República Democrática del Congo

Trabajaron en una base uruguaya en el Congo y se reportan con El País: “Lo que nos va a matar es el hambre”

En contacto con El País, Mugisho y Obedi relatan la toma de su pueblo por el M23, los saqueos casa por casa por efectivos del propio ejército congoleño, la muerte de vecinos y la huida de sus hogares.

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Mugisho Bahati Abraham, habitante de Kavumu, trae a sus tres hijos pequeños a “Uruavu”, una base aérea uruguaya de la ONU en la República Democrática del Congo, donde trabaja como traductor. Son Julia, de seis años; Gabriela, de cuatro; y Godwill, de dos. Las niñas fueron nombradas en honor a un Julio y a un Gabriel, militares que pasaron por este contingente a los pies del lago Kivú. Es día de relevos y despedidas, y los niños visten su ropa más colorida para la ocasión. En suajili, su idioma, Mugisho les dice que nos saluden. Ellos, tímidos, sonríen. Quizá no saben lo que el resto sí: nunca más volveremos a vernos. Gabriela se me acerca, me mira fijo, seria, y toca mi pelo. Tiene los ojos negros, enormes; mira los míos a centímetros de los suyos, vuelve a tocar mi pelo y pasa la otra mano por el suyo. Sonríe. Ya somos amigas. Es noviembre de 2022. Todos los días llueve y sale el sol en partes iguales. Ahora hay sol, pero ya se está yendo. Godwill, a upa de su padre, mira atrás hasta que se cierra el portón de la base.

El contingente Uruavu ya no existe.

Jueves 30 de enero de 2025. Con apoyo del gobierno ruandés, el grupo rebelde 23 de Marzo (M23) tomó Goma hace dos días, la capital de la provincia Kivú del Norte, a 80 kilómetros de Kavumu. Medios internacionales y redes sociales se hacen eco de los habitantes que huyen de la ciudad con lo puesto y las patrullas de combatientes armados. Le escribo a Mugisho, con quien no hablo hace más de un año, pero no le llegan los mensajes de WhatsApp. Sí los recibe Obedi Zihindula Batumike: otro congoleño que trabajaba en la base uruguaya a la par de Mugisho. Lo busco entre mis contactos y me acuerdo de su voz: “Obedi significa ‘defensor’, Zihindula significa ‘todo cambia’, Batumike significa ‘trabaja con fuerza’”.

Mensaje de Obedi. Acá en mi país hay mucha guerra. Acá en mi ciudad, en Kavumu, no ha llegado guerra pero se pasan a tiros todos los días. Pero ese tiro es de los FARDC contra los FARDC (el ejército del Congo). En la base que estaban los blancos, los de la ONU, ahora están ellos. Y no se llevan bien entre ellos. Pero gracias a Dios mi familia está bien y esos rebeldes no llegaron.

A partir de entonces establecemos un pacto implícito: un reporte casi diario que depende de su conexión a internet. Me despierto —su mañana es nuestra madrugada— y al ver la sola notificación ya recibo una noticia: el que me escribe está vivo.

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Mugisho Bahati Abraham.
Foto: Delfina Milder

La noticia de la violenta ocupación de Goma llegó a Uruguay con la muerte del soldado uruguayo Rodolfo Álvarez, uno de los 750 cascos azules uruguayos en el Congo. Álvarez murió en un ataque del M23 mientras manejaba un vehículo pesado. Ese mismo día, el 27 de enero, murieron otros 12 cascos azules. Y en total, desde la toma de Goma, el ministro congoleño de Salud Pública cifró en más de 8.500 los muertos en esa ciudad.

El 4 de febrero, la Alianza Río Congo (AFC-M23, en francés), coalición político-militar congoleña que integra el M23, declaró un alto al fuego “por razones humanitarias” y aseguró que defendería a los civiles mientras avanzaban en la ocupación de más ciudades al sur del Congo. Al día siguiente rompieron su propia tregua unilateral y tomaron la ciudad de Nyabibwe, a 32 kilómetros de Kavumu.

Miércoles 5 de febrero. Mensaje de voz. Aquí habla Mugisho de la República Democrática del Congo. Acá está complicado, y peor nosotros que estamos cerca del aeropuerto. Estamos en contacto, amiga, si sigo en la vida.

