Redacción El País
Fiel a su estilo de dejar titulares o contar anécdotas jugosas, Humberto de Vargas no defraudó este domingo en Vamo Arriba (Canal 4). Aunque su visita tenía como objetivo presentar Matilda: El Musical —una megaproducción de Box Theater Experience que estará del 3 al 6 de julio en el Auditorio Adela Reta—, el actor y conductor terminó revelando uno de los capítulos más impactantes de su infancia: su estadía dentro de los hogares del entonces Consejo del Niño, hoy INAU.
De Vargas, que compartió que disfruta profundamente de trabajar con niños porque “te aceptan o no te aceptan de una”, sorprendió al contar que durante ocho años vivió, comió y durmió en un hogar, como parte del trabajo que su madre, Marisa, desempeñaba como directora. “Yo era parte de su terapia cuando había que amansar a las fieras”, comentó entre risas, aunque lo que siguió no tuvo nada de anécdota liviana.
Contó que fue testigo de motines, amenazas de muerte a su madre y a él mismo, en un contexto donde convivía con adolescentes que tenían antecedentes de violencia. "Tenía que intervenir la Justicia o la jueza", dijo.
Entonces Luis Alberto Carballo, uno de los conductores del ciclo, quiso saber: "¿Todo eso te pasó?". "Sí", contestó De Vargas. "Cada tanto venía una nueva interna desde Montevideo al hogar femenino de Durazno y era una delincuente, que se la trasladaba al interior para tratar de amansarla y lo menos que se lograba era amansarla. Te amotinaba a los 40", relató.
El episodio de violencia de Humberto en un hogar

Al ser consultado si lo había vivido en carne propia, contó una terrible anécdota: “Me corrieron con un hacha y me la tiraron cuando tenía siete u ocho años”, relató, con su característico tono de humor ácido.
Lo más inesperado fue la explicación de esa escena: “Tengo relación con la que me tiró el hacha, porque éramos como hermanos. Yo era el hijo de la directora, pero también hermano de las 40 que estaban allí”.
En su relato, De Vargas dejó ver el nivel de integración que vivía con las internas, al punto tal que, si se peleaba con su madre, prefería irse a dormir a alguno de sus dormitorios.
Muchas de ellas, explicó, estaban medicadas y cuando faltaba la comitoina, por ejemplo, era un problema. “Era un hermano. Ahora, el mismo hermano al que se lo adoraba, se lo agarraba un día del cogote y le decían a la directora: ‘Dame tal cosa o te lo reviento’”, se sinceró.
La naturalidad con la que habló del tema impactó a los conductores, y a Rosina Benenati le llamó la atención su capacidad de narrarlo con humor. “Es que yo me crié así”, respondió él. “Era una manera natural de vivir la vida. Los 365 días del año ahí”.
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