La historieta argentina de luto

| La legendaria boite Zum Zum de Montevideo sirivió de escenario para capítulos de Isidoro Cañones

La muerte este miércoles del humorista gráfico argentino Dante Quinterno, creador de las célebres historietas de Patoruzú, Isidoro y Patoruzito tuvo una fuerte repercusión en la prensa argentina. En su edición de ayer, el diario argentino La Nación escribió: "Con la misma reserva y privacidad que aplicó a una vida caracterizada por una escasísima exposición pública, Dante Quinterno fue sepultado ayer por la tarde en la Recoleta, pocas horas después de su fallecimiento, a los 93 años".

"Sus familiares eligieron así una despedida de extrema sencillez y austeridad, acorde con la conducta con que retrató en el papel a su personaje más famoso. Quinterno, dibujante, editor, hombre puntilloso y de costumbres inalterables, quedará en el recuerdo de varias generaciones como el creador de Patoruzú, tal vez el héroe nacional máximo de todo el camino recorrido por el humor gráfico y la historieta en la Argentina a lo largo del siglo XX", aseguró La Nación.

El diario argentino Clarín, por su parte, publicó cifras que ilustran con mucha elocuencia la popularidad de Quinterno: "Para acercarse a los mitos que él creó, vale la pena recordar esto: en los años 40 y 50, la revista Patoruzú vendía 300.000 ejemplares semanales. Aún hoy, la editorial Universo, que Quinterno dirigía desde su casa a pesar de sus achaques, vende cada veinte días 45.000 ejemplares de Andanzas de Patoruzú".

El dibujante había nacido el 26 de octubre de 1909 en Buenos Aires. Apasionado por el boxeo y el remo, Quinterno debutó como dibujante en 1925 con la tira Pan y truco, publicada en el diario El Suplemento. Al año siguiente, empezó a publicar en el periódico El Mundo su personaje Don Fermín, más tarde conocido como Don Fierro.

El 19 de octubre de 1928, en el diario Crítica y como uno de los personajes secundarios de la tira Aventuras de Don Gil Contento, apareció por primera vez Patoruzú, un indio quijotesco y multimillonario. Pronto, el personaje fue ascendido a protagonista de una historieta propia. En la serie de sus andanzas, Quinterno estableció los rasgos básicos de su criatura, un idealizado indio terrateniente (para nada acorde a la realidad de los patagónicos indígenas) de fuerza legendaria, valiente y de buenos sentimientos, metido en aventuras a las que solía arrastrar a su oportunista y pusilánime padrino Isidoro Cañones y su voluminoso y aniñado hermano Upa, a veces con la colaboración de su enamoradiza hermana Patora, la maternal Chacha y el fiel capataz Ñancul.

EN MONTEVIDEO. Con el paso del tiempo, la historieta generó un par de derivados: las correrías de Paturuzito (la versión infantil) y desde luego las locuras de Isidoro (donde Patoruzú no aparecía). Los lectores uruguayos de estas historietas recordarán que algún capítulo de Isidoro transcurrió en Montevideo, más exactamente en la boite Zum Zum del Puerto del Buceo, donde para regocijo de los compatriotas la clásica construcción del edificio Panamericano era dibujada con exacta fidelidad. El humorista basaba estas aventuras montevideanas no en su experiencia personal, sino en la de sus hijos, habituales visitantes de la boite.

El perfil bajo fue cultivado por Quinterno quien aceptó su último reportaje en 1931. En esa oportunidad declaró que Patoruzú fue hecho a partir de recorrer Argentina y conocer a sus aborígenes. "Elegí al más bonachón. Es el hombre perfecto dentro de la imperfección humana", consideró.

En sus muy pocas declaraciones públicas el humorista gráfico prefería hablar de Patoruzú sin segundas lecturas. Lo veía como una representación de virtudes como el valor, la caballerosidad y ejemplo de respeto a la justicia. En 1930 escribió un breve autorretrato para la revista Mundo Argentino. "Aprendí tarde a leer (a escribir no aprenderé nunca). No tengo virtudes. ¿Acaso existen hoy en alguien? Si me preguntan por mis defectos, tengo pies planos, uso bigotitos y fui tartamudo hasta promediar mi adolescencia. Mi aspiración es llegar a ser un buen dibujante".

Patoruzú llegó al cine en 1942 en el film Upa en apuros, hecho que lo convirtió en el primer largometraje argentino. Por la década de 1950 Quinterno se abocó a un proyecto singular: proyectar un modelo de automóvil similar al que lucía Isidoro Cañones en sus aventuras.

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