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La nueva vida de Martina Graf en México

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Martina Graf. Foto: Ignacio Seijo

Sorprendió a todos aquella mañana. Martina Graf, reconocida modelo y comunicadora, miró a cámara en el programa Desayunos Informales donde trabajaba y anunció que dejaba el país.Así partió para probar suerte en Buenos Aires y finalmente desembarcar en México, donde está decidida a rehacer su carrera. Quiere dejar atrás a la modelo y convertirse en una actriz de películas y telenovelas. Instalada en tierras aztecas, la intrépida morocha explica todo sobre su nueva vida. “El plan es hacer dinero, comprarme una casa, un caballo, y volver a Uruguay”, revela. También, a corazón abierto, cuenta que ha sido víctima de violencia de género. “Es importante alzar la voz contra eso”, reflexiona.

—¿Por qué te fuiste a vivir a México?

—Hacía mucho tiempo que tenía pensado irme, me desesperaba la quietud que tenía. Además quiero volcar mi carrera hacia la actuación, y Uruguay no produce ficción, entonces para poder hacerlo sentía que tenía que irme. Hace unos meses moví contactos y viajé por un tiempo para asegurarme que México era el mejor mercado. Estuve un tiempo con entrevistas de trabajo, volví a Uruguay y tomé la decisión de volver a México para instalarme. Me di cuenta de que era el lugar en el que tenía más proyección y que sirve como trampolín para otros lados, como Miami. No fue una locura de un día para el otro sino algo muy pensado. Llegué sin nada firmado pero sabiendo que hay oportunidades. El plan es venir, hacer dinero para poder comprarme mi casa en Uruguay, tener mi caballo y poder volver a trabajar en mi país.

—¿Cómo te sentís ahí?

—Estoy feliz. Es un país gigante. Los extranjeros son muy bien recibidos, y si uno tiene formación para determinadas cosas consigue trabajo rápido. Esa es mi sensación.

—¿En ese sentido sentiste un contraste con Uruguay?

—Sí, claramente. Es muy barato vivir acá en comparación a Uruguay. No hablo mal de mi país porque yo siempre la luché ahí, pero si me fui es porque no sé cuántos años más tendría que haber trabajado para poderme comprar una casa propia. Siento que en Uruguay la gente trabaja mucho y después hay un estancamiento. Es lo natural por la cantidad de personas que somos. Por eso se da la fuga de cerebros, la franja joven de la sociedad que se va al extranjero porque no encuentra la forma de subsistir como quisiera. Uruguay es un país divino para el que tiene dinero, pero el resto lo tiene que hacer afuera para después volver. Yo la lucho sola desde los 15 años y me doy cuenta de eso.

—¿Cuáles son tus actividades allá?

—Por ahora estoy trabajando para una agencia de modelos. Es lo que menos quiero hacer porque nunca me gustó ser modelo, y ahora quiero dedicarme a la actuación, pero es un complemento y me sirve para mantenerme mientras tanto. Por otro lado, días después de llegar me surgió la propuesta de trabajar con caballos. Así que ahora estoy entrenando caballos para salto y doy clase a jinetes. La equitación es una actividad de elite, la practica gente de poder, prestigio y dinero, entonces una vez que una está en ese ambiente es mucho más fácil vincularse para llegar a otros lados como la televisión. Siempre una termina conociendo gente que conoce gente. Apunto a llegar desde ese lado. Eso no quita que también esté haciendo castings para comerciales y vuelvo a mis inicios: hago colas en las que me presento y a veces quedo y a veces no. Dejé todo y volví a la base para probar suerte pero con otra proyección.

—¿Qué fue lo que más te costó de irte de Uruguay?

—Tomar la decisión de vender mi caballo. Fue un proceso súper complicado y lo sigue siendo hasta hoy. No sé cuándo pueda volver a tener mi propio caballo. Y yo lo amaba, tenía un vínculo súper especial con él. Después tuve otros contratiempos, todo fue muy difícil porque no se trataba de era armar una valija e irme, sino que tenía que desarmar toda una vida en Uruguay. Todavía estoy cansada de eso, fue un caos total.

—¿Qué hiciste con tus otras mascotas?

—Me traje a mis dos gatos que están viviendo conmigo, y mis perras se fueron con mi ex novio. Él estuvo viviendo en Ecuador con ellas y ahora se fue a San Pablo y se las llevó para allá también. Están súper bien.

—¿Qué te ha llamado la atención de México como sociedad?

—Me impresiona ver tanto machismo y prostitución. Hay castings en los que hay chicas dispuestas a cualquier cosa.

—¿Viviste alguna situación de machismo en primera persona?

—Lo vivo en el trato día a día, en el trabajo. Es un machismo bravísimo. Cuando fui a comprar el auto había arreglado todo con la dueña, pero cuando llegué hablaba solamente su esposo, y no se dirigía a mí sino a un amigo que apenas fue para acompañarme. Frente al auto que yo estaba por comprar, yo era un mueble y la mujer con la que había hablado toda la semana ya no hablaba. Como esas cosas hay millones. También se ve mucha competencia entre mujeres. He notado que empujan y no piden disculpas ni por casualidad. Son muy brutas. No les importa nada y miran muy mal. Se da la típica escena de que la mujer mira a la otra de arriba a abajo, la disminuye y la sobra. Así son en México. Son mucho más bravas que los hombres.

—¿Cómo has visto que se tomó allí la victoria de Donald Trump en Estados Unidos?

