SEBASTIÁN AUYANET
Después de los años de Astroboy, lo primero que deja Martín Rivero es un trabajo invernal en los climas, explícito en los sentimientos y en el que la melancolía es el motor creativo clave.
Martín Rivero se sienta en el sillón de su apartamento y abre su laptop para mostrar algo de música. Un disco de la británica La Roux que compró estando de viaje con el equipo de Bajofondo como realizador audiovisual, Passion Pit, Jack Penate, el cantante de The Strokes Julian Casablancas y Spoon aparecen entre las recomendaciones. A los costados de los sillones hay varios teclados y, sobre la mesa, un par de libros sobre composición de canciones y un diccionario de rimas en inglés, todos préstamos y regalos de Juan Campodónico. "Éste te dice todas las pautas para escribir una canción exitosa, tipo las de Celine Dion, Britney Spears, Backstreet Boys... Me interesó saber cuáles son las reglas, porque lo que yo hago es distinto, tengo cero de ese tipo de estructuras".
Y de verdad no se puede decir que Estas cosas no son mías, su primer trabajo como solista, tenga especial preocupación por rimas perfectas, estribillos y demás ganchos de la canción pop convencional, mucho menos por el éxito radial. Más que nada, las de Rivero tienen lugares, sensaciones y personajes, pero sobre todo, climas.
-¿Dónde empezaron a aparecer estas letras?
-Y, muchas acá mismo y otras en la última etapa de Astroboy. Yo ya estaba muy cansado y con muchos dolores físicos. Nos pasábamos cargando cosas, a mí me dolía un montón la espalda. Y hubo un momento en que me di cuenta de que las cosas iban decantando hacia algún lado. Y vi que lo que te va rodeando lo sentís ajeno. Y que para que todo decantara, tenías que vivir esa situación. Así salió esa letra.
La ruptura no fue total. Contrario a lo que muchos músicos podrían decir acerca de que una banda de rock es una buena forma de arruinar un grupo de amigos, los Astroboy siguen participándose en sus proyectos personales. En el caso de Rivero, todos sus ex compañeros de banda están mencionados en los agradecimientos. "Creo que dimos demasiados pasos juntos y no supimos manejar eso con tranquilidad, pero para todos decantó, todos caímos en que parar estaba bien. Es poco rocker lo que voy a decir, pero ya no estaba tan bueno tocar a las cuatro de la mañana, tomar tanto alcohol... simplemente uno se aburre".
Para Rivero, las canciones de Estas cosas no son mías muestran con más claridad y más espacios "huecos" en la música (faltan esas guitarras que alguna vez hicieron acordar a los Strokes) el tipo de compositor que es. "Por ejemplo, yo no soy un gran poeta, un tipo que sepa hacer letras sin ser explícito. Me gusta más lo simple, lo directo, y por eso traté de hablar sobre sensaciones, y que fueran muy claras, tanto las personales como las climáticas".
Ahí cae de nuevo la referencia al clima, que no es casual: todo el disco está impregnado de imágenes invernales y referencias al frío y al abrigo. En su caso, no es una referencia atípica. Los videoclips que ha trabajado como realizador (junto a Matías Paparamborda y Agustín Ferrando, director del documental Normalmente anormal de La Vela Puerca) comparten ese tipo de evocaciones. "Yo veo a esas referencias a los esquimales, a la nieve, como poesía, como elementos que me ayudan a conseguirla. No se por qué, pero me llama mucho la atención para componer, los encuentro más poéticos. Trato de buscarle el lado más frío, me interesa trabajar ese tipo de imágenes en un video o en la música".
-¿Las referencias musicales cambiaron también? Este disco hace acordar mucho al David Bowie de Space oddity.
-Sí, en la primera canción hay una referencia hasta por gusto, con acordes iniciales de Space oddity, a partir de los cuales empecé a armar otra canción con otra melodía. También Bowie tiene una cuestión muy climática y atmosférica, y eso siempre me copó mucho. Quizá hasta tendría que haberlo llevado más al extremo. Enganchar temas, hacerlos más largos, repensar el orden... eso requiere más tiempo. Lo mejor de Bowie es que puede hacer algo súper pop y masivo y a la vez conservar el misterio. De romper todo lo que viene haciendo y crear algo universal, súper de culto y súper popular al mismo tiempo. Te atrapa. Es como Ian Curtis, de Joy Division, son personajes tan misteriosos que son muy magnéticos. Joy Division es una música como para cierto tipo de climas y también de estados personales. A la vez, es una música muy jodida, si te agarra mal, te destroza. Que la música pueda generar ese tipo de cosas es algo que también me interesa mucho.
