GUILLERMO ZAPIOLA
Una neumonía terminó el pasado sábado con Charles Bronson, el hijo de inmigrantes lituanos que fue en su juventud minero del carbón, se convirtió más tarde en héroe de acción, y llegó al estrellato en el cine europeo luego de una larga carrera como intérpretes secundario en los Estados Unidos. El actor tenía 81 años, y padecía desde hace dos del mal de Alzheimer, que lo deterioró rápidamente.
Bronson había pedido morir en su casa, pero falleció en el Centro Médico Cedars-Sinai, donde fue internado hace algunas semanas por complicaciones pulmonares. El lacónico héroe de innumerables ‘westerns’, policiales y films bélicos, imbatible enemigo de villanos diversos a lo largo de casi medio siglo de carrera, perdió su última batalla.
Había nacido el 3 de noviembre de 1922 en Ehrenfeld, Pensylvannia, con el nombre de Charles Buchinsky. Undécimo hijo de un matrimonio de inmigrantes lituanos muy pobres, a los 16 años comenzó a trabajar en las minas de carbón y continuó allí hasta que Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial. Llamado a filas en 1943, fue artillero de la Fuerza Aérea en el Pacífico y allí juró que nunca volvería a Pennsylvania
COMIENZOS. Probó fortuna en Hollywood a comienzos de la década del cincuenta, y siguió utilizando el apellido Buchinsky en los primeros veinte films en los que apareció, generalmente en papeles secundarios. Entre 1951 y 1954 fue peligroso asesino (Museo de cera, 1953, director André de Toth), indio (Apache de Robert Aldrich, Toque de tambor de Delmer Daves, ambas de 1954; El vuelo de la flecha, 1957, de Samuel Fuller) o bandido (Vera Cruz, 1954, también de Aldrich). En 1954 optó por cambiarse el apellido, que sonaba a demasiado "ruso" para el período maccarthysta, y eligió el de Bronson, sugerido por el de algunos lugares (Bronson Avenue, el Bronson Gate) cercanos a los estudios de la empresa Paramount.
El "rey de la clase B" Roger Corman le proporcionó en 1958 su primer protagónico en el asunto gangsteril de Kelly el ametralladora, y al mismo tiempo obtuvo el papel titular de la serie televisiva El hombre de la cámara, donde encarnaba a un fotógrafo de prensa involucrado en asuntos de corte policial.
Lentamente se abrió paso, obteniendo papeles de mayor peso en films como el asunto bélico Cuando hierve la sangre (1959) o el ‘western’ Siete hombres y un destino (1960), e incluso fue el héroe de Robur, el conquistador del mundo (1961) de William Witney, cuyo verdadero protagonista era empero el ambiguo personaje titular interpretado por Vincent Price, según la novela de Julio Verne. En años siguientes apareció en otros films de acción de alto presupuesto como El gran escape (1963) de Sturges, La batalla decisiva (1965) de Ken Annakin o Doce del patíbulo (1967) de Aldrich, pero su carrera parecía haberse estancado. Pudo ocasionalmente actuar en dramas como Almas en conflicto (1965) de Vincente Minnelli o Una mujer sin horizonte (1966) de Sydney Pollack, sobre Tennessee Williams, pero su físico rudo y aspecto un tanto tosco no encajaban en los parámetros del estrellato hollywoodense.
EXITO. Misteriosamente fue en Europa donde se convirtió realmente en una estrella. Su perfil "duro" pareció encajar especialmente en la variante del policial negro que los franceses llaman "polar", a la que aportó películas como Adiós al amigo (1968) de Jean Herman o El pasajero de la lluvia (1969) de René Clément. Por la misma época, en un curioso cambio de roles, Sergio Leone lo enfrentó en Erase una vez en el Oeste al más pérfido villano que Henry Fonda haya interpretado en su vida. En los años siguientes hizo en Europa otros pistoleros en películas como El sol rojo (1971) y Los secretos de la Cosa Nostra (1972) de Terence Young, Ciudad violenta (1970) de Sergio Sollima o Los caballos de Valdez (1973) de John Sturges. Cuando volvió a los Estados Unidos era una celebridad.
Junto al director británico Michael Winner proporcionó entonces una serie de títulos en los que repitió un tipo de asesino profesional, policía duro o "vigilante" dedicado a la justicia por mano propia. A ese período petenecen películas como Asesino a precio fijo (1972), El triturador (1973) y sobre todo El vengador anónimo (1974), esta última una obra maestra de la manipulación y el golpe bajo que conoció más secuelas de las debidas. En los años setenta se lo vio todavía en otros empeños industriales de cierto nivel como Operación Telefon (1977) de Donald Siegel, o en alguna sarcástica autoparodia como Tres días de amor (1976) de Frank D. Gilroy. En varios de esos films actuó junto a su esposa Jill Ireland, luego fallecida a consecuencia de un cáncer de mama.
Luego comenzó un lento crepúsculo. Continuó muy activo durante los años ochenta y hasta noventa, pero los films parecieron por lo general más baratos y rutinarios, repetición de fórmulas en las que a menudo se involucró también un director otrora prestigioso como J. Lee-Thompson. Su gran época había pasado, aunque continuó trabajando casi hasta el final: su última labor fue el policial para la pantalla chica Familia de policías 3, rodado en 1999.
El ídolo de los franceses
La fama le llegó un poco tarde y lejos de su tierra a Charles Bronson. Es probable que si se hubiera quedado en los Estados Unidos nunca hubiera pasado de ser un "duro" secundario, el villano, gangster o policía que moría antes del último rollo en decenas de películas de clase B o no tanto.
Como Clint Eastwood, quien también fue un secundario en Hollywood o en la televisión norteamericana antes de triunfar en Italia con los films de Sergio Leone, Bronson tuvo que ir a Europa para conocer el gran éxito. Fue Alain Delon, que como muchos franceses admiraba sus viejas películas, quien lo invitó a coprotagonizar el policial Adiós al amigo (1968) dando origen a su popularidad europea. Un poco antes había trabajado en otro film francés, Los cañones de San Sebastián (1967) de Henri Verneuil, haciendo de indio malo, pero allí no llamó realmente la atención.
En el pináculo de su carrera, Bronson disfrutó de una enorme popularidad. Los franceses lo llamaban "le sacré monstre" (el monstruo sagrado); los italianos "il brutto" (el feo). Cuando se quedó sin Clint Eastwood, el propio Leone lo enroló en su último y más ambicioso ‘spaghetti western’, Erase una vez en el Oeste (1969), enfrentándolo a Henry Fonda y Jason Robards. En 1971 recibió un Globo de Oro al "actor más popular del mundo".
En una entrevista en 1971, Bronson trató de explicar por qué su viaje al estrellato había sido tan largo. "Tal vez soy demasiado masculino. Los directores buscan actores a su propia imagen. Tal vez no correspondo al ideal de nadie". Es cierto en todo caso que no correspondía al ‘standard’ norteamericano de belleza estelar masculina, aunque su atractiva fealdad haya terminado imponiéndose por encima de todos los obstáculos.
Matrimonios y televisión
Charles Bronson rodó 97 películas de cine o telefilms, así como numerosos episodios de series de televisión, casi siempre como rudo vaquero, bandido, soldado, asesino a sueldo o vengador sanguinario contra malvados criminales. En 1958 obtuvo su primer protagónico televisivo en la serie de media hora El hombre de la cámara, donde interpretaba a un fotógrafo, que llegó a ser vista (sin llamar demasiado la atención) en la televisión uruguaya.
A comienzos de los años sesenta Bronson volvió a la televisión como guía de caravanas en la serie ‘western’ Los viajes de Jaime (The Travels of Jaimie McPheeters), y en un papel secundario del drama ambientado en un rancho del siglo XX en Imperio del Oeste (Empire), protagonizado por Richard Egan. También se lo vio como estrella invitada en otras series como Bonanza o El virginiano.
Bronson se había casado en 1944 con Harriet Fendler, con quien tuvo dos (Susan y Tomy) y de quien se divorció en 1499. Estuvo casado luego con la actriz Jill Ireland, junto a la cual apareció en varias películas, que le dio una hija, Zuleika, y que murió en 1999 luego de veintidós años de matrimonio. En un tercer matrimonio se unió a quien le acompañaría hasta su muerte, Kim Weeks.
El actor fue muy cuestionado por la filosofía fascistoide, reivindicadora de la violencia y la justicia por mano propia, de que hicieron gala muchas de sus películas. Ello lo llevó a defenderse, afirmando que el ciudadano estaba indefenso frente a la inacción de las autoridades contra el crimen. Contenidos a un lado, Bronson pudo ser defendido por críticos exigentes como la norteamericana Judith Christ, quien pudo elogiar "su maravillosa presencia, amenazadora y ruda".
En la vida real, Charles Bronson era tan esquivo como muchos de sus personajes, y rehuía la vida de glamour de Hollywood, más aún tras la muerte de su segunda esposa.