—Está complicado. Hay un estupor general, nadie lo puede creer y todos están preocupados. No estoy muy metida en la política de Estados Unidos en este momento. Sé que hay una disconformidad general pero los votos están ahí y él gano. Ahora hay que esperar y ver.

—Dijiste que nunca te gustó ser modelo. ¿Realmente es así?

—Es que nunca fue mi vocación. Es un complemento muy secundario en mi vida, que no me interesa. Me gusta hacer cosas por pasión, y mi pasión son los caballos y la actuación. Nunca fui la más linda ni nada, solamente una perseverante. Fue una herramienta que me sirvió porque era el trabajo que me apareció cuando era menor. Encontré en el diario un artículo buscando adolescentes y se pagaba en dólares. Me presenté al casting y empecé con mi primera agencia. Pero nunca me gustó.

—Pero después trabajaste como modelo por 12 años. ¿Lo sufriste?

—Ahora sigo siendo modelo pero quiero que dure lo menos posible. No lo sufro, creo que las que lo sufren son aquellas personas que tienen pudor, vergüenza, o las que no aceptan su cuerpo. Trabajar con su cuerpo es exponerse a que los demás vean los defectos de uno. Yo no padezco la carrera y estoy agradecida pero sé que es algo pasajero. Voy a cumplir 27 años y si amara el modelaje sería un problema porque no sé cuántos años más me pueden quedar para trabajar de eso.

—¿Tenés defectos físicos que te incomoden?

—Sí, millones. No soy muy alta ni estilizada, tengo celulitis, engordo cuando como, tengo la alergia en la piel, la nariz. Hay millones de cosas, y las aprendí a manejar para poder potenciar lo mejor que tengo y disimular mis carencias. Pero es algo que no me preocupa, nunca me operaría la nariz por ejemplo.

—¿Tenés alguna operación?

—Me hice las lolas cuando era chica… ¡No me molestes con esas preguntas horribles! (risas)

—¿Alguna vez tuviste complejos con tu cuerpo?

—Sí, cuando era adolescente, y hasta tuve problemas de alimentación. Fue un proceso interno. Ojalá hace unos años me hubiera sentido en paz conmigo misma como me siento ahora.

—¿Te separaste del actor Adrián Navarro con quien habías oficializado una relación?

—Estoy separada, dejamos. Ya no estoy de novia con él.

—¿Se separaron por tu decisión de irte del país?

—No, no fue por eso. Decidimos separarnos. No quiero hablar más por respeto a él.

—En Instagram publicaste una reflexión sobre celos e infidelidad: "Tarde o temprano siempre te enterás de lo que necesitás saber...".

—Yo soy muy directa. Lo que tuve que decir lo dije en la cara. Las reflexiones que comparto son generales; esa puntualmente fue porque cada vez veo más gente súper celosa con vínculos tóxicos, dependientes, enfermos. Gente que pregunta a qué hora se fue a dormir el otro y lo increpa por la última hora en la que se conectó al Whatsapp. Yo no soy celosa, me da igual si me son infieles o no. No me ando preocupando. Cuando estuve en pareja siempre dormí bien por las noches porque era honesta con mi pareja y conmigo misma.

—¿Qué significa que te da igual que te sean infiel?

—Significa que no hay nada de mi actitud que pueda cambiar el hecho de que alguien me vaya a ser infiel. Es una actitud del otro. El que se saca la paz siendo infiel es la otra persona. Si uno por inmadurez, burro, o acomplejado engaña a su pareja, el que pierde es esa persona. De verdad creo que hay cosas mucho más importantes en una pareja que la infidelidad. Es algo que si hay que perdonar, se perdona.

—¿Has perdonado infidelidades?

—Sí, claro.

—¿Y has sufrido violencia de género? Es una temática que ha cobrado mucha importancia a partir de campañas y manifestaciones...

—Sí, la he sufrido, desde cosas pequeñas hasta personas enfermas. Es importante alzar la voz en contra de eso, sin sentir vergüenza ni culpa por decirlo. Existen algunas "parejas caretas", que son falsas y parecen una cosa hacia el mundo pero en la interna son otra bien distinta. Tengo amigas en situaciones así y es tristísimo. Me da una enorme impotencia porque es la propia persona la que tiene que declarar en contra de eso, si una no quiere dar el grito para salvarse, por más que todos nos unamos no se va a poder hacer. Está bueno motivar a las mujeres a que se desprendan de situaciones violentas.

—¿Vos fuiste víctima de situaciones violentas con alguna pareja?

—Puede ser. También hubo situaciones en el trabajo. He vivido varias cosas pero también he crecido con ellas. Aprendí de lo que no quiero que me pase nunca más. Al principio me daba vergüenza contárselo a gente que quería, y eso permitía que la otra persona me pudiera manipular más. Yo viví muchas cosas fuertes en mi vida, ya tengo una fuerza interior equilibrada en la que si bien tomo decisiones equivocadas, sé escaparme de situaciones malas de las que no quiero participar.

—¿Cómo reaccionaste en aquel momento?, ¿llegaste a hacer una denuncia?

—Esas cosas son muy personales. Si hay casos graves hay que denunciarlos, pero a veces se pueden evitar escapando de esa situación y no vinculándose más con esa persona.

SABER MÁS

Inquieta

Antes de desembarcar en México, Martina vivió durante dos meses en Buenos Aires. Allí estudió teatro y le surgió la posibilidad de filmar una película que se pospuso para el próximo año. Ahora está instalada en México, donde alquila un apartamento y pasa sus días como profesora de equitación y con trabajos como modelo. Anticipa que ya tiene proyectos para llegar a la televisión.

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Martina Graf. Foto: Ignacio Seijo

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