Redacción El País.
La modelo uruguaya Claudia Schmitd conquistó al público chileno, país donde está instalada desde hace más de 30 años. Protagonizó campañas de moda y se fue integrando como actriz a la pantalla de TV. Como columnista de espectáculo desarrolló su carrera y hasta impuso una frase: “Ojo de loca no se equivoca”. Oriunda de Pocitos, con dos hijos y casada pero con amor a distancia, ella cuenta su historia de los dos lados de la cordillera.
-¿Cómo se dio tu ingreso a los medios en Chile?
-Todo fue muy paulatino. En Uruguay trabajaba con Carlos Cámara, de la agencia Valentino Booking, y fue allí donde conocí a Carla Gasic, quien en ese entonces era directora de una agencia en Chile. Ella me eligió, y así se dio mi llegada al mercado chileno. Tuve la suerte de que, al poco tiempo de llegar, la revista Cosas me eligiera para una producción de 30 páginas de moda. Esa exposición fue clave. A partir de ahí, todo comenzó a suceder: desfiles, campañas y, luego, naturalmente, llegaron las oportunidades en medios y televisión. Trabajé con los mejores de la industria chilena: Rafael Araneda, Felipe Camiroaga, Kike Morandé, por nombrar algunos. No fue algo que busqué directamente, sino que se fue dando gracias al trabajo serio que venía haciendo y a cómo me fui posicionando profesionalmente.
-Te desarrollaste como actriz y más recientemente como comentarista de espectáculos. ¿Cómo ha sido el desarrollo de tu carrera? ¿Qué etapa disfrutaste más?
-No me considero actriz, pero sí tuve oportunidades que supe aprovechar. Participé en teleseries con roles secundarios y también en sketchs de programas de humor como Morandé con Compañía y Casados con hijos. Siempre lo asumí con responsabilidad, aunque sabía que mi camino iba más allá de la actuación. Donde realmente me siento cómoda y donde más me he destacado en televisión es como comentarista de espectáculos. Es un rol donde puedo ser yo misma, con una voz clara, directa y sin caretas. He sido reconocida, incluso por el crítico Larry Moe, como una de las mejores del medio nacional, por ser objetiva, respetuosa y sin miedo a decir lo que pienso. Además, impuse una frase que ya es parte del lenguaje en la TV chilena: “Ojo de loca no se equivoca.” Porque cuando hablo desde la verdad y la experiencia, difícilmente me equivoco.

-¿Cómo definirías este momento de tu carrera?
-Es una etapa de plenitud, donde la experiencia me da claridad para elegir con calma y disfrutar cada oportunidad que llega. Me gusta saber que aún hay mucho por descubrir y que los nuevos desafíos siguen apareciendo. Uno propone, pero Dios dispone, y yo confío en eso.
-¿De dónde eres en Uruguay? ¿Qué vínculos conservas con este país?
-Soy de Montevideo, Uruguay. De niña, mi familia vivía en Pocitos; luego, nos mudamos a Malvín Norte. Aunque hace muchos años que estoy fuera, mis raíces están intactas. Mi acento, mis valores y mi forma de ver la vida tienen mucho de mi tierra. Mantengo el vínculo a través de mi familia, de mis grandes amigos uruguayos: Loly Charadevian, Heber Acosta, Andrea Hoffmann, por nombrar algunos conocidos, y por supuesto, del orgullo que siento de haber nacido allí. Uruguay siempre será mi punto de partida.
-¿Por qué resolviste dejar el país?
-Fue una elección profundamente personal. Me fui sola de Uruguay un 27 de febrero de 1997, rumbo a Santiago de Chile, con un sueño claro: convertirme en modelo de alta costura. Desde muy chica lo sentía así; posaba en cada foto, imitaba desfiles, y tenía como gran referente a Janice Castro. Quería caminar, lucir y vender los vestidos como lo hacía ella. Tuve la suerte de contar con el apoyo incondicional de mi tía Graciela, quien fue clave en mi vida. Ella me regaló el curso de modelaje con Sonia Baldi, que no solo me enseñó técnica y presencia en pasarela, sino algo mucho más importante: autoestima. Ese fue el punto de partida real, no solo para aprender el oficio, sino para formarme como mujer segura. No dejé el país por necesidad, sino por deseo. Sabía que si quería crecer, tenía que salir a buscar mi lugar en el mundo. Y Chile, en ese momento, me lo ofreció todo. Y en lo personal, mis dos grandes amores: mis hijos, Sofía y Benjamín.

-¿En qué te considerás uruguaya?
-Soy uruguaya en el alma, en esa mezcla única de sencillez y fuerza que nos hace quienes somos. Me define la lealtad profunda, la honestidad sin filtros y esa picardía tranquila que nace del corazón. Soy feliz con un mate en mano, la charla que se vuelve eterna y el viento que acaricia la Rambla, ese lugar mágico donde el tiempo se detiene y los sueños vuelven a nacer. Aunque estoy lejos, llevo mi tierra tatuada en el alma, y cada recuerdo me impulsa a seguir siendo fiel a mis raíces. Mi Elsita (mi mamá) cocina como los dioses y me hace exquisiteces típicas uruguayas. Uruguay no es solo un lugar: es mi esencia, mi refugio y mi orgullo más grande.
-Estás casada y mantienes una relación a distancia. ¿Cuál es la receta del amor a distancia?
-La receta es confianza, comunicación y compromiso. Pero, sobre todo, es seguir eligiendo a esa persona día a día, incluso en la distancia. No es fácil, pero el amor verdadero se fortalece cuando ambos están dispuestos a construir juntos, valorando cada momento y cada palabra.