Llega leyenda del rock sinfónico

| Ian Anderson y la Filarmónica de Montevideo repasarán clásicos de la mítica banda Jethro Tull

GUSTAVO LABORDE

El sábado 16 de abril se presentan en el teatro de verano Ian Anderson junto a la Filarmónica de Montevideo para celebrar el espectáculo Clásicos de Jethro Tull sinfónicos. Este concierto es, por múltiples razones, un verdadero acontecimiento musical.

Jethro Tull es una de las grandes bandas de rock de todos los tiempos y goza del status de mítica. Sus cifras son demoledoras: 35 años de carrera, más de 60 millones de álbumes vendidos, 3.000 conciertos en más de 40 países distintos ante más de 15 millones de personas, a lo que hay que sumar más de 60 discos de oro y platino recogidos en todos el mundo.

Aunque tradicionalmente se la adscribe al movimiento del rock progresivo que tuvo lugar en la década de 1970, el grupo liderado por Ian Anderson escapa bastante a las limitaciones de todo género. Su estilo se juega entre el rock pesado, el blues, el folklore británico y ciertas reminiscencias medievales, que le otorgan un clima arcaico a la música de esta banda que tiene en Ian Anderson a su líder natural. El mismo tiene algo de juglar renacentista con sus pantalones de remiendo, sus eternos chalecos y su flauta endemoniada, a la que sopla sostenido en una sola pierna como si fuera una grulla cantarina.

Nacido en 1947 en Edimburgo, Anderson se crió en esa ciudad escocesa en el seno de una familia humilde. Con un padre fanático de la música clásica y el jazz, el joven Ian también se formó escuchando a viejos bluseros, tocando la guitarra acústica y cultivando cierta devoción por las épocas antiguas. Más tarde se dedicó a tocar la flauta, instrumento en el que es un verdadero virtuoso y que puso al servicio del rock, logrando con ella un sonido distintivo que hace que Jethro Tull no se parezca a ninguna otra banda: basta escuchar ese viento que evoca edades pretéritas para saber que se está escuchando al viejo Ian. Naturalmente, él tiene una obsesión con ese instrumento. "Siempre estoy a la búsqueda de flautas nativas a todos los lugares a los que voy", comenta Anderson. "Compré mi primera flauta en 1970 cuando tenía 20 años. Compré una flauta, un órgano de boca y un ‘Tin Whistle’ irlandés en el mismo día. Siempre he amado los instrumentos acústicos. En el primer disco de Jethro Tull toqué la mandolina y en el segundo la balalaika. Soy el señor unplugged en Jethro Tull. Me interesa mucho incluir sonidos étnicos en el concepto de una banda de rock. Está bien mientras que el resto de la banda no toque demasiado alto. Incluso llegamos a pensar en poner una gran valla alrededor de la batería para salvar nuestros oídos del daño. Si se piensa en lo que hemos atravesado a lo largo de los años es un milagro que estemos vivos, y ni hablar de que todavía podemos oír. Lamentablemente esto no se puede decir de Pete Townshend", dice con sarcasmo escocés.

EXITOS. Jethro Tull fue un campesino inglés que vivió entre 1674 y 1741. Escribió un par de manuales de agricultura, pero pasó a la historia por ser el creador de una sembradora mecánica rudimentaria que funcionaba con tracción a sangre. Eran los años de la primera revolución industrial, que pondría de cabeza la economía de Inglaterra primero y la del mundo después. A más de dos siglos de muerto este granjero, su nombre volvió a la vida cuando un grupo de músicos de rock decide plagiarlo y autobautizarse igual que el célebre inventor. Una vez más Jethro Tull echó a andar una maquinaria que sembró las semillas de una revolución, esta vez musical.

Desde luego, el dueño de la banda fue siempre Anderson, quien igual que el flautista de Hamelin lideró tras de sí una nutrida troupe de músicos que se pareció más bien a una comunidad hippie de alta rotatividad. Por las distintas formaciones a lo largo de 30 años de música han pasado por Jethro Tull una decena de bajistas, otra cantidad igual de bateristas y muchos tecladistas. Pero si el sonido de la banda está caracterizado por la voz y la flauta de Ian, parte igual del mérito se le debe atribuir al guitarrista Martin Barre, quien desde el inicio de Jethro Tull secundó a Anderson con el inconfundible y desgarrador sonido de sus cuerdas. El primer disco del grupo fue This Was, aunque su primer gran éxito fue el segundo Stand Up, que llegó al disco de oro en pocos días. Tanta era la fama del grupo que se anotó el curioso galardón: ser el primero en grabar un single en tecnología stereo, toda una innovación para la época reservada exclusivamente para los larga duración

Las cosas marchaban bien, pero Jethro Tull se convirtió en una cosa seria en 1971, al editar uno de sus álbumes más famosos, el conceptual Aqualung. El disco gira en torno a un personaje vagabundo, moquiento y andrajoso que mira a las chicas del parque con malas intenciones: este hombre salvaje e instintivo es una metáfora iconoclasta que revela la vocación anárquica del compositor escocés. Este disco contiene también la canción My God, a la que Anderson presentó con una nota que dice: "Al principio, el Hombre creó a Dios, y lo hizo a su imagen y semejanza". Eso le valió la censura en varios países, España a la cabeza.

Otro de los grandes hitos de la banda es Thick as a brick, de 1972, que fue toda una novedad ya que estaba envuelto en un diario, parodiando los tabloides británicos con noticias sensacionalistas. Otro álbum conceptual, esta vez sobre un precoz y ácido escritor de ocho años, que gana un concurso de la BBC y se involucra en un caso de violencia sexual. El disco destila fina ironía y crítica social, además de ser una de las cúspides musicales de la banda. La carrera ascendente del grupo británico siguió con obras como War Child (1974) o el excelente, intimista y acústico Minstrel in the Gallery (1975).

A lo largo de su extensa trayectoria Jethro Tull siguió experimentando con diferentes sonidos, timbres y armonías, pero siempre ceñido al formato canción, envuelto en un vigor sonoro que lo separa bastante de otras bandas de su época como Yes, Genesis o Emerson, Like & Palmer y no tanto de Pink Floyd. Tan duro ha sido su sonido que hasta ganaron un Grammy en 1987 por el disco Crest Of A Knave, como Mejor Grupo de hard rock, quitándoles el trofeo a los seguros ganadores: nada menos que Metallica.

De todas formas, Anderson acepta que la música de su banda se inscriba en esa aventura musical de los 70 que fue el rock progresivo. "Sirve para definir cierta era y a grupos concretos como Yes, ELP y Genesis y a nosotros mismos. Representa una época en que una serie de gente rompió las barreras de la música para explorar nuevas fórmulas, alejadas de la música comercial. Explorar es iniciar una aventura, y estoy de acuerdo en que no todo lo que se hizo estaba bien. Al arriesgarte puedes descubrir América o también a naufragar. Hubo grandes cosas, aunque también salieron cosas pretenciosas que llegaron a aburrir al público", sostiene con honestidad el escocés. "Crear algo nuevo es muy complicado, en especial cuando llevas tanto tiempo dedicándote a hacer lo mismo. Nosotros tuvimos suerte, porque cuando empezamos, a finales de los 60, no había reglas escritas sobre el rock y podías fusionarlo con el folk, el rock progresivo y la música tradicional. Nosotros podemos ser una mezcla de blues con Beethoven. Pero creo que aunque seas un genio, sólo podés ser innovador una vez en tu vida".

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar