Redacción El País
Manuela Da Silveira abrió su corazón en redes sociales y compartió con sus miles de seguidores un testimonio íntimo de los días previos y posteriores al nacimiento de su hija Clara, el pasado 30 de mayo. En un extenso posteo acompañado por veinte imágenes, habló con honestidad de la vulnerabilidad física y emocional que atraviesa, del agobio y del papel fundamental que juega su red de amigas para sostenerla.
"Buena parte del estrés que supone criar un hijo se evitaría si la madre tuviese una red de apoyo formada por otras amigas, madres, tías, abuelas o vecinas. Para que la madre pueda cuidar a su bebé, necesita que otras personas la cuiden a ella", escribió al pie del carrusel de fotos que acompañó con emotivos textos.
“Me sentía agobiada”, escribió, al referirse a ese momento en que el cuerpo, las hormonas y las emociones están al límite. Lejos de idealizar la maternidad, su relato puso foco en el desgaste, la necesidad de descanso y el alivio de poder contar con ayuda.
Describió los primeros días "en el océano del recién nacido" como una etapa repleta de emoción, y donde "la alegría se turna con el desconsuelo".
El consuelo, contó, llegó de la mano de sus amigas. Esa red de mujeres se organizó con el fin de acompañarla a ella y Diego "Coco" Scheck, el papá de Clara y Matías. Estuvieron presentes incluso desde las primeras contracciones.
Su risa, su sabiduría, su mirada amorosa, contó, la acompañaron durante el preparto. Pasearon a Matías —su hijo mayor— para que ella pudiera descansar o distraerse. Le llenaron el freezer para que tuviera stock al volver del sanatorio con la recién nacida.
Le hicieron mandados, lavaron sus platos, pasearon a Matías, le dieron de comer a ella y, sobre todo, pusieron el hombro para que llorara. Le dieron fuerzas en días de extrema vulnerabilidad.
Estuvieron en esas noches en que se sentía sola y agobiada: "Escucharon con paciencia, con amor". Se acercaron en los momentos más complejos del día para descomprimir el ambiente y aliviar su angustia.
La red que sostiene a Manuela Da Silveira

"Cubrieron a Coco en la segunda noche para que estuviera con Mati y cargaron a Clara en la vigilia para que yo pudiese dormir", relató.
El sábado a la mañana, contó, fueron hasta su casa para que Coco pudiera descansar y ella se diera un buen baño. Le hicieron el surtido de la feria y hasta le cortaron el pelo.
Para Manuela, esta red generosa de mujeres que la sostiene es clave para no derrumbarse. "La maestría de la vida es solicitar esa ayuda, sin temores, sin cumplido, sin culpas", escribió.
Porque las madres —dijo— necesitan transitar estos primeros meses en comunidad, arropadas por la sabiduría y la genialidad de otras mujeres que se acercan con su mirada, su néctar y su abrazo.
“Gracias”, cerró, dirigiéndose a todas sus amigas: las de la escuela, las que le regaló el teatro y las que cultivó en los trabajos de estos últimos tiempos.
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