MIGUEL CARBAJAL
Es el último uruguayo muerto en el exilio. A casi medio siglo de culminado el enfrentamiento que dividió al país, Claudio Silveira Silva, tal vez uno de los nombres más importantes de la plástica nacional, falleció en Cataluña en medio del ostracismo y el silencio que lo acompañó durante la mayor parte de su vida. No era un exiliado en el sentido estricto -no existen ahora- dado que en los Ochenta inició sus viajes de regreso al país y su serie de estadías, sin optar nunca por quedarse. Se había ido a los Setenta acorralado por las circunstancias de un hecho que siempre tuvo más de estético que de político. Nacido en Yaguarón en 1935, la estrecha amistad que concretó con Adolfo Pastor en la Escuela Nacional de Bellas Artes, lo trasladó a Durazno donde trabajó como profesor y rápidamente reveló lo notable de sus condiciones artísticas. Un episodio, nunca aclarado, lo vincula a la historia de la ciudad y a una tarea que alcanzará el punto más alto del urbanismo nacional. Pero también por alguna razón le deparó el estigma del exiliado.
Un incendio parcial elimina las instalaciones internas de la principal iglesia duraznense. ¿Cómo enfrentar el abordaje a una obra intacta y convencional por fuera, y por dentro un juego de grandes espacios tiznados? Se dejó sin tocar la fachada y se entregó el interior a la fuerza creativa del ingeniero Eladio Dieste. Trabajado exclusivamente en ladrillo a la vista, despojado de cualquier aditamento lateral de columnas y arcos, Dieste levantó una obra maestra de la arquitectura religiosa: severa, ascética y provista de un feroz vuelo imaginativo. Aunque no se lo note por fuera, donde la iglesia se mantiene tal cual es, el aporte transformó culturalmente a Durazno. La Iglesia de San Pedro es considerada por los especialistas internacionales una pieza impar, a la altura de lo mejor que hicieron sus competidores europeos, norteamericanos y asiáticos. El filtiré de ladrillo que compuso Dieste sólo recibió como accesorio un Cristo hecho por Claudio Silveira Silva en madera de peral que terminó de habilitar la iglesia. La combinación duró décadas hasta que hechos recientes que involucran a la curia colombiana y un sector conservador de la feligresía decretó su desaparición de escena y su retiro a un supuesto museo doméstico. Todo muy oscuro, muy turbio, muy sin sentido. Una conversación con la autoridad eclesiástica afincada en Florida trivializó el episodio sin explicarlo. Grabador cotizado en París, escultor y dibujante de primera línea y plástico adherido a una temática fronteriza casi animalista, Silveira Silva fue ignorado por la izquierda, tolerado por la derecha y se movió dentro de un vacío político que no pudo superar. Ideó mil maneras de abandonar Barcelona, sin conseguirlo. El país le debe el reconocimiento.