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"The Doors": la historia del disco que marcó al rock psicodélico y que ahora se reedita en vinilo con El País

Este martes se lanza la cuarta entrega de la colección de vinilos "Clásicos del rock", de El País. Ya se publicaron discos de Led Zeppelin, David Bowie y los Ramones, y le llega el turno a The Doors.

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The Doors.
Foto: Elektra Records.

Venice Beach, verano de 1965. Ray Manzarek está sentado en la arena, pero su mente está en cualquier lugar menos en aquella playa de California. Tiene 26 años, una licenciatura en Economía de una universidad de Chicago, un máster en Estudios Cinematográficos de la UCLA y una crisis existencial que lo asfixia. Por si fuera poco, Rick & the Ravens, la banda de rock que tiene con sus hermanos y unos amigos, está a punto de separarse. “Me di cuenta de que no estaba en condiciones de tomar ninguna decisión”, va a relatar años después en el libro Light My Fire: My Life with the Doors. “Así que dejé que la energía divina me guiara”.

Apenas ve a un hombre caminar por la orilla, queda maravillado. “Divisé a ese tipo muy delgado, con pelo largo, pantalones cortos y sin camiseta, que pateaba el agua. Había algo extrañamente familiar en esa aparición acuosa. ¡Era Jim Morrison!”, va a escribir luego.

Manzarek lo conoce desde hace un tiempo. Ambos estudiaron cine en la UCLA y se hicieron amigos, y en Induction, uno de los cortos estudiantiles de Manzarek, aparecen fugazmente Morrison y su novia de aquel entonces, Mary Werbelow. El corto se encuentra en YouTube.

Charlan unos minutos en la orilla, hasta que la “aparición acuosa” dice, al pasar, que en este tiempo ha escrito algunas canciones. Manzarek, pianista, está al tanto de que Morrison escribe poesía, pero no tiene idea de que también hace letras y le pide que cante alguna. Su amigo le dice que no tiene buena voz, pero después se anima: empieza con un fragmento de “Moonlight Drive”, sigue con otro de “My Eyes Have Seen You” y cierra con “Summer’s Almost Gone”.

Manzarek va a decir luego que nunca había escuchado letras así en el rock. Va a decir que Morrison “tenía una voz embrujada como la de Chet Baker”, “como un susurro suave y oscuro”, y que era hipnótico.

Pero en el momento, en aquel verano de 1965, todo lo que le dirá a su amigo Jim es que por qué no hacen una banda, y él le responderá: “Ray, eso es exactamente lo que tenía en mente”. Y así, en ese momento, habrá nacido The Doors.

El siguiente paso clave para la banda que terminaría siendo una de las más importantes del rock de los sesenta, llega unos meses después, con un demo de siete canciones. Al grupo se le había sumado el baterista John Densmore, la bajista Patty Sullivan y los hermanos de Ray, el armonicista Jim y el guitarrista Rick. Esa carta de presentación incluye las tres canciones que Morrison cantó aquel día de playa, y suma futuras joyas del repertorio del grupo, como el hit “Hello, I Love You” y la sombría“End of the Night”.

Una gran dosis de la esencia de su sonido se percibe en esa primera grabación, aunque el aporte de la armónica y el clima blusero lo acerquen más al de The Paul Butterfield Blues Band que al abordaje psicodélico e hipnótico que definiría el resto de su discografía. Morrison, a su vez, reúne todas esas cualidades a lo Chet Baker que dijo Manzarek, pero su voz aún carga con la inocencia de las primeras veces en un estudio.

El cambio en la formación, con Morrison, Manzarek, Densmore y el guitarrista Robby Krieger, junto con la experiencia en el club London Fog, sería crucial para el grupo. Ray pasó a tocar las melodías de bajo con la mano izquierda en un piano Fender Rhodes Bass, mientras con la derecha aportaba en un órgano Vox Continental, y Jim logró la confianza necesaria para inyectarle la impronta teatral, rebelde y sugerente a las letras poéticas que se inspiraban en la generación Beat.

El disco London Fog 1966 (Live), donde se mezclan versiones libres de “I’m Your Hoochie Coochie Man” y “Lucille” con originales como “Strange Days” y "You Make Me Real", lo atestigua.

En agosto de 1966, la banda se pasó al legendario club Whisky a Go Go, de Sunset Strip, y allí lograron la atención del presidente del sello Elektra Records, quien los fichó para grabar su álbum debut. The Doors, que se publicó en enero de 1967 y que El País reeditará mañana en vinilo en el marco de la colección Clásicos del rock —costará 900 pesos e incluirá un libro con fotos y la historia del álbum—, parte de la misma concepción que dos volúmenes anteriores de este coleccionable: como Led Zeppelin I y Ramones, el primer disco de The Doors trata de capturar el sonido de la banda en vivo.

Por supuesto que se trataba de un asunto de costos (“Algunos temas nos llevaron un par de tomas; el sello no quería gastar mucho y nosotros tampoco”, contó Morrison), pero también funcionaba como una invitación a ser testigo de uno de sus shows en el Whisky a Go Go.

La apertura, con “Break On Through (To the Other Side)”, es magnética e inoxidable. Es la bienvenida perfecta para el universo de The Doors: un ritmo basado en la bossa nova del disco Getz/Gilberto, un riff que deforma al standard blusero “Shake Your Money Maker”, un órgano salvaje a lo “What I’d Say” (Ray Charles) y un Morrison dispuesto a alcanzar el grito cuando la letra lo amerite. La censura al “She gets high” (“Ella se eleva”, en español, en referencia al uso de drogas) le aporta un espíritu provocador y hasta casi prohibido al tema.

El resto de The Doors está repleto de ejemplos como este. Se percibe en la sensualidad y el groove del riff de órgano de “Soul Kitchen”, en el costado crooner de Morrison en la delicada y profunda “The Crystal Ship”, en la desfachatada versión de “Alabama Song (Whisky Bar)” y en los alaridos “Back Door Man”, un clásico blusero lleno de referencias sexuales.

La estrella del disco es “Light My Fire”, que meses después se convertiría en uno de los himnos del llamado “Verano del amor”. La interpretación de Morrison y el estribillo inolvidable la convertirían, gracias a su versión radial, en un hit que tendría versiones de José Feliciano, Astrud Gilberto, Stevie Wonder y hasta Nancy Sinatra. Pero la versión extendida del álbum, que dura siete minutos e incluye virtuosos solos de órgano y guitarra, es insuperable.

Otra de las canciones clave es “The End”, la oscura despedida que roza los 12 minutos y que tiene a Morrison en un recitado de una calma tensa y amenazante; en cualquier momento puede estallar su voz. El tema, que describe el complejo de Edipo, adquirió un nuevo significado cuando Francis Ford Coppola la incluyó en una escena clave de Apocalipsis Now.

Apenas se publicó, el álbum fue un éxito. Catapultó al grupo al estrellato, convirtió a Morrison en un rockstar y demostró que las letras con tintes poéticos también podían colarse en el Top 10. Así, la banda dio inicio a una carrera fugaz que duró cuatro años, dejó seis discos, varios clásicos y que terminó en 1971 con la muerte del cantante a los 27 años.

Fue un final tan abrupto como su origen, producto de aquella charla playera entre Manzarek y Morrison. Pero su legado es indeleble, y la frescura eterna de The Doors lo demuestra.

Así es la colección "Clásicos del rock", de El País

Todos los martes cada quince días, El País presentará una reedición de un vinilo clásico de la historia del rock. Cada álbum costará 900 pesos y se acompañará de un fasículo con la historia de la banda. Pedilos llamando al 29004141, con tu canillita o en la web de Coleccionables El País.

Ya se publicaron Led Zeppelin I, The Rise and Fall of Ziggy Stardust y Ramones, mañana sale The Doors y este será el orden de los siguientes siete títulos:

  • Iron Maiden - The number of the beast
  • Deep Purple - In Rock
  • Eric Clapton – Unplugged
  • Coldplay - Parachutes
  • Prince - Purple Rain
  • Van Halen – 1984

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