Los Marziano

| La última película de Ana Katz, una comedia con un elenco de estrellas argentinas

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Por: Ximena Aleman

Guillermo Francella, Mercedes Morán, Arturo Puig y Rita Cortese. Podría ser la marquesina de un mega estreno teatral en la calle Corrientes de Buenos Aires. Sin embargo, este es el elenco que protagoniza la última película de la directora argentina Ana Katz: Los Marziano.

La comedia se centra en dos hermanos Juan y Luis Marziano, distanciados por esos inconvenientes familiares que involucran dinero. Juan, interpretado por Guillermo Francella, es un perdedor. Un pobre hombre que vive en Misiones, que está divorciado y distanciado de su hija y que no ha logrado salir adelante. En cambio en reiteradas oportunidades ha recibido préstamos de su hermano Luis (Arturo Puig), un médico que vive en un barrio privado, para solventar empresas comerciales que no son redituables. Este mismo Juan tiene un quiebre de salud que lo obliga a volver a Buenos Aires en busca de tratamiento médico y a reencontrarse con su familia.

Versiones. Podría tratarse de una comedia familiar con grandes estrellas y pocas virtudes más. Pero la presencia de Ana Katz en la dirección alerta que no se trata de un título comercial más. La directora y actriz tiene un pasado exitoso en el cine independiente argentino con títulos como El juego de la silla, donde ya exploraba las delicias de la vida familiar y La novia errante. Ambas películas cosecharon laureles de la crítica e incluso presentaciones en festivales como el de San Sebastián.

En este caso Katz realizó el guión en co autoría con su hermano Daniel Katz y es uno de los fuertes de la realización.

Esa creación a dos voces es quizá la responsable de la sutileza de los personajes masculinos y femeninos y de un hilo narrativo que le exige al espectador paciencia y dedicación.

También tiene la fortuna de retratar la relación de dos hermanos soslayando los estereotipos de Caín y Abel y Hansel y Greten tan comunes en las comedias. "En Argentina hay una cultura de los hermanos y el Martín Fierro y la unión que está bueno. Pero lo que manejamos fue darle una lectura más real", cuenta Daniel Katz. "Tiene un montón de capaz esas relaciones que tienen que ver con los años vividos, compartidos, una infancia, un montón de informaciones que van haciendo que uno tome un camino en la vida distinto aunque parta del mismo lugar. La construcción de esas diferencias y similitudes es lo que intentamos contar de fondo en base a lo que se ve del día a día. La idea es meterse en un almuerzo y empezar a deshilachar lo que pasa ahí sin caer en algo que se auto defina. Darle realidad a conflictos que pasaron hace mucho tiempo y están anquilosados en las personas y se demuestran por gestos, por mezquindades, generosidades mínimas que llevan a identificarse".

Esa exploración de la divergencia explica la ausencia de alusiones a los padres o de evocaciones nostálgicas. Los Katz prefieren tomar una foto del estado de la relación sin caer en facilismos explicativos. Construyen así un relato verosímil y sin escapes empalagosos que es la mayor virtud de la película y lo que sin duda la despega de las comedias familiares estándar.

Los personajes. Para Katz el desafío fue doble . Por un lado consistió en mantenerse por primera vez estrictamente en el rol de directora, ya que en sus dos filmes anteriores había participado también como actriz. "Extrañé un poco pero realmente no había un personaje para mí. Tuvo su parte linda porque pude desentenderme de la actriz para hacer la película. Lo lindo de actuar en las películas que hago es que pienso que es una forma de batallar desde adentro, porque estar adentro hace que las miradas sean otras", dice ella sobre esa experiencia. El segundo desafío fue dirigir la constelación de estrellas que integran el reparto, algo totalmente alejado a sus experiencias previas e independientes. "Para mí fue un aprendizaje, una manera de sacarme de encima miedos y temores", confiesa la directora cuando se la consulta sobre la constelación de estrellas que conforman el reparto. "En la medida que vas teniendo confianza con un actor podés llegar a zonas de trabajo más interesantes. No sentí en ningún momento del rodaje que ellos fueran figuras. Es evidente que el trabajo fue con figuras, con estrellas, actores clase A en la consideración del público, pero todos tuvieron un gesto de enorme entrega y en ese sentido lo consideré muy generoso para trabajar. Todos tuvieron la disponibilidad y el interés de dejarse dirigir y un respeto que empieza por el texto mismo, que sabían completamente.

silencios y humor. Construidos a partir de silencios y gestos, las actuaciones transcurren sin grandes sorpresas. Guillermo Francella de nuevo en una comedia no termina de desprenderse del aura de desgracia que es habitual en sus personajes. Arturo Puig se luce en algunas escenas, como la de la piscina, pero sin que su peso istriónico logre hablar en los numerosos silencios del personaje, que no siempre alcanzan un viso expresivo.

Según Ana Katz "hay un parte muy fuerte de la dirección que es intuitiva confiar y tener fe en lo que estás contando, porque nadie tiene la respuesta y si hay una función que tiene el director, que muchas veces se pregunta para qué está, es la de cuidar muy celosamente y buscar el ánimo de lo que se está contando".

La ausencia de palabra está bien suplida por la música de Hernán Ian y Chango Spasiuk y por la fuerza de una fotografía muy cuidada a cargo de Julián Apezteguia. Los personajes son colocados en ellas y en situaciones que por absurdas no dejan de ser creíbles y encuentra un ánimo propio tragicómico y lacónico sin caer en lo obvio. Los Marziano logra de esa mezcla una combinación muy exitosa. Un humor que se desprende de una mirada irónica sobre las miserias humanas: el egoísmo concentrado en un vaso de naranja. La empatía con esas miserias, con esas reacciones instintivas y esos silencios teje una identificación, logra calar en el espectador.

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