ENTREVISTA
Yésica Rochet es modelo y estudiante avanzada de arquitectura. Su hermano menor, Sergio “Chino” Rochet es el arquero de Nacional y estuvo bajo los tres palos en los últimos partidos de Uruguay.

—¿Cómo surgió tu interés por el modelaje?
—Desde chica llamaba la atención por mi complexión flaca y alta. Solía ser la última de la fila en la escuela por gran diferencia. Con el tiempo, más de adolescente estaba siempre el comentario de “deberías modelar”. Me gustó siempre la estética y la moda, pero al vivir en Nueva Palmira donde no existía más que algún certamen anual en la zona, veía al modelaje como un mundo lejano para mí. Al cumplir 18 años fui a estudiar Arquitectura a Montevideo y en ese momento ingresé a una agencia de modelos y comencé a trabajar en el rubro a la par de la carrera. Es lo que hago hasta hoy en día. Descubrí que es algo que me complementa y amo hacer, ¡lo disfruto muchísimo!
—Como modelo, ¿qué es lo que más disfrutás? ¿Publicidad, redes sociales o pasarela?
—Me gusta hacer un poco de todo, pero me siento más segura y desenvuelta en pasarela (que desde que inicié fue lo que más hice por ventaja de mi altura), y publicidad gráfica que constantemente estoy haciendo y es lo que más se ve en las redes sociales.
—También te has dedicado a la arquitectura y al diseño, ¿cómo nacieron esas vocaciones en vos?
—Desde chica amaba dibujar, hice por muchos años cursos de dibujo y pintura. Cerca de finalizar el liceo, planteando cómo iba a continuar con mis estudios, no dudaba de lo que quería ser: arquitecta. Esa carrera me llevó a desarrollar y aprender sobre el diseño gráfico y todas las herramientas para mostrar mis proyectos con calidad. Hoy en día trabajo de eso, del diseño, soy community manager y docente de dibujo y pintura, mientras termino las últimas materias de la carrera de arquitectura.

—¿Hiciste el viaje de Arquitectura por 31 países? ¿Cómo recuerdas esa experiencia? ¿Cuánto te cambió?
—Me cambió por completo. Nunca había salido del país, y de un momento a otro estaba dándole “la vuelta al mundo”, fue una locura, la experiencia de mi vida. Siempre comento que se fue una Yes y volvió otra. Conocer el mundo, con sus diferentes culturas, interactuar con la gente de cada lugar es algo único e inexplicable. Empecé en Estados Unidos, luego en Asia y Europa. Me convertí en nómade por seis meses, no solo por estar un día en cada ciudad sino por el hecho de cambiar absolutamente todo en la rutina que acostumbra. Volví a Uruguay con una mirada totalmente diferente de la vida.
—¿A qué tres países volverías y por qué?
—Es una pregunta muy difícil porque volvería a varios. Particularmente Escocia me enamoró por completo, sus paisajes y la arquitectura del lugar te enamoran. Es como vivir en una postal constante; tiene ese encanto que vemos en películas y series basadas en su historia, de castillos y escudos familiares que son únicos. No me aburriría jamás. Otro país que me dejó capturada por la perfección, la majestuosidad y la honestidad de la gente, es Japón. Desde Tokio a ciudades menos pobladas y modernas como Kanazawa son tremendas para conocer ya sea por la cultura, la gastronomía, la amabilidad y respeto de la gente. Todo hace que te den ganas de volver. Y también volvería al país que le dio descendencia a mi apellido: Francia. París o cualquier otra ciudad del “interior” implica siempre un buen plan. En Europa adquirí una bici, y en países como Francia y Holanda fue donde más le saqué provecho, me ayudó a conocer lo cotidiano, mucho más a nivel calle, y eso cambia por completo la percepción del lugar.
—¿Estuviste en Catar, donde será el Mundial? En ese caso, ¿qué te llamó la atención de ese destino?
—Estuve en Emiratos Árabes Unidos: Abu Dhabi y Dubai. Muy cerca, pero no llegamos a Catar. Como mujer, toda esa región llama mucho la atención por lo restringida que es para nosotras la cultura. Es duro ver el papel que cumplimos en esa zona. Nuestras costumbres, las formas de expresarnos que tenemos en Uruguay, son prácticamente nulas y limitadas allá. Nos habían comentado ciertas reglas o normas para recorrer sin problemas las ciudades. En un principio no lo tomábamos tan en serio, pero al estar ahí te das cuenta de que sí, y como individuos inmersos en una cultura ajena, aceptarla y respetarla es primordial. Por otro lado, desde un punto de vista económico esas locaciones tienen a simple vista su grandeza: la arquitectura te habla sola; el precio de las cosas, algo totalmente fuera de lógica para nosotros que veníamos en plan de gastar lo menos posible. Un ejemplo que siempre doy de ello, es que la piscina de un hotel en Dubai, equivalía a 10 días de estadía en la India. Podría hablar horas sobre la experiencia en ese destino.

—Sos hermana de Sergio Rochet. ¿Qué te generó que fuera titular en los últimos partidos con Uruguay?
—Es algo que no se puede explicar. Una felicidad inmensa por él y sus logros. Lo acompañamos siempre, desde el baby fútbol. Que sus sueños más grandes se estén haciendo realidad es ver que los nuestros también. Como familia deseábamos que pudiera representar a Uruguay en la selección mayor, sentíamos que merecía eso y mucho más. Aunque de afuera una lo analiza y se ve lejano y difícil de alcanzar. Pero con humildad y sacrificio todo llega, se le dio la oportunidad, le fue muy bien, y somos felices de verlo hoy donde está.
—¿Cómo se vivió a nivel familiar el logro de la clasificación?
—Fuimos a ver el partido con mis padres y sobrino ante Perú. El Chino no nos confirmó nada hasta minutos antes de llegar al estadio y nosotros desde temprano estábamos ansiosos en las gradas. No importaba dónde le tocara estar. Una vez instalados ahí, le mandé una foto del grupo con el fondo del centenario preguntándole si había novedades.... Me respondió el mensaje con un “voy de titular”. Se nos llenaron los ojos de lágrimas de la alegría, y de ahí en más ni un mate pudimos tomar de los nervios y ansiedad antes de que comenzara el partido. Creo que la gente que estaba a nuestro alrededor se dio cuenta de eso: los 90 minutos del partido fueron una locura, no nos entraba más orgullo en el pecho solo de verlo bajo los tres palos. La atajada del final y todo lo que dio a hablar, hasta hoy en día nos llegan mensajes... ¡increíble e inexplicable! Quiero aprovechar este medio para agradecer el apoyo de la gente para con él, y que también a través de nosotros, nos hacen llegar todo ese cariño y admiración. Es muy gratificante más allá del fútbol que se genere ese sentimiento!

—¿Cómo definirías la relación con tu hermano? ¿Es celoso?
-Somos 4 y soy la mayor, sigue Sergio y dos hermanas más chicas (Mara y Diana). Siempre fuimos compañeros por afinidad en edades: “¡Mi par chinito!”, le digo yo. Mi viejo nos inculcó dos pasiones: la pesca y el fútbol, y siempre nos acompañamos en eso desde chicos. Somos muy parecidos en cuanto a nuestra personalidad. Desde el baby, con mi madre vendíamos tortas fritas junto a las otras mamás de los chicos en la cantina de la canchita para hacer beneficio. Ahí arrancó todo. Aunque de chicos no nos llevábamos tan bien, ya más grandes, cuando entro en las inferiores de Danubio fue cuando nos afianzamos más al estar solos pero más cerquita el uno del otro en Montevideo. Cada vez que podíamos nos juntábamos: “Mana me haces tus pizzas?” era un mensaje clave que no se me olvida más (risas). Cuando se le dio la oportunidad de ir al exterior las distancias fueron grandes pero siempre estamos al pie del cañón, viéndolo y siguiéndolo por todos lados desde que comenzó con su profesión. En cuanto a los celos, antes era más celoso y con el tiempo se le pasó. Aunque si vamos al caso, siempre fui más celosa yo con él, que viceversa. Tengo que admitirlo (risas).
—¿Te dicen “chinita”?
—Desde chicos los ojos chinitos fueron característicos nuestros, en las fotos nuestras lo notarán. Pero el sobrenombre surgió primero en él, Sergio “el chino”; después pase a ser “la chinita” o “Yes”, que es como más me conocen.
—Sergio tuvo un pasaje por un equipo en Turquía, ¿cómo se vivieron esos momentos a nivel familiar?
—Antes de Turquía estuvo en Holanda, y en ambos lugares había grandes distancias para con la familia. No poder tener contacto directo con él y Majo su esposa, con nuestros sobrinos, no fue fácil sentirlos tan lejos. Pero por suerte gracias a las videollamadas la familia podía estar en contacto a diario, eso hace que sea mucho más llevadero. Pude ir a visitarlos a Turquía y luego fue nuestra madre también. Cada vez que tenían algunos días libres volvían a Uruguay y los disfrutábamos al máximo.

—Cada fin de semana, cuando juega con Nacional, ¿sos de ir a la cancha?
—Antes de que el Chino estuviera en Nacional y estaba viviendo en Montevideo, si no interfería con mi trabajo nos juntábamos con amigos e iba. Cuando nos dijo que firmaba con Nacional fue un hecho, toda nuestra familia es bolso y fue tremenda alegría; si iba antes imagínate sabiendo que estaba él. No fallé a casi ningún partido hasta la pandemia. Como estoy viviendo en Nueva Palmira actualmente y desde entonces, es más difícil poder coordinar para ir por las distancias, pero en todos los partidos que puedo estoy. Eso es un hecho.
—¿Qué te genera cuando eventualmente hay alguna crítica en redes sociales?
—Sé cómo funcionan las redes sociales. Trabajo con ellas. Muchos se sienten con el derecho de opinar sobre el otro, hay gente que se siente un poco mejor con el hecho de menospreciar al que tiene al lado, cosa que me molesta mucho cuando uno no hace daño alguno compartiendo sus sentimientos, gustos o vivencias. Las redes sociales le dan cierto poder a ese tipo de personas, en cuanto a que pueden opinar gratuitamente sin dar la cara. Pero aprendí a no prestarle atención, no hace falta tomar esas opiniones que no suman en nada. Cada uno sabe quién y cómo es. Creo que lo importante es verse a uno mismo antes que criticar al otro, analizar si somos buenas personas, si hacemos bien o mal, si estamos logrando nuestras metas, si somos felices y trabajar en ello. Eso es lo que más importa, ¿no les parece?