El tema tenía su chispa. Dos amigas que en los años 70 fueron fanáticas del rock, revoloteando alrededor de Jim Morrison y otros ídolos, han envejecido de manera dispar. Una de ellas (Goldie Hawn) conserva el look melenudo y cimbreante de la época, pero la otra (Susan Sarandon) se apaciguó juiciosamente. Resolvió casarse con un rico abogado, adoptó una imagen de irreprochable aburguesamiento, ha tenido dos hijas y las cría con severísimo rigor, ocultando a la familia toda la promiscuidad y los desahogos etílicos de aquel pasado. Cuando Hawn —desempleada y sin un dólar— aterriza en el mundo de Sarandon, puede ocurrir cualquier cosa.
Lo curioso del libreto de Bob Dolman, que también dirige la película, es que no atina a inventar situaciones sabrosas en torno de ese reencuentro, que pudo tener no sólo ribetes de comicidad y de ridículo, sino además un sesgo social muy aprovechable, porque enfrentaba dos mundos regidos por comportamientos y mentalidades irreconciliables. Pero, como suele suceder en las comedias de Hollywood desde hace 20 años, todo se encarrila por la autopista del sentimentalismo, de manera que las dos mujeres destinadas a chocar sin piedad en la encrucijada de caminos muy divergentes, terminan reconciliándose por arte de magia: en diez minutos, Susan Sarandon se convierte en una Goldie Hawn número dos, escandaliza un poco a la familia y termina demostrando la ventaja de manifestar emociones verdaderas. Sólo en Hollywood el mundo se arregla así.
Lo más desilusionante es que ese proceso está privado de casi todo humor, aunque parecía servido en bandeja para incorporar un poco de sátira, un poco de crítica, un poco de zafaduría y un poco de espíritu caricaturesco. Embarcadas en el caso, dos actrices de larga foja se desempeñan como pueden, ya que la dirección de Dolman no las auxilia para nada. La que sale mejor parada es Hawn, cuya notoria disposición para la farsa tiene algunas descargas de desenfado bajo sus pantalones apretados y su abultada pechera. En cambio Sarandon —esa personalidad— se apaga imperdonablemente, no sale airosa de su transformación final y permite especular sobre las necesidades laborales de una estrella de cine, que acepta compromisos minúsculos como éste para ganarse la vida: Goldie y Susan no son Thelma y Louise.
El que aprovecha a fondo la oportunidad es el australiano Geoffrey Rush, un actor fuera de serie a quien los espectadores de la televisión para abonados habrán visto lucirse recientemente en El sastre de Panamá. De hecho, Rush siempre está muy bien y aquí compone al viajero maniático que se cruza por casualidad con Hawn y emprende una inesperada aventura ante la cual reaccionará con miedo y después con entusiasmo. Sin embargo, un gran actor en un papel de relleno no compensa los desganos y alargamientos del resto de la producción. Qué pena.
Ficha
CRITICA | JORGE ABBONDANZA
LOCAS DE ATAR
The Banger Sisters
Director y libretista. Bob Dolman.
Productores. Mark Johnson,
Elizabeth Cantillon.
Fotografía. Karl Walter Lindenlaub.
Montaje. Aram Nigoghossian.
Diseño de producción. Maia Javan.
Música. Trevor Rabin.
Elenco. Goldie Hawn, Susan Sarandon,
Geoffrey Rush, Robin Thomas,
Erika Christensen, Eva Amurri.
Estados Unidos 2002