cantidad de trabajo, tiempo y energía que siempre ha significado mantener el nivel y el buen nombre del grupo.

Los recitales y un rescate liderado por dos uruguayos en Chile

Los recitales del Solís, según los músicos, estarán estructurados en torno a dos ejes: las canciones que forman parte del "repertorio clásico" (como La muralla, Plegaria a un labrador y Manuel Ascencio Padilla, entre otras) y una selección proveniente de los tres últimos discos que el grupo editó (Latitudes, 1993, Horizonte, 1999, y A Palau, 2003). Pero también habrá espacio para mostrar algunos temas que conforman el nuevo disco de la agrupación, el que deberá aparecer hacia fines de este año.

Con excepción de A Palau, casi la totalidad de la obra de Quilapayún fue rescatada por el sello Warner en Chile en el año 2000. El resultado de ese trabajo dio por resultado la aparición de 16 discos, uno de ellos doble.

Aunque lamentablemente la colección no llegó a las disquerías locales, en su existencia fue determinante el desempeño de dos uruguayos.

Uno de ellos fue Alfonso Carbone, quien hasta hace poco más de un año se desempeñó como director artístico de Warner-Chile, cargo que dejó para abrir su propio sello discográfico. El otro uruguayo fue Tabaré Couto, quien fue el productor ejecutivo de la impresionante colección.

Bajo la batuta de Carbone también se produjeron otros rescates de la memoria musical chilena: la obra de Violeta e Isabel Parra, de Víctor Jara, de Inti Illimani, entre otros.

"Hay que dar vuelta a las páginas pero sin dejar que el libro se caiga"

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