Redacción El País
La periodista Magdalena Prado acaba de regresar de un viaje por las islas Falklands/Malvinas, donde estuvo en contacto con la naturaleza, la fauna y una historia marcada por la guerra de los años ‘80, que enfrentó a Gran Bretaña y Argentina por este territorio insular.
El resultado del recorrido se verá próximamente en un programa documental por Canal 5. “A los uruguayos nos quieren mucho. Encontrás productos uruguayos en el supermercado y las mujeres con embarazos de riesgo vienen a parir a Montevideo”, asegura.
-¿Cómo surgió la posibilidad de visitar las Islas Malvinas?
-Me invitó el gobierno de las islas Falklands/Malvinas, a través de la Embajada Británica en Uruguay. Ellos estaban interesados en que conozca el destino, su cultura, la cotidianeidad, la Historia y sus historias.
-¿Qué requisitos previos? ¿Cómo fue el viaje, la conexión y cuántos días estuviste?
-Para ir de turista no hay requisitos previos. Si querés ir a vivir necesitas un contrato de trabajo y viajar con la vivienda solucionada. El viaje es bastante engorroso. Es un territorio cercano, en un vuelo directo demoraríamos 3 o 4 horas desde Uruguay, pero no existe, tampoco desde Argentina. La manera de llegar desde nuestro país es a través de Chile. De Montevideo a Santiago de Chile (allí pasamos una noche), de Santiago a Punta Arenas y de allí a las islas. Este vuelo sale una vez por semana, sólo los sábados, y depende mucho de los vientos. Por suerte no tuvimos ningún inconveniente con eso. Otra manera de llegar es con los cruceros que desembarcan directamente en la capital.
-¿Qué fue lo que más te impresionó con ojos periodísticos de la isla y los isleños?
-Es un lugar distinto a todos los que alguna vez conocí; no se parece a nada y se parece a todo. Cuando llegué me desesperé por descifrar a qué me hacía acordar, por compararlo con algo que mi registro mental y emocional ya conocieran. Y debo decirte que no lo logré. Por momentos sentí que tenía mucho de sitios del interior de Uruguay; por algunas dinámicas de “pueblo chico” y por la sencillez de su gente, y es británico por sus costumbres y comportamientos. Pero es una isla y eso lo hace excepcional. La rica migración que hay (en el último censo se registraron personas de 69 nacionalidades diferentes viviendo allí), y su impacto en la comunidad, también lo hace un lugar difícil de descifrar. La naturaleza es impactante, no esperaba un lugar tan lindo y rico. Conocer la colonia de pingüinos Rey (que son la segunda especie más grande del mundo) me conmovió mucho. Están en Volunteer Point, un sitio importante para la conservación de aves. Podés estar cerca de ellos, ver sus comportamientos. Están allí generando vida y te sentís minúsculo. Un capítulo aparte son las heridas que aún se pueden ver de la guerra de las Malvinas.
-¿Está pensando hacer algo con ese material a nivel radial o televisivo?
-Sí, volví con la valija cargada de historias para contar e imágenes increíbles para compartir. Viajé junto a la productora Valentina Franco y la camarógrafa Laura Mauro, un equipo maravilloso de Canal 5 con el que trabajamos duro toda la semana, y con el que estamos preparando una serie de especiales que saldrán en la pantalla y en el canal de YouTube de los Medios Públicos. Hay una experiencia previa a cargo de otros compañeros que viajaron a la Antártida y lograron un material excepcional. La idea es estrenar el primer capítulo en marzo. Hay dos joyitas periodísticas que logramos, que van a poder ver en los documentales, de las que estoy muy orgullosa. Una es una nota con un excombatiente argentino que volvió a las islas por primera vez y coincidimos con él en el avión. Hicimos una linda nota larga con Miguel Ángelo, donde habla de la sensación de volver, de cómo fue estar en combate con 19 años y de la soberanía de las islas. También van a conocer la historia de Dorcas y Chichita. Dos amigas. Una isleña, la otra uruguaya, se conocieron hace 60 años, de pequeñas, y jamás se volvieron a ver. Chichita se enteró que yo viajaba y me mandó una carta para su amiga. No sabíamos absolutamente nada de ella más que su nombre; no sabíamos si estaba viva, sí aún permanecía en las islas, nada. El desenlace de la historia los va a conmover tremendamente. Y para la radio, pese a las dificultades en la comunicación (sólo accedía a internet muy malo en el hotel), logré salir a diario al aire en Las cosas en su sitio con diferentes informes y contactos en directo con mis compañeros. Pude relatarles, a ellos y a la audiencia, casi en tiempo real lo que estaba viviendo.
- ¿Cuánto marcó a la la isla y/o a los isleños la guerra de 1982?
-Mucho. Muchos de los que hoy aún viven allí eran adolescentes o adultos jóvenes, o lo vivieron sus padres. Es un tema del que no esquivan hablar, pero tampoco motivan la conversación. En la capital hay algún memorial, o algún museo, pero tampoco es un recuerdo vivo del conflicto. En Pebble Island, un sitio al norte de la isla, vas transitando los campos y podés ver trozos de aviones argentinos tirados, como quien encuentra un auto desguazado en un descampado. Los pedazos están intactos, la pintura está perfecta, lo que da cuenta que la guerra no fue hace tanto. También me impactó conocer los cementerios, el de los argentinos es conmovedor. En el cementerio de Darwin hay 237 combatientes enterrados allí. Te encontrás rosarios, fotos, flores, cartas y recuerdos que acompañan los nombres de los soldados caídos. Y hay cinco tumbas en las que la lápida dice: “Soldado argentino sólo conocido por Dios”. Son los cuerpos que quedan por identificar. Y en el de San Carlos, donde se encuentran los restos de combatientes británicos, hay muy pocos soldados enterrados porque el gobierno permitió que los cuerpos fueran llevados a Reino Unido, y sólo catorce familias decidieron que quedaran allí. La cantidad de tumbas, los colores que predominan, el idioma y las maneras diferentes de presentar el dolor impacta cuando uno compara ambos cementerios. Una cosa que me llamó la atención fue que los guías turísticos -que fueron muy amables y atentos- que nos acompañaron en el recorrido se bajaban con nosotros a contarnos la historia sólo en los sitios de recuerdo británico. Cuando llegamos al cementerio de Darwin quedaron dentro de la camioneta.
-¿Qué sentimientos tienen los isleños hace Argentina? ¿Y hacia Uruguay?
-Hay argentinos viviendo allí y tuve la oportunidad de conversar. Creo que el paso del tiempo ayudó. Muchos dicen que no encuentran resistencias por parte de los locales mientras no se hable de política. Una cosa que me impactó fue un cartel que estaba sobre la avenida, pegado en una ventana que decía algo así como: “Para la nación argentina y su gente: Serán bienvenidos en nuestro país cuando dejen de lado el reclamo de su soberanía y reconozcan nuestro derecho de autodeterminación”. A los uruguayos nos quieren mucho. Encontrás vínculos con nuestro país en varias cosas: hay productos uruguayos en las góndolas del súper, la ruta de la lana tiene a nuestro país como protagonista (luego de la Unión Europea Uruguay es uno de los principales mercados), también muchas mujeres de las islas vienen a parir al Hospital Británico cuando son embarazos de riesgo y también podemos encontrar uruguayos trabajando acá. Todo esto lo podrán ver en los informes.
-¿Qué recomendarías y qué no recomendarías a un viajante a Malvinas?
-Si vas a las Malvinas/Falklands tenés que tener un pantallazo de todo: tiene que haber naturaleza (visitar pingüinos y playas), y todo lo referido a la historia. Un lugar que tiene todo esto es Pebble Island, sitio al que solo accedes por avioneta y es pura adrenalina. Allí sólo viven 4 personas durante todo el año y hay un hotel de campo precioso. Si tuviera que dar algunas recomendaciones es que estudien y lean antes de ir, te ayuda a entender las cosas con más claridad, también que si van en verano lleven todo tipo de ropa: desde short hasta pasamontaña. Botas abrigadas y cómodas para caminar es clave y, si sos pelo largo, es fundamental tener un gorro por el viento. Y eso sí, ¡hay que ir preparado para que la desconexión no te asuste!