"Algo se transforma en música si resuena en ciertas manos"

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ORQUESTA FILARMÓNICA DE MONTEVIDEO

Ficha

Concierto dirigido por Josep Vicent. Solista: Eduardo Alfonso. En programa: "Obertura Montevideo", de Joan Valent; "Concierto para piano y orquesta en La Menor op 54", de Robert Schumann; "Sinfonía N° 7 en Re Menor op 70", de Antonin Dvorak. Sala: Teatro Solís, 12 de junio.

El concierto se inició con el estreno mundial de la Obertura Montevideo del compositor mallorquín Joan Valent. Esta obra fue especialmente compuesta para la Orquesta Filarmónica de Montevideo a instancias del director valenciano Josep Vicent, de allí se desprende la emotiva dedicatoria del autor al expresar: "A mi hermano Josep Vicent". El compositor se refirió a Uruguay de la siguiente manera: "Dividir en dos la esencia de vuestra tierra no ha sido fácil. El Uruguay es un país que limita al este con el Atlántico y al sur con Borges, gran admirador de ese genial pianista de palabras que fuera Felisberto Hernández. Felisberto señalaba que: `Algo se transforma en poesía si lo miran ciertos ojos`". Valent, parafraseando a Hernández, dirá: "Algo se transforma en música si resuena en ciertas manos".

El compositor utiliza dos tópicos diferentes para mostrar musicalmente nuestra capital. Por un lado si bien comienza con una eclosión de la percusión, rápidamente se diluye para dar cabida a un tema sombrío que refleja esos tintes grises característicos de Montevideo y que él asocia al "pangaea" - período en el cual todos los continentes estaban unidos entre sí. Luego aparece el segundo tópico donde la ebullición del colorido local se hace presente con la incorporación de los tamboriles a la orquesta. La obertura finaliza con un despliegue total de la percusión marcando la clara tendencia minimalista del autor la que sirve como medio efectista. Al haber sido dedicada a él, Vicent demostró una compenetración profunda basada en su gran admiración por nuestro pueblo, que fue a la vez correspondida por la Filarmónica. También el público valorizó las alusiones al candombe de forma efusiva.

Luego de este estreno se escuchó el hermoso Concierto para piano y orquesta en la menor de Robert Schumann que tuvo su primera audición en Dresden 1845 teniendo como solista a Clara Wieck y la orquesta bajo la conducción del compositor y pianista Ferdinand Hiller a quien fue dedicada la obra. Esta pieza surgió como una fantasía para piano y orquesta e incluía solo el primer movimiento de este concierto. Posteriormente Schumann, a instancias de su esposa Clara, agregó los dos movimientos restantes para así poder cumplir con las exigencias de la forma musical. A diferencia de la mayoría de los conciertos del período romántico, este no fue concebido para el lucimiento de los virtuosos, pues se caracteriza por ser una obra intimista, donde el lirismo aflora de comienzo a fin.

Una vez más se pudo apreciar la exquisita musicalidad del pianista uruguayo Eduardo Alfonso. Su técnica fue clara y elegante acompañada de su expresivo fraseo, especialmente en el "Intermezzo". Es una pena que este destacado intérprete nacional aparezca tan esporádicamente con nuestras orquestas, por el extraordinario talento con que está dotado.

Después del intervalo se interpretó la Séptima Sinfonía de Antonín Dvorak, llamada por algunos críticos "Patética", debido a su carácter severo y apasionado. El 2 de enero de 1884 Dvorak presenció en Berlín la ejecución de la Tercera Sinfonía, de Brahms. Esta sirvió de inspiración para componer una nueva sinfonía cuya magnitud y relieve sería algo similar a la de su colega. Cinco meses después la Royal Philharmonic Society de Londres lo nombra miembro de honor y le encarga escribir una sinfonía. El modelo de Brahms y la propuesta londinense hacen que se consolide la creación de esta obra que tendrá su estreno en 1885 bajo la dirección de su autor. Será dedicada al director, compositor y pianista Hans von Bülow quien tuvo a su cargo el estreno en Berlín.

El "Allegro maestoso" inicial toma de Brahms la amplitud de su espectro tonal; pero la verdadera inspiración se muestra en los nuevos modos que encuentra Dvorak de desarrollar sus propias ideas para moldear un movimiento extenso, sombrío y poderosamente personal. En el "Poco adagio" se ahonda aun más la atmósfera introspectiva, las resonancias de la música de su mentor parecen hacerse más tenues, dando al compositor rienda suelta a su incomparable vena lírica. El "Scherzo" es sin duda el movimiento de adscripción nacionalista más obvio, con su ritmo sincopado y con los acentos en" sforzando" asemejándose a la danza folklórica checa denominada "furiant". En el último movimiento no hay una resolución fácil, pero el poderoso tema inicial, con su respuesta en forma de coral y una melodía más calma por parte de los violoncellos hacen encaminar la música hacia la conclusión, dando la sensación de que se ha librado y ganado una contienda sinfónica.

La versión de Dvorak que hizo Vicent fue la de un gran director, que siente profundamente lo que dirige y es maestro en ductilidad de la belleza sonora y lo que más importa es que su batuta trasmite enteramente su intención y emoción tanto a la orquesta como al público. Vicent hace honor a sus palabras cuando expresó en una entrevista: "La energía es mi virtud y mi vicio".

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