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Una sola voz por el no

La propuesta del gobierno de facto fue rechazada por la población por un 57%. Foto: Archivo.
Transmision del Plebiscito constitucional de 1980 en canal 12, Mvdeo., hoja 5967, 19801130, foto Garcia - Archivo El Pais
Archivo El Pais

Mañana lunes será 30 de noviembre. En 1980, la población le dijo a la dictadura que se fuera del poder y comenzó el fin del gobierno militar. Todos los partidos unieron sus fuerzas para, boca a boca, salir a convencer a la gente de que votar en contra de la Constitución propuesta era acercar la fecha de vencimiento de la dictadura.

El domingo 30 de noviembre de 1980 amaneció con sol. La mañana estaba ligeramente templada. Poca gente circulaba a temprana hora por 18 de Julio. Dos periodistas caminaban por la principal avenida, cerca de Yaguarón, hacia la entrada de la sede de El Día, el diario colorado: eran Julio María Sanguinetti y Manuel Flores Mora. "¿Y? ¿Cómo la ves?", anticipó "Maneco". Sanguinetti le admitió a su amigo algo que pocas veces volvería a sentir. "Mirá, yo tengo un gran susto. Uno intuye, por lo que habla con la gente, que nos va a ir bien, pero ¿yo qué sé…?".

Flores Mora, más aplomado, buscó tranquilizarlo. "Yo soy optimista. Cuando esté el resultado recién vamos a saber si alguna vez fuimos la Suiza de América. Porque si alguna vez fuimos la Suiza de América, eso tiene que sobrevivir y va a predominar la conciencia democrática", reflexionó. Y así fue.

El olfato de los periodistas estaba bien orientado. Pero había una dictadura en el país. El plebiscito de 1980, donde los militares sometieron a consulta popular un proyecto de Constitución a su medida y con poderes tutelados, fue un hito: marcó el comienzo del fin de la dictadura. La pregunta es: ¿por qué fue convocado? Seguramente porque pensaron que una dictadura siempre iba a ganar un plebiscito. Acababa de ocurrir en Chile y los militares uruguayos no tenían por qué dudar de que ese ejemplo se repetiría aquí.

"La intuición de Maneco fue certera. La Suiza de América seguía estando", recordó Sanguinetti, para quien la dictadura "era epitelial", algo apenas superficial, porque "debajo estaba el Uruguay".

En el acto comicial del 30 de noviembre de 1980 la propuesta del gobierno de facto fue rechazada por la población por casi un 57% de los votos válidos. "Aquel domingo la gente puso día y hora para el fin de la dictadura", añadió el expresidente (1985-1990 y 1995-2000).

La dictadura respetó el resultado y eso desencadenó la apertura de las conversaciones para la reinstitucionalización del país, con la realización de las elecciones internas en los partidos políticos en 1982, las conversaciones del Parque Hotel primero y del Club Naval después, donde se negociaron las condiciones de la salida, y luego las elecciones nacionales de 1984.

Una travesura.

El día de la elección "todo el mundo fue a votar y luego hubo un gran silencio; la noche fue silencio total", contó Sanguinetti. Al día siguiente, "en la calle se veía un mar de sonrisitas cómplices. Nadie hablaba demasiado porque no se podía festejar. Nos mirábamos y sonreíamos. Era como haber hecho una travesura", recordó el exmandatario.

Ese episodio acompañó el alumbramiento de los semanarios políticos Opinar, de Enrique Tarigo, y Correo de los Viernes, de Sanguinetti. También empezó a haber publicaciones más cercanas a la izquierda. "A Opinar no lo habían dejado salir antes" del plebiscito, explicó.

Desde la clandestinidad, los socialistas de alguna forma se las ingeniaban para hacer propaganda por el No. En los días previos al domingo 30, varios de ellos salieron a la calle con papeles a los que les habían puesto con un sello de goma la inscripción "Vote No".

"Pasábamos como al descuido y los pegábamos en paredes, asientos de ómnibus, ventanas, tratando de que no nos vieran. Íbamos los sábados por 18 de Julio. Había que cuidarse de no tener en la casa papeles sellados, o el sello mismo, porque si no, marchabas", recordó el dirigente del Partido Socialista (PS) Eduardo Fernández, que en aquellos años formaba parte del sindicato bancario AEBU. Por ser de izquierda y sindicalista, estaba doblemente proscrito por los militares, y su trabajo en pos del No en la calle era de alto riesgo. Se había afiliado al PS en 1972 y hoy en día recuerda que se "comió" los peores tiempos de la represión.

AEBU, un sindicato de clase media alta, trabajó bastante en la previa del plebiscito. Entraron en rubros insospechados para el gremio bancario. Como no podían hacer política, hicieron otras cosas. Formaron un equipo de fútbol de salón y un plantel de natación. Sorprendentemente, ganaron el ascenso a primera A en fútbol de salón y varios campeonatos de natación. ¿Quién lo diría? Ni ellos mismos daban crédito a lo que habían gestado como sindicato bancario.

"La cosa era tener gente en la sede, y en los partidos de fútbol se llenaba el gimnasio. Ahí, meta conversa por el No, pero con cuidado porque podía haber infiltrados", explicó Fernández.

El debate televisivo en Canal 4 entre los partidarios del No —Eduardo Pons Etcheverry y Enrique Tarigo— y del Sí —Enrique Viana Reyes y Néstor Bolentini— mostró que se podía estar en contra de la dictadura sin correr riesgos personales.

Pons era un viejo dirigente del Partido Nacional y Tarigo una figura emergente desde el periodismo de opinión, en el Partido Colorado. Enfrente tenían a Viana Reyes, un integrante del Consejo de Estado entre el golpe de 1973 y el año 1980, y Bolentini, un coronel retirado del Ejército que llegó a ser ministro del Interior durante los años 1973 y 1974.

El día del debate "nos dimos cuenta de que no éramos los únicos que se la estaban jugando contra los milicos", reflexionó el senador socialista al analizar los hechos. "Vimos que en los partidos tradicionales había asentada una condición democrática muy fuerte", contó.

El cumpleaños,

El domingo 30, Fernández cumplía una semana desde que había salido de la cárcel, adonde fue remitido por manifestar contra la dictadura. Era funcionario del Banco República y como empleado público lo habían designado para integrar una mesa de votación. "Pude haber estado controlando ese plebiscito", ironizó. Votó temprano en una mesa cerca de La Paz. "Después me fui a buscar votos por el No. Cuando encontraba uno me daba mucho entusiasmo. Trabajamos en eso todo el día y cada uno se fue a su casa a esperar los resultados. Yo estaba con el entusiasmo de que ganábamos. No sé por qué. Como socialista sentí que había valido la pena todo el riesgo que se corrió ese día", rememoró.

"Lalo", como apodan a Fernández, se quedó esa noche en casa de sus padres. Como a las 12 de la noche sonó el teléfono y todos se sobresaltaron. "Nunca son noticias buenas a esta hora", pensaron. "Era una llamada desde España. No había celulares y una llamada de larga distancia era algo raro. Atendí yo. ¿Hola? pregunté. Hablaba un amigo, Artigas Yuyo Melgarejo, que me dijo gracias por el regalo. Ese día cumplía años y como se había tenido que ir del país me quería agradecer por el triunfo del No", recordó.

Al otro día, el lunes 1 de diciembre, Lalo cayó en la cuenta de que los socialistas nunca habían analizado cómo seguir si ganaba el No. "Fuimos el único país que derrotó una dictadura en las urnas. Esa fue la demostración de que la dictadura nació sin un apoyo social", añadió.

Para Fernández, el régimen "no esperaba perder el plebiscito". El debate televisivo, para él, fue "una golondrina que hizo verano". Con la perspectiva del tiempo, considera ahora que la dictadura "pudo haber desconocido el resultado". Hugo Batalla, abogado de AEBU en aquellos años y que en 1995 fuera vicepresidente en la segunda administración de Sanguinetti, solía decirle a Fernández que le extrañaba que los militares no hubieran reformado las leyes electorales antes del plebiscito. "No previeron nada para poder violar un resultado adverso a ellos", pensó. "Debieron llamar a una salida enseguida del resultado", afirmó.

El sí aseguraba elecciones con tres partidos y un candidato.

El fin que perseguía el proyecto era el de crear un régimen permanentemente tutelado y controlado por los mandos militares, lo cual se manifiesta en varias disposiciones del proyecto que contrastaban por completo con las tradiciones políticas del país. Por ejemplo, si se aprobaba el plebiscito, no tendría ningún efecto hasta marzo de 1982. Hasta entonces las autoridades seguirían ejerciendo su poder sin ninguna restricción. Un año después del plebiscito, en noviembre de 1981, se celebrarían elecciones en las que podrían participar únicamente los partidos políticos autorizados, que eran tres (Partido Nacional, Partido Colorado y la Unión Cívica). Los partidos participantes tendrían que ponerse de acuerdo previamente para nombrar un candidato único a presidente, común a todos ellos. Los ciudadanos, por lo tanto, estarían obligados a votar pero sin poder elegir. Lo que el plebiscito aprobaría no sería solamente el texto de la Constitución propuesta, sino que junto con ella quedarían convalidados los "Decretos Constitucionales" dictados por la dictadura desde el golpe de Estado de 1973, y también los que se dictaran todavía en el lapso hasta marzo de 1982. De este modo la ciudadanía, aprobando la Constitución, convalidaría cualquier norma que la dictadura quisiera imponer todavía en ese tiempo.

"En 1980 los militares se querían ir del poder".

La campaña que hacían algunos periodistas por el No los enfrentaba a desafíos. Uno de los casos es el de Juan Martín Posadas, que escribió por los años 80 en varios medios, entre ellos Opinar, de Enrique Tarigo, y La Democracia, de Wilson Ferreira Aldunate. Luego se dedicó a la política y llegó a senador del Partido Nacional. Posadas comenzó a escribