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Emilia Díaz detrás de las historias de mujeres guardianas

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Emilia Díaz.

NUEVO LIBRO

La conductora de Consentidas acaba de lanzar el libro Guardianas, un texto que recrea las historias de yuyeras, parteras y demás mujeres con dones y saberes sanadores a lo largo del país.

Emilia Díaz.
Emilia Díaz.

-¿Cómo surgió la idea de Guardianas?

-Como una intuición. Una tiene la certeza que hay saberes que merecen tener otro espacio en nuestras prácticas cotidianas, saberes en torno a la salud y el bienestar emocional y corporal. En 2017, conduciendo el documental para Discovery Channel Uruguay Tierra de río (DeAká producciones), confirmé que existe un Uruguay que Montevideo desconoce por completo. Nació en mí como necesidad un proyecto que diera voz a mujeres sabias que andan entre montes y ríos, cuidando un tesoro cultural que no solemos mirar con atención. Una cultura de sanación que existe desde hace mucho tiempo en nuestro país, una que no crece de espaldas a los avances tecnológicos y médicos, tampoco intenta competir con ellos, sino que sobrevive en forma paralela. Guardianas nace de mis ganas de compartir historias con abuelas que no pude disfrutar… historias, mates, tes, zambullidas en ríos, siestas bajo la sombra de alguna coronilla, pases mágicos con oraciones cargadas de fe, con credos variados o sin ellos. Me acompañaron Carla Colman, Mariana Muslera y Mery Slinger; con ellas recorrimos Uruguay gracias a Fondos de Incentivo Cultural. Ellas fueron las encargadas de capturar en imágenes y esencialmente a las guardianas.

-¿Por qué contar historias de mujeres "sanadoras"?

-Porque sabemos que las hay. Pero casi nunca recordamos dónde ni cómo. En algunas familias es un dato que se escondió… por pudor, por vergüenza, andá a saber por qué. La cuestión es que muchas mujeres nos hemos encargado de cuidar, curar, nutrir, sanar a lo largo de la historia. Con o sin academia mediante, ¿qué pasa con esos saberes? ¿Por qué no se conocen tanto? Quise averiguarlo. Quise averiguar cómo surge el don de sanar, qué lo motiva, cómo y con quiénes se comparte, por qué y cuándo se hace. Y para mí lo más importante: qué produce el compartirlo. Precisamente ese compartir, estar con una intención con otros es lo que sana. Y sí… las mujeres tenemos una manera particular de hacerlo, desde tiempos ancestrales. Quise descubrir cuál era la manera de las mujeres uruguayas.

-¿Cuáles de las historias te impresionaron más?

-Todas me conmovieron. Debo admitir que son mujeres con miradas potentes, pueden ver lo que hay dentro de tí, sin que te des cuenta. Muchas consideran que no tienen ningún don, sin embargo sus comunidades las reconocen, admiran y buscan por sus prácticas. Quizás te encuentres con una detrás de un mostrador, con otra recorriendo el pueblo con sus bolsas de yuyos o dando un curso de farmacia casera; con otra en una guardia de parteras de un hospital o vendiendo ropa usada en una feria vecinal. Lo que más me conmovió de sus vidas es que hubo un momento que sintieron ese llamado y acudieron a él, a veces con miedo, pero acudieron a él. Muchas de ellas vivieron cosas terriblemente dolorosas; y ese dolor las hizo más sabias, más grandes, más generosas.

-¿Qué mujeres "sanadoras" han sido más importantes en tu vida?

-¡Mi mamá Shirley y sus pases mágicos fue la primera!. Luego, profesoras de historia y literatura en el liceo también me ayudaron mucho a sanar (Tizze, Izquierdo, Pons). Terapeutas variadas (hago terapia como quien iría a un gimnasio desde mis 18 años). Y por último, mis parteras, guardianas de los nacimientos de mis hijos Vicente y Felipe: Sylvia Sosa y Mariana Muslera.

-¿En algún momento fuiste tú guardiana o sanadora de alguien?

-Que yo sepa, no. ¡Me gustaría mucho serlo cuando sea grande!

-¿El de sanar ha sido un atributo más bien femenino? ¿Ha sido subvalorado en la historia?

-Las mujeres hemos sanado desde tiempos inmemoriales. Claro que no siempre ajustadas a los cánones de las épocas, por eso hemos sido perseguidas y quemadas en la hoguera. Pero muchos siglos antes de eso, hubo comunidades y círculos de sacerdotisas que cuidaron saberes que supieron ser transmitidos con mucha precaución. Algunos de esos saberes aún no han sido contaminados del ánimo mercantil y están muy a la mano de quien quiera y sepa buscarlos. Son relativos a las plantas, de los sutiles y también de los prácticos, que se sostienen y comparten con un tiempo y un ritmo específicos. Si andás a mil y querés recetas rápidas no son estos saberes los que vas a encontrar.

-Ingresaste a Facultad de Humanidades recientemente, ¿por qué?

-Llegué a la facultad por primera vez en 2020. Debía una materia del liceo que salvé gracias al programa Uruguay Estudia, en diciembre del 2019. Elegí la carrera de Licenciatura en Educación porque me apasiona el poder emancipatorio que logra tener la educación si realmente se la entiende como un derecho humano, es decir, como posibilidad de despliegue de potencias vocacionales que portamos todos, vengamos de donde vengamos, más allá de lo que indique el mercado y de lo que se consideren aprendizajes “útiles”. Lo útil para mí viene siendo lo que lata como pasión en cada uno de nosotros. Ejercer la docencia como “despertadora de pasiones” y pensar las políticas públicas educativas como emancipatorias del ser humano, es una perspectiva fundamental desde la cual mirar la educación. Nos hemos olvidado de eso en los últimos tiempos: de despertar pasiones por los aprendizajes.

-En algún momento aseguraste que en tu caso, el feminismo se afianzó con la maternidad. ¿Por qué crees que fue así?

-Cuando fui mamá me vestí de mujer de golpe. Una mujer que sintió el mandato de ser buena madre, buena nutridora, buena compañera, buena en todo… algo inalcanzable en estos tiempos. Fue ese mandato, ese averiguar de dónde venía tanta presión, lo que me llevó a estudiar su origen. La discriminación que vivimos algunas madres, parar nuestra carrera para nutrir, poner en remojo ambiciones y metas, sostener la familia desde ahí, con un lagrimón mirando el mundo pasar por la ventana, muchas veces solas, mientras damos teta… Todo eso me cayó como un balde de agua fría de golpe. De golpe entendí qué se esperaba de mí, de nosotras. Una soledad atroz me llenó de preguntas que intenté responder con mi primer libro Cuestión de Díaz. Muchas de esas respuestas las encontré en la Teoría Feminista, otras las encontré en mis “Guardianas”. Aunque muchas de ellas no son feministas, o al menos no se presentan como tales, sostienen sus vidas en círculos de mujeres muy sanadores, como lo es el feminismo -a veces- para mí.

-¿Cuál es tu visión de un debate que estuvo muy presente en campaña electoral sobre la asociación entre feminismo e izquierda? ¿Es posible el feminismo desde otras posturas ideológicas?

-No soy muy amiga de andar diciendo “esto sí es feminismo y esto no”. En esa posición opera algo relativo al “tú sos, tú nos sos”, y no soy muy amiga de andarle diciendo a la gente lo que es o deja de ser. Siento el feminismo como un movimiento social, el más fuerte en los últimos años, que está continuamente cuestionándose y debatiendo los límites de sus luchas. En este sentido, me parece uno de los movimientos sociales más honestos que he conocido. Asociarlo a la izquierda o a la derecha no deja de ser una operación política, con aroma patriarcal, que intenta desviar la discusión. Toda la perorata de la “ideología de género” y la voluntad de algunos sectores políticos que desean torcer y retroceder la agenda de derechos humanos… es parte de esta operación de “feminismo de izquierda” y “feminismo de derecha”. También es una operación política para fracturar la sororidad entre mujeres, para debilitar lo que nos une que es la lucha por garantizar nuestros derechos (humanos). Pero soy optimista, el feminismo va a sobrevivir a este intento, astuto por cierto, de dicotomía; a esta forma sesgada de ver el fenómeno de la discriminación hacia las mujeres y disidencias. El feminismo, antes que nada, es una definición humanística, una que elige una forma de estar en el mundo de una manera no androcéntrica, y tampoco extractivista.

-¿El feminismo es anticapitalista?

-Si el capitalismo es agotamiento de recursos humanos y naturales, si el capitalismo -al que asistimos hoy- produce a la corta o a la larga hambre, discriminación y violencia, sobre todo contra mujeres, niñas y disidencias... pues si, debería serlo, o intentar serlo. ¿Se puede ser capitalista y feminista? Claro que sí. En alguna medida, si estamos en este mundo viviendo de esta manera, todas y todos lo somos. Algunas personas buscarán mayor coherencia en forma más o menos intensa, otras no buscarán coherencia alguna. ¿Eso está mal? ¡Qué se yo! ¿Quién soy yo para decirte lo que está bien o lo que está mal para tí? Deberías descubrirlo solito o solita, a mi gusto, es la mejor manera. En mi libro intento mostrar otra forma de estar en el mundo, una ciertamente no extractivista de habitarlo, resignificando la relación que mantenemos con la naturaleza, con los demás y sobre todo con nosotros mismos.

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