"La idea era registrar todas estas cosas de la forma más linda posible y que suenen realmente bien. Y la verdad es que lo escucho y una de las cosas de las que más me enorgullezco es de que suene tan bien. El otro día escuché el Cinco estrellas y... es horrible", dice Rivero y suelta una risa. "Escucharlo así, con todo lo que uno hizo después, cómo suena... hoy me choca, es muy crudo. Claro, iba en sintonía con lo que estábamos haciendo y con lo que por ahí nos pegaba de lo que pasaba en el mundo. Hoy, con el Manza (el argentino Mariano Esaín, productor de Automática y Big for the city) nos metimos en la casa de mi madre un buen tiempo y escuchamos cosas como M. Ward, que es un estadounidense que también trabaja muy bien los climas con guitarras acústicas".
-Astroboy fue una banda que en algún momento sintonizó con ese tipo de sonido que hacían bandas como The Strokes. ¿Qué es lo que más te interesa de lo que se escucha en el mundo ahora?
-Hay muchos músicos que están haciendo ese tipo de cosas: Bon Iver, Conor Oberst, Bonnie "Prince" Billy, me gustan muchas cosas de la música de afuera. Siento que la música está atravesando un momento de mucha experimentación y que de todo esto va a salir algo muy interesante. Antes, como por el 2002, 2005, todo era volver a la banda de rock, volver a grabar todos juntos, con las guitarras bien al frente. Eso está buenísimo, pero ahora hay cada vez más músicos grabando en el laptop, tocando solos, mezclándose con efectos... A mí ese tipo de búsquedas me interesan mucho ahora.
Un disco cercano y con la guardia baja
"Creo que pasa siempre con los que se van solitarios después de estar ligados a una banda y a su sonido. Se siente un vacío. Mirá el disco de (el cantante de The Strokes) Julian Casblancas, esperás las guitarras de los Strokes pero no aparecen, es medio como hueco. Me parece que acá pasa lo mismo, por ahí esperás esa guitarra que sonaba en Astroboy y todavía no sale. Quedás menos cubierto, tiene más que ver contigo y con nadie más", explica Rivero sobre sus nuevas canciones.
Además de eso, el tono de Estas cosas no son mías es, obviamente, otro. Los climas invernales creados con esmero son el escenario que Rivero arma para volcar frustraciones sentimentales y algunos amigos imaginarios. En definitiva, la tristeza y la melancolía definen al álbum pero el acierto es el marco sonoro, el ambiente que termina de conectar con esa poética. La vestimenta es otra: guitarras acústicas y donde estaban las distorsiones, algunos efectos, ecos o teclados. Lo llamativo es que también hay temas como Pájaros violetas que bien podrían ser tocados por una banda amplificada. Son apenas nueve tracks, casi todos con la influencia de David Bowie -una vieja influencia suya- pero que no se quedan en guiños. La producción de Mariano "Manza" Esaín y de Gabriel Casacuberta no sólo añade elegancia y limpieza en las melodías, sino que también le quita el aire minimalista, estrategia recurrente de los cantautores modernos. Aquí hay silencios pero también sobrecarga cuando es necesario, aunque siempre sin llegar al ruido ni perder esa especie de paz interna del disco.
Las sensaciones de cercanía y luces bajas tan propia de músicos que refiere Rivero como Conor Oberst o M. Ward aparecen en muchos temas: Asustado, Tormentas o Carmesí son músicas confortables e ideales para un día de lluvia y purgas personales. Lo explica con claridad el propio Rivero: "Uno puede tener muchos estados de ánimo. Pero a mí, la tristeza me pega de otra forma muy particular, y por eso saco canciones de ahí".
El ex cantante de Astroboy y un explícito primer disco
Ni la separación de su vieja banda queda fuera de las canciones de Estas cosas no son mías, el primer disco que Martín Rivero firma solo. Los nuevos temas se fueron apilando en su apartamento de la Ciudad Vieja, pegado al bar La Ronda, hasta que llegó el momento de trabajarlos junto a "Manza" Esaín y el integrante de Bajofondo Gabriel Casacuberta, entre Montevideo y Buenos Aires.
"Astroboy fue como un fenómeno aparte del estallido del rock uruguayo, con otros parámetros, con otra gente que nos iba a ver. Y completó su proceso", explica Rivero antes de hablar sobre estos nuevos temas que reflejan otras inquietudes más ancladas en lo personal y en las cuestiones sentimentales. Además, los sonidos e imágenes son otros, más propicios para la calma. El resultado son 33 minutos y poco de ambientes invernales y confesiones explícitas, sin refugio en metáforas.