GUILLERMO ZAPIOLA
Fue la mejor cantante popular francesa del siglo XX, y una leyenda, y encarnar a esa leyenda (Edith Piaf) es el riesgo asumido por la actriz Marion Cotillard en "La vie en rose", película francesa que mañana se estrenará en Montevideo.
No es la primera vez que la vida de Piaf llega al cine, aunque éste bien puede ser el empeño más ambicioso hasta la fecha. La película dirigida por Olivier Dahan, quien antes hiciera la secuela de Los ríos color púrpura, fue uno de los títulos que llamaron la atención en el último festival de Berlín, donde la crítica destacó justamente la labor de Cotillard, quien asumió el compromiso de sacar adelante a su compleja y dramática protagonista.
De hecho, Cotillard no es la única intérprete que encarna a Piaf en una película que abarca su vida desde la infancia al triunfo y la tragedia. El personaje tiene primero el rostro de la niña Manon Chevallier, luego el de la joven Pauline Burlet, y se convierte en Cotillard cuando llega a la madurez.
MOTIVOS. El director Dahan ha explicado que quería hablar de cómo funciona un artista en su interior, "hacer una película sobre el impulso vital de un artista". Estaba en una librería, hojeando un libro sobre Edith Piaf y de pronto se le ocurrió que ella era el ejemplo perfecto de alguien que no ponía ninguna barrera entre la vida y el arte. La fusión entre su propia vida y su trabajo es la base misma de un verdadero artista.
Como todos los franceses, Dahan conocía alguna de sus canciones y sabía algo de su vida, pero no mucho más. Durante sus investigaciones iniciales se tropezó con una fotografía poco conocida de una Piaf muy joven "que no se parecía a Edith Piaf", y se preguntó cómo se había producido la transformación entre esa joven de la foto y la mujer que todos conocían. Esa fue la idea motora de su filme: trazar el arco o el puente entre aquella imagen olvidada y la Piaf madura y pública, entre el diamante en bruto y la estrella fulgurante y dolorida.
No es posible resumir en una hora y media o dos horas de película una vida, y naturalmente Dahan tuvo que elegir. Uno de los aspectos que lo atrajo particularmente fue la infancia de Piaf. En la niñez se reciben las experiencias fundamentales, que literalmente marcan a un hombre o una mujer para toda la vida.
Dahan escribió el guión en colaboración con Isabelle Sobelman, y afirma que no introdujo muchas modificaciones posteriores. Hubo algún cambio de estructura al aproximarse el rodaje, pero nada que tuviera que ver con la concepción esencial.
Uno de los riesgos de hacer una película sobre un personaje casi contemporáneo y muy conocido era la búsqueda del intérprete adecuado. El parecido físico era un requisito indispensable, aunque no único.
Dahan pensó de inmediato en Marion Cotillard, una treintañera que ya tiene a sus espaldas una carrera interesante y que incluso ha incursionado en el cine internacional (hizo un papel secundario en El gran pez de Tim Burton, y se la vio también en Un buen año de Ridley Scott). A juicio del director, Cotillard "es más guapa que Piaf pero guarda una clara semejanza con las fotos de la cantante cuando era joven". No la conocía personalmente, pero le envió el guión y luego se encontraron. Ella aceptó.
Los plazos eran muy apretados, y sólo pudieron dedicar medio día al maquillaje, que luego se fue perfeccionando durante el rodaje. Pero Cotillard debió hacer el mismo trabajo de investigación que Dahan había hecho, leer libros y ver las películas de Piaf.
Cotillard ha explicado que el director le insistió en que, por más maquillaje que llevara, quería que se la viera también a ella. No quería imitaciones, ni que desapareciera bajo el maquillaje. El espectador debía ver al mismo tiempo a Marion Cotillard y a Edith Piaf.
Aunque hay otros nombres eminentes en el filme (Emmanuelle Seigner o Gérard Dépardieu en papeles secundarios, sin ir más lejos), Cotillard es el centro del proyecto. La crítica ha aplaudido la elección. El entusiasmo parte del hecho de que la actriz "no se queda sólo en el asombroso trabajo de maquillaje, sino que cala mucho más en el interior de Piaf, y traspasa al espectador su drama por una infancia acosada, por una vida echada a perder prematuramente, y logra convertirse en espejo fiel de aquella compleja y paradójica personalidad", tal como afirma el crítico de la web La Butaca.
En el mismo sitio, otro opinante sostiene que la actriz se encuentra "en estado de gracia, que sobrepasa los artificios del maquillaje o el vestuario para construir una Edith Piaf creíble, antipática y sufriente que literalmente se come la pantalla en cada uno de sus fotogramas".
Los cruces de El Gorrión con el cine
Paralelamente a su carrera como cantante, y de hecho como una prolongación de ella, Edith Piaf desarrolló una no muy abundante filmografía. En realidad, apareció en alrededor de diez películas, desde 1936 (cuando debutó en un papel secundario en La garconne) hasta 1959 (Les amants de demain, director Marcel Blisténe). En el medio hubo algunas cosas más importantes, desde la extravagancia de Sacha Guitry Si me contaran Versalles (1954, donde Edith era una integrante de la multitud revolucionaria que cantaba memorablemente ante el palacio del título), hasta French Cancan (mismo año) del maestro Jean Renoir.
Son muchas más las películas que han utilizado canciones de Edith para reforzar su banda sonora, desde Desesperación (1950) de Alfred Hitchcock, donde estaba su amiga Marlene Dietrich, hasta el largo de animación Valiant (2005), donde se escuchaba Je ne regrette rien.
Por su parte, el cine ha intentado otro par de veces su biografía. En 1973 se conoció Piaf, el gorrión de París, dirigida por Guy Casaril, con Brigitte Ariel y Pascale Christophe. En 1982 Claude Lelouch propinó su Edith y Marcel y los otros, sobre su romance con Marcel Cerdan, con Evelyne Bouix en el papel de Piaf y el propio hijo de Cerdan en el del fallecido boxeador.
Así fue la verdadera estrella
Su verdadero nombre era Édith Gassion, y nació el 19 de diciembre de 1915 en París, de un padre acróbata y una madre cantante. Después de haber pasado los primeros años de su vida con su abuela, reencontró a su errabundo padre. En este período comienza a cantar y a darse cuenta de la emoción que genera en quienes la escuchan.
A los 17 años, de vuelta en París, conoce a su primer gran amor, Louis Dupont, y tiene una hija que muere de meningitis en 1935. En ese mismo año inicia verdaderamente su carrera de cantante, actúa en cabarets, graba su primer disco y hasta aparece en la primera de diez películas que integran su filmografía.
Es el principio de una larga carrera que se afirmará tras la Segunda Guerra Mundial. Para entonces es una estrella internacional que actúa en los Estados Unidos, tiene un romance con el boxeador Marcel Cerdan interrumpido por la súbita muerte de éste en 1949, y graba algunos de sus clásicos: "La vie en rose" o "Milord" son por supuesto algunos de ellos.
Su vida posterior fue una cadena de tragedias. Un grave accidente de coche en 1958 y un infernal ritmo de trabajo la fueron destruyendo de a poco, a lo que ayudaron también la droga.
Su tormentosa vida sentimental concluyó en su matrimonio en 1962 con el Theo Sarapo, un oportunista más joven que ella que se benefició de su fama. Murió un año después, dejando un testamento que continúa estremeciendo cada vez que se lo oye: la canción "Je ne regrette rien" (No me arrepiento de nada).