Contratiempos de una gran historia

LAS COLUMNAS

Los militares alemanes de la época nazi no fueron figuras populares en el cine de posguerra, excepto en papeles de villanos. Pero a partir de los años 50, Alemania se convirtió en un estupendo mercado para los productos de Hollywood, de manera que los libretistas empezaron a tener cuidado con lo que escribían. Quizá por eso James Mason interpretó dos veces al célebre mariscal Rommel (en El zorro del desierto, 1951, y Las ratas del desierto, 1953) y hasta Marlon Brando se tiñó el pelo para encarnar a un gallardo oficial de la Wehrmacht en Los dioses vencidos (1958).

Medio siglo después le llega el turno a Tom Cruise, convertido en el conde Claus Schenk von Stauffenberg para una superproducción titulada Valkyrie, que se filmó en los estudios berlineses de Babelsberg y en exteriores de California, dirigida por Bryan Singer. Esa historia recrea el atentado del 20 de julio de 1944 contra Hitler, que no logró matar al dictador pero desató una feroz represión contra los conspiradores, derivando en la ejecución de cientos de militares comprometidos con el operativo. En medio de ese fracaso, Stauffenberg debe figurar desde entonces como un héroe. Había perdido un ojo y parte de una mano durante la campaña de África del Norte, pero el hecho no impidió que se embarcara en el complot contra el Führer, donde fue un protagonista que pagó con la vida su acto de coraje.

Para Cruise, el personaje central de Valkyrie era una oportunidad de primer orden en una etapa declinante de su carrera, luego del papel lateral que cumplía en Leones por corderos. Pero la reconstrucción de aquel episodio antinazi ha tenido tropiezos, desde el rechazo de autoridades de Berlín a que se filmara en viejos monumentos de la capital, hasta el deterioro sufrido por negativos de la película en el laboratorio, que obligó a rodar nuevamente varias escenas. Esos y otros accidentes se sumaron a las dudas de los productores sobre el interés del material histórico narrado, llevando a postergar un estreno previsto inicialmente para el mes de julio y fijándolo en noviembre, de donde luego fue aplazado hasta febrero de 2009. Se insinúa que hubo también presiones furtivas para desplazar un producto que glorifica el sacrificio de un hombre enrolado al fin y al cabo en las fuerzas del Tercer Reich.

En 1955, había sido el cine alemán el que reconstruyó aquel famoso atentado (El 20 de julio, dirigida por Falk Harnack) en una versión muy respetuosa de los hechos reales en que se basaba. Si Hitler hubiera muerto aquel día, la historia podría haber cambiado. Pero se salvó gracias a que alguien movió con su pie la maleta donde Stauffenberg había colocado la bomba y también por la solidez de la mesa debajo de la cual explotó el artefacto. A veces el azar tiene un peso mayor que el heroísmo.

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