JORGE ABBONDANZA
El Ministerio de Educación y Cultura va a cambiar al director del Museo Nacional de Artes Visuales, un hecho desacostumbrado porque quien ocupa ese cargo es Angel Kalenberg y lo ha desempeñado durante más de tres décadas.
A través de ese largo período han ocurrido cosas trascendentes en el Museo, todas las cuales testimonian la calidad de la gestión cumplida por ese titular y confieren a su tarea emprendida en 1969 un perfil no sólo destacado, sino difícilmente abarcable por la memoria de los uruguayos de hoy. La situación actual impone al menos un reconocimiento por escrito que deje constancia de la entidad de algunos hechos que tuvieron lugar bajo esa dirección, porque en este país existe una tendencia al olvido que puede confundirse con la indiferencia, la ingratitud o el desconocimiento, según los casos, y que facilita injustamente la evaporación de valiosos recuerdos del pasado cultural.
Algunos viejos tienen idea de lo que era el Museo de Bellas Artes antes de la llegada de Kalenberg, una suerte de panteón de la pintura con los Treinta y tres orientales de Blanes en el altar mayor, manejado con criterios novecentistas que permitían confundirlo con un ramal del Museo Histórico.
La audacia del nuevo director consistió en encargar al plástico y arquitecto ítaloargentino Clorindo Testa una transformación que lo dio vuelta como un guante y desembocó en lo que se conoce desde entonces, incorporándole todo el abanico del arte nacional moderno y contemporáneo pero agregando el insólito montaje de exposiciones temporarias, un hecho que en su momento fue largamente discutido porque parecía alterar la quietud sacramental de los museos tradicionales. Esa discusión agitó los primeros años de la gestión de Kalenberg, que sobresaltaba el provincianismo local con un arrojo no siempre bien visto.
El edificio del Museo siguió ampliándose con los años hasta incorporar la sala mayor del primer piso, el auditorio de la planta baja y un jardín de esculturas diseñado por Leandro Silva Delgado, mientras la gestión del director abarcaba la coordinación de envíos al exterior, la publicación de 192 catálogos y 83 videos y la exhibición de un patrimonio que comprende actualmente 6.584 obras (en 1966 eran 2.888). Ahora parece oportuno contabilizar esos detalles, porque la memoria de los uruguayos no siempre es duradera y porque el trámite en curso para sustituir al director del Museo ha tenido durante más de un año algunos episodios penosos que no merecen referencia alguna.
A esta altura, Kalenberg ni siquiera ha sido informado oficialmente del cambio dispuesto por las autoridades, lo cual resulta por lo menos sorprendente y demuestra la extraña índole del procedimiento administrativo aplicado en el caso. Cabe esperar que a esos rasgos no se sumen otras distracciones y el Ministerio sea capaz de reconocer en forma pública -como corresponde- los 38 años de servicios prestados por un funcionario nada común y la magnitud de las tareas que cumplió en beneficio del Estado.
El formidable legajo con que se presentó
Kalenberg ya tenía una notable foja de antecedentes cuando llegó al Museo. Desde 1958 (a los 22 años) producía catálogos para muestras de artistas uruguayos, en 1960 (a los 24) organizó el Salón Arcobaleno en cuyo jurado figuró Lourival Gomes Machado, director de la Bienal de San Pablo, resultando premiados Agustín Alamán, Luis Camnitzer y Marco López Lomba. En 1963 (a los 27) fundó y dirigió la revista Puente, en la que colaborarían Claribel Alegría, Carlos Martínez Moreno, Guido Castillo, Antonio Larreta, José Pedro Díaz, Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Idea Vilariño y Carlos Real de Azúa, entre otros, para fundar luego el Instituto General Electric, que estuvo a su cargo durante seis años y se convirtió en un centro de irradiación que instaló normas de cosmopolitismo y modernidad desusadas en este medio, con certámenes de pintura asistidos por jurados internacionales, premios para Sábat, Gamarra, Spósito, y exposiciones de notabilidades como LeParc, Cúneo, Antonio Frasconi, Rómulo Macció, Vicente Martín o Juan Ventayol.
En General Electric se realizó el Primer Festival de Música Aleatoria y Concreta (de donde nació el Núcleo Música Nueva) así como un Primer Festival de Cine Independiente Latinoamericano, un Festival Cinematográfico del Cono Sur y hasta un Concurso de Cuentos Rioplatenses, donde concurrieron jurados como Emir Rodríguez Monegal, Tomás Eloy Martínez y Ramiro de Casasbellas. Allí se coordinó el Primer Simposio de Escultura al Aire Libre ganado por Germán Cabrera (con jurados como Geraldo Ferraz y Pierre Restany) y disertó gente famosa, desde Jorge Romero Brest o Louis Pauwels hasta Luigi Nono y Umbro Apollonio. Con ese equipaje llegó un Kalenberg de 33 años al Museo, cuyas reformas permitirían recibir grandes muestras -Klee, Rodin, la Bauhaus, Picasso, Wifredo Lam- atrayendo una concurrencia diluvial que superó las 500.000 personas para uno solo de esos despliegues. En los últimos 37 años el Museo realizó 247 exposiciones provenientes de 34 países, sin olvidar su meta principal: la divulgación del arte nacional, con ejemplos descollantes en muestras de Barradas, Torres García, Carlos González, Gurvich, Arzadun o Camnitzer.