BUENOS AIRES | FABIÁN MURO
El más reciente film del director y productor francés, que se estrena hoy en Montevideo, es la primera parte de una trilogía en la que Luc Besson se da el gusto de ofrecer su visión sobre temas como infancia y ecología.
Cuando la entrevista se realizó, hace un tiempo, el director y productor francés realizaba una gira mundial. Como una estrella de rock, Besson viaja de ciudad en ciudad en avión privado. Aterriza, se aloja en un hotel lujoso -como el Alvear de Buenos Aires- y luego recibe a la prensa, a la que le cuenta sobre la primera película que dirigió para un público predominantemente infantil.
Arthur y los Minimoys también es la primera película animada de Besson. O casi, porque a veces se mezclan criaturas animadas digitalmente con actores. El proyecto, que llevó siete años de producción, se gestó entre Besson y uno de sus colaboradores en El quinto elemento, el dibujante y diseñador Patrice Garcia.
Éste y su esposa Celine le presentaron una historia: un mundo en miniatura en el jardín, poblado por elfos, al cual se puede acceder bajo ciertas condiciones y que está amenazado, entre otras cosas, por la tecnología. Los Garcia tenían en mente una serie de TV, pero Besson los convenció para hacer una película. "Cuando Patrice me contó sobre los Minimoys, vi que ese mundo tenía muchas posibilidades. Además, hacía un tiempo que quería tratar temas como la infancia y la ecología en una película, cosa que no había hecho antes."
Pero del dicho al hecho pasó más de un lustro. Las películas animadas son así: lleva tiempo realizarlas. Para seguir contagiados de la idea, Besson y Garcia publicaron varios libros con las aventuras de Arthur, un niño que se transforma en príncipe elfo cuando entra al mundo de los Minimoys. El éxito de éstos, con textos del director e ilustraciones del dibujante, fue inequívoco.
Con el respaldo de la repercusión que tuvieron los libros, Besson y su equipo se abocaron a la realización de la película, que comienza con un conflicto: Arthur y su abuela -interpretada por Mia Farrow- son acosados por un acreedor, que los conmina a pagar o dejar la casa en la que viven, en la campiña.
Es una casa con historias, muchas de ellas del abuelo, un explorador y aventurero que desapareció misteriosamente hace unos años, pero que dejó varias pistas sobre su paradero. La imaginación y el empeñoso afán de Arthur va descifrando las migas de información que quedaron desparramadas por la casa. Todas apuntan hacia la parte de atrás de la casa, el jardín, donde existe un portal hacia un mundo fantástico y en miniatura.
Cuando Arthur deja atrás el mundo de los humanos y entra en el de los Minimoys, se convierte en un príncipe elfo, predestinado a encabezar la lucha contra los villanos que amenazan el equilibrio del reino y también proteger ese frágil mundo de la intervención o el descuido de los humanos. Un ingenioso sistema de irrigación en el jardín, por ejemplo, puede tener consecuencias catastróficas para los Minimoys.
"Las diferencias entre uno y otro mundo me daban varias posibilidades de jugar con los contrastes entre las edades, los tamaños, los colores y también entre lo que entiende o piensa un adulto en comparación con el punto de vista infantil". Todo aquello que separa al mundo de los grandes y al de los chicos es un tema caro a Besson en esta película. El director repite en la charla con El País y otros medios de la prensa porteña la frase del poeta William Wordsworth: "El Niño es el padre del Hombre".
La mirada desprejuiciada del niño puede ser, para Besson, un antídoto para varias enfermedades sociales, como el racismo. El director recuerda una vez que fue a la escuela a buscar a su hija, que le presentó a varios de sus compañeros de clase: "Entre ellos había un negro, un chino, un niño de origen árabe. Para ella, era lo más natural del mundo tener amigos así, no había diferencias más allá de la apariencia. Y me sentí un poco raro, porque me puse a pensar que en el futuro, los adultos le enseñarán las diferencias entre un negro y un blanco, entre un musulmán y un chino. Creo que los niños tienen varias cosas para enseñarnos, tantas como nosotros a ellos".
Aunque Besson enfatice conceptualmente el contraste entre el mundo de los seres humanos y el de los Minimoys, en lo visual, la meta era que el pasaje de uno a otro ni se notara. "Quería partir de las cosas reales. Arthur es un niño real, el jardín también es real. Quería hacer que todo fuera tan preciso, tan detallado que uno pudiera deslizarse hacia el otro mundo sin que se note la ruptura. Hay secuencias en la película en las que la acción pasa de la casa al jardín y luego del jardín al mundo de los Minimoys, todo un mismo plano. Lograr la sensación de que eso que se ve es cierto fue mucho más difícil de lo que imaginé. Por eso me llevó cinco años filmar todo. Si solo hubiésemos empleado la tecnología de animación tridimensional y digital, podríamos haber terminado la película en menos tiempo. Pero mezcla las dos cosas, el mundo natural y el virtual, fue casi una pesadilla".
Protagonizada por Freddie Highmore (Charlie y la fábrica de chocolates), en el elenco de la película figuran las voces de tres grandes estrellas de la música: Madonna, quien da vida a la Princesa Selenia, David Bowie (Maltazard, el villano) y el rapero Snoop Dogg (Max, personaje secundario que ayuda a Arthur en su aventura). Pero también hay consagrados actores que hablan por los personajes digitales, como Robert de Niro y Harvey Keitel.
Historia de iniciación y aventuras
Aunque la película pueda entretener a gente de muchas edades, los destinatarios más naturales de esta historia son aquellos que están por abandonar la infancia y entrar en la adolescencia. Son los años en los cuales los universos fantásticos, las sagas, los cuentos y fábulas empiezan a perder los vívidos colores y sensaciones que habían provocado hasta entonces. También son los años en los cuales los amores idealizados empiezan lentamente a encarnarse.
Básicamente una historia de iniciación, la película sigue a Arthur, un niño de diez años en su ingreso al mundo de los Minimoys, en el jardín de su casa. Cuando entra, la película deja atrás a los actores de carne y hueso para desarrollarse entre personajes que acumulan millones de píxeles para cobrar vida. El pasaje de un mundo a otro es, como se lo propuso el director, visualmente fluido. Y el universo digital creado por Patrice Garcia es uno pródigo en colores, texturas y matices. Pero en lo que hace a la narración, la película abandona un ritmo apacible y un tono gentil para abocarse a una edición alocada y frenética. Hay una secuencia de acción tras otra, los movimientos de cámara no son nada sobrios y las asociaciones son un poco traída de los pelos, como los guerreros africanos que son los guardianes del portal entre un mundo y otro. Nunca queda claro, tampoco, porqué el protagonista vive con su abuela y no con sus padres, que siguen casados y están en perfecto estado de salud.
Arthur emprende el viaje tras un tesoro de piedras preciosas que servirá para múltiples propósitos junto a Selenia, la princesa de los elfos y quien encarna el interés romántico del niño. Aunque casi siempre es de lamentar no tener acceso a las voces originales, en esta ocasión tal vez no: que una mujer de 48 años, con una voz tan característica como la de Madonna, sea quien interprete a la que enamora a un niño no parece un casting muy acertado. A nivel técnico, el equipo de Besson no puede ser comparado a los de empresas como Pixar o Dreamworks, pero seguramente las sucesivas entregas de las aventuras de Arthur mejorarán en ese nada menor aspecto.
Enfrentar a la competencia con métodos insuales
Con un presupuesto de 65 millones de euros, Arthur y los Minimoys es una de las apuestas más grandes del cine europeo en los últimos años. Esa cifra, sin embargo, es comparativamente baja. Empresas como Pixar y Dreamworks disponen de mucho más dinero para sus películas animadas. Pero eso no desanimó a Besson, un realizador al que le gusta jugar en las grandes ligas, sin complejos. El jefe de animación Pierre Buffin ideó un sistema con el cual se podía filmar a los actores sin vestirlos con los trajes que llevan marcadores y guían el posterior trabajo de los animadores digitales. Eso le permitió a Besson dirigir a los actores con mayor libertad. Además, buena parte de la animación fue hecha sobre decorados construidos manualmente, a la vieja usanza y no sobre paisajes generados en una computadora. "Queríamos que ambos mundos fueran lo más similares posible. Y la animación en 3D sobre decorados reales nos dio una marcada sensación de realismo", comentó Buffin en varias entrevistas.
Subway
1985
El debut, con Christophe Lambert e Isabelle Adjani. Una historia que pocos recuerdan más allá de las pulidas y elaboradas imágenes, marcado rasgo del estilo de Besson.
Nikita
1990
Primer gran éxito a nivel internacional. La historia de la descarriada que es entrenada para ser una temible asesina tuvo remake con Bridget Fonda y generó una serie de TV.
El quinto elemento
1997
Fastuosa producción de ciencia ficción con estrellas (Bruce Willis), efectos especiales y un mundo diseñado en parte por el famoso historietista francés Moebius
Juana de Arco
1999
Besson da su visión sobre una de las figuras más importantes de la historia francesa. Milla Jovoivich, contra todo prejuicio sobre las modelos, consigue una buena actuación.