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Alessandro Baricco en el Solís: la necesidad de escribir y el objetivo de "Sobre el tiempo y el amor"

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Alessandro Baricco. Foto: Francisco Flores.

AHÍ ESTUVE

Antes de su presentación en el Teatro Solís, el escritor de "Seda" y "Tierra de cristal" habló de su relación con la escritura y brindó detalles de "Sobre el tiempo y el amor"

Alessandro Baricco se ríe mientras recuerda la frase que durante años estuvo pegada en una de las paredes de su cuarto. “Quiero subir tan alto que cuando cague le caiga a todo el mundo”, lanza en italiano y la mitad del público del Instituto Italiano de Cultura suelta una carcajada al unísono; el resto debe esperar a la traducción simultánea. El efecto es aún más divertido: el sutil rubor de la traductora carga de inocencia adolescente a la escena. “La frase es de un escritor norteamericano y me inspiraba mucho”, agrega.

Es viernes, son las 11.30 y unas cuarenta personas están reunidas para escuchar a uno de los autores italianos más celebrados de las últimas décadas. Jerarcas de la Intendencia, miembros de la Comedia Nacional, libreros y periodistas son parte del encuentro. Baricco, responsable de clásicos como Seda, City, Tierra de cristal y Océano mar escucha con atención y responde las preguntas del público. Es la antesala de Sobre el tiempo y el amor, el espectáculo performático que presentará esta noche en el Teatro Solís.

La frase de la introducción es apenas una parte de una de las respuestas más profundas de la jornada. Una mujer, sentada al lado de las cámaras de varios informativos, le acaba de preguntar por qué escribe. Baricco, de 64 años, se toma una pausa para buscar las palabras justas. “Es un gesto natural, lo hago desde pequeño. No sé por qué, pero siempre se me facilitó la escritura”, dice. Hace otro silencio, cierra los ojos por unos segundos y retoma la respuesta. “En diferentes momentos de mi vida ha significado cosas distintas. Hoy no escribo con las motivaciones que cuando tenía 30 años; por momentos escribía para existir, otros para encontrarme y hasta tuve períodos en los que escribí contra los otros o contra alguien”.

Luego, admite, “hay épocas en las que escribí para subir a la cima” y, entre risas, recita aquella frase del autor norteamericano. “Pero ahora lo último que me interesa es estar ahí arriba. Para nada”, aclara.

Minutos después, luego de analizar la actualidad política de Italia y exponer su pensamiento sobre cómo la pandemia cambió las relaciones humanas —una concepto que desarrolla en el ensayo Lo que estábamos buscando—, retoma la idea. “Mi principal motivación para escribir es que es un ritual. Hay gente que medita y otros que salen a correr; yo escribo. Me equilibra, es una cosa física para mí”, asegura. “Publicar es una cosa diferente y, en este punto, ya no es tan importante para mí”.

Pero para Baricco hay un motivo aún más profundo en el oficio que lo lleva a recorrer el mundo. “Cuando prendo la computadora y llevo cuatro minutos escribiendo, me encuentro en otro lugar; allí es como si todas las miserias y los sonidos del mundo estuvieran lejanos. Nada más tiene importancia”, asegura. “Es como una especie de droga y me volví adicto”.

Y a las 21.00 el público que agotó las entradas gratuitas de su presentación en el Teatro Solís, será testigo del más reciente resultado de su proceso creativo. Sobre el tiempo y el amor, que el miércoles presentó en el Teatro Colón de Buenos Aires, es, en palabras del protagonista, “una cosa muy extraña”. “En Italia no sabíamos cómo bautizarlo cuando lo promocionamos”, admite cuando le preguntan sobre la propuesta. “Digamos que es una lección porque yo hablo, pero no es exactamente eso porque lo hago en un teatro, con iluminación, con una pequeña escenografía muy bien estudiada y un poco de música. Así que, al final, es una narración más que una lección”, define.

En Sobre el tiempo y el amor, según describen crónicas publicadas en Argentina, el autor se inspira en dos hechos aparentemente inconexos —el intento de fuga del rey Luis XVI y los últimos días de Tolstoi— para explorar el significado del tiempo en la vida humana. “Pero, sobre todo, lo que yo quisiera lograr no es solo que la gente aprenda algo, sino que se emocione mientras aprende”, explica el autor que luego será declarado Visitante Ilustre de Montevideo. “Este es un rito colectivo de emoción y de aprendizaje”.

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