Jueves 6 de febrero. Mugisho sigue “en la vida”: me envía una foto suya con Gabriela, Julia, Godwill y la pequeña Samantha, que nació en 2023.

Viernes 7 de febrero. Mensaje de voz de Obedi. Acá la cosa no está fácil. Anoche había tiro, toda la gente se mudó. No hay más gente en mi barrio, toda la gente se fue para el otro lado, con las cosas en la cabeza, los niños, los animales. Le dije a mi familia que no tenemos que correr mucho porque siempre hay bala perdida, por eso estamos acá, pero las cosas no están fácil. Creo que algo va a cambiar.

Cadáveres en las calles y hospitales abrumados en la sitiada ciudad de Goma en la
República Democrática del Congo: cadáveres en las calles y hospitales abrumados en la ciudad de Goma.
Foto: AFP

Tres factores

¿Qué puede cambiar en un conflicto crónico, siempre latente, que estalla cada tanto? Puede cambiar el gobierno, los dueños de los recursos y hasta las fronteras, dicen analistas.

Por los factores que lo configuran, por la historia y por sus protagonistas, puede que este conflicto sea de los más complejos del mundo. No tiene una definición, un único motivo ni una fecha exacta. “Yo le cambio los nombres, no le pongo fecha y vos preguntás ‘¿Y esto de cuándo es? ¿Es de 1997? ¿Es de 2002? ¿Es de 2019-2020? ¿O es de 2024-2025? Es lo mismo”, me responde un coronel retirado con vasta experiencia en misiones de paz en África.

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Frontera RDC-Ruanda

El principal enfrentamiento hoy, entre los más de 120 grupos armados de distintas etnias en la región, es el del M23 contra las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo (FARDC). A grandes rasgos, el M23 está compuesto principalmente por tutsis congoleños —conocidos como bayamulengues—, una comunidad que vive en el este del Congo desde hace generaciones, con estrechos vínculos con la minoría tutsi que sufrió el genocidio ruandés en 1994. Su actividad armada se reanudó en noviembre de 2021 con ataques relámpago contra el Ejército congoleño en Kivu del norte. Ahora volvieron por más.

“Tres factores: territorio, política y recursos”, enumera el coronel. Mucho se ha hablado del milagro y el castigo del Congo: su riqueza en minerales con los que se fabrican celulares y baterías de autos. Pero igual de relevante es la ambición expansionista de Ruanda, al mando del presidente —tutsi— Paul Kagame. Pese a la acusación de la ONU, las pruebas y las sanciones internacionales, Kagame insiste en que Ruanda no respalda al M23.

¿Qué quiere Ruanda? Desde Luhumnashi me responde Erik Kennes, investigador principal del programa África del Instituto Egmont de Bruselas: “Ruanda sigue una política económica respaldada por una estrategia militar. Quiere desarrollar su país a toda costa y, si es necesario, en detrimento de su Estado vecino. La República Democrática del Congo tiene muchos más recursos naturales que Ruanda, en términos de minerales, tierras fértiles para la agricultura y oportunidades para el comercio. Ruanda intenta utilizar esos recursos para su propio beneficio. Y los minerales son parte de ello, pero reducir el conflicto a los minerales es una enorme simplificación. Ruanda, con esta guerra, intenta obtener una forma de control indirecto sobre el este del Congo, algo que viene intentando desde 1996”.

También hay razones de seguridad. En el este del Congo hay varios grupos rebeldes conformados por hutus —los perpetradores del genocidio ruandés— que huyeron cuando los tutsis llegaron al poder. Las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR) es uno de los principales. “Ya están los nietos de aquellos (hutus), ya está la tercera generación. Kagame sabe que se le pueden venir” encima, apunta el coronel. Que la historia se puede repetir.

En este contexto, la anexión de la región no parece una idea improbable. Kinshasa, el gobierno central, está a 2.000 kilómetros de las provincias Kivú del sur y Kivú del norte. Ricardo Barboza, capitán de navío retirado y licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, menciona que el aspecto geográfico contribuye a la falta de control efectivo sobre el territorio, “y aún más cuando hay habitantes que se identifican más con pares que quizá se encuentran en Ruanda, en Burundi o en Uganda, y no en la capital”, apunta.

Tránsito en la ciudad de Bukavu. Foto: Delfina Milder
Tránsito en la ciudad de Bukavu, Kivu del Sur.
Foto: Delfina Milder / Archivo

En este sentido, para Kennes, el gobierno del Congo no es inocente. “El presidente (Félix) Tshisekedi ha gobernado muy mal el país y su régimen se caracteriza por una corrupción masiva y por el favoritismo hacia su propio grupo étnico”, dice el investigador. “Tshisekedi nunca ha intentado de manera realista crear un ejército eficiente y su estrategia es errática, incoherente y poco realista. La fuerza de Kagame es también la debilidad de Tshisekedi”.

La benévola mano de hierro

El genocidio de unos 800.000 tutsis y hutus moderados en Ruanda terminó en julio de 1994, cuando el Frente Patriótico de Ruanda, dirigido por el ahora presidente Paul Kagame, derrotó al ejército y las milicias hutu. Desde el 2000, el líder tutsi ejerce el poder de manera ininterrumpida, y en julio del año pasado se aseguró otros cinco años de mandato con el 99% de los votos. Bajo su poder, Ruanda pasó de un genocidio a ser uno de los países más seguros y modernos del África subsahariana, con un sistema político casi sin oposición real, tolerado por una comunidad internacional que carga con su sentimiento de culpa por la masacre. El gobierno de Ruanda recibe cada año más de 1.000 millones de dólares en ayuda al desarrollo de varios socios, la mayor per cápita de toda África, que supone un 15% de su PIB y hasta un 40% del presupuesto nacional, según el Instituto de Estudios de Seguridad de África.

La mayoría de la población del este del Congo rechaza la dominación de Ruanda, pero la corrupción de la FARDC contribuye a la popularidad del M23 en algunas zonas, sugiere el académico. Tanto el M23 como la propia FARDC han sido señaladas por violaciones de los derechos humanos a lo largo de los años. De cientos de miles de personas; de Obedi, de Mugisho, de sus mujeres y sus hijos.

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Lunes 11 de febrero. Mensaje de Mugisho. Amiga estoy más o menos bien porque anteayer mataron a seis personas, vecinos míos, y entraron a mi casa y me llevaron todas las cosas. Como no teníamos plata agarraron a la niña más chica, la tiraron como una pelota contra la pared, ahora estoy en la ciudad Bukavu, en el hospital.
Y te digo que los que hicieron todo eso no son los rebeldes M23. Son el ejército congoleño. Estoy en el hospital pidiendo plata para atender a la niña.

Lunes 11 de febrero. Mensaje de voz de Obedi. Ahora es peor acá, toda la gente corriendo como loca. Mucha inseguridad en Kavumu, no hay ningún civil en la calle, mucha FARDC. Desde Kavumu hasta Bukavu. No se sabe cuándo se termina, las mujeres niños, hombres corriendo, nos estamos mudando para otro lado. En Kavumu no hay más mujeres y niños. Solo hay hombres para cuidar casas, y cada casa que encuentran los bandidos sin gente, entran. Hay que orar por nosotros. Pero no son los rebeldes, son los FARDC mismo, no han llegado todavía los rebeldes acá. Es nosotros contra nosotros que nos estamos maltratando. La FARDC de Congo está matando a los civiles. Entran, violan a las mujeres. Así es la cosa.

El saqueo es un modus operandi conocido. En contraste con el M23, el ejército congolés tiene una logística caótica o nula. Los oficiales superiores, dice Kennes, son en su mayoría empresarios y comerciantes “para quienes la guerra es un negocio de enriquecimiento personal”.

El coronel ilustra: “Antes de la batalla no les pagan, y después de la batalla les pagan a los que quedan vivos”. El histórico mecanismo de conquista, sumisión y corrupción nunca desapareció.

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Mugisho consigue el dinero y solo así logra que atiendan a su hija en el hospital público. Pasa tres días sin dormir mientras Samantha se recupera del golpe en la cabeza.

Miércoles 13 de febrero. Obedi me envía un video de su familia cargando colchones, bolsos y bidones con aceite. Sus tres hijos pequeños se turnan para subir a sus hombros. El más liviano tendrá el privilegio de no caminar por un buen trecho. Se dirigen a un campo de refugiados. Este día fue cuando salimos de la casa. Nos robaron muchas cosas. Hablamos mañana.

Martes 18 de febrero. El M23 ocupa Bukavu y los pueblos alrededor, entre ellos, Kavumu. Los rebeldes desmantelan los campamentos de refugiados, que acogen a 700.000 desde principios de año. La milicia teme que sean un caldo de cultivo para la rebelión contra sus nuevos líderes, y varias oenegés denuncian el desplazamiento forzado.

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Gabriela Bahati.
Foto; Delfina Milder / Archivo

Mensaje de voz de Obedi, el primero en esta nueva etapa bajo el M23. Se está tranquilizando la cosa. Ya estamos en casa con la familia, llegamos ayer. Nos dijeron que volvamos, que no nos van a hacer daño los rebeldes, que ellos vinieron para salvar la vida de los congoleños, así nos dijeron, pero sabemos que vinieron por la riqueza de Congo. Mugisho está sin teléfono, se lo sacó el M23, pero no le hicieron daño.

Sábado 22 de febrero. Mensaje de voz de Mugisho. Estoy mejor porque Samantha salió del hospital y ya estamos en la casa. Me sacaron el celular pero ya lo recuperé. El problema es que acá no hay nada, ni en los almacenes. Y como siguen los rebeldes acá, no hay trabajo en la vuelta. Este momento, para uno que ya no tenía casi nada, es difícil.

Le pregunto a Mugisho el precio de la comida. Y responde: 25 kilos de arroz cuestan unos 25 dólares; 25 kilos de harina, más o menos 20 dólares; 10 litros de aceite, unos 10 dólares; un kilo de azúcar, 1 dólar.

Domingo 23 de febrero. Mensaje de Mugisho. Estamos bien pero ya no duermo más, siempre soñando día y noche cuándo se termina este problema.

Lunes 24 de febrero. Mensaje de voz de Obedi. Estamos más o menos. Como ahora acá no hay Justicia, la gente está haciendo justicia popular. Los niños no pueden ir a la escuela, estamos todos en las casas. No está fácil.

—¿Y el gobierno?

El gobierno está enfermo.

Durante tres días consecutivos no recibo mensajes. Los que les mando, no les llegan. Leo en un medio regional que una cadena de explosiones dejó al menos 30 muertos en Bukavu. Siempre serán “al menos” y muchísimos serán enterrados sin nombre. Si los matan, no tendré cómo enterarme. Si están muertos, le estoy escribiendo a la nada. Si están muertos, qué será de Julia, Gabriela, Samantha y Godwill.

Miércoles 5 de marzo. Mensaje de voz de Mugisho. Estamos en lo mismo. Le digo a mi familia que no podemos hacer mucho movimiento porque escuché que los M23 se lleva a civiles para agregarlos a su grupo. No sé cuándo se termina esto. Pero lo peor para nosotros, lo que nos va a matar, es el hambre.

La comunidad internacional

“La preocupación del sistema internacional es si la pila del aire acondicionado funciona”, ironiza Ricardo Barboza. “Hoy, Naciones Unidas no puede hacer nada contra el M23. Y al sistema internacional, lo que le importa, es que no haya más ruido, que (la situación) empiece a calmarse y la gente se olvide”. El analista explica que el pico del conflicto reciente coincidió con el momento en que se extrae más coltán. Empresas en China, Suiza, Canadá y Arabia Saudita siguen recibiendo el mineral sin mayores interrupciones, asegura.

El coltán es clave para la fabricación de celulares y computadoras, y el 80% de las reservas mundiales se encuentran en el Congo. Erik Kennes opina que las misiones de paz fueron exitosas entre 1999 y 2006, pero se han vuelto “cada vez más ineficientes por razones internas y externas”. Además, agrega, “es difícil tener una misión de mantenimiento de la paz cuando no hay paz que mantener”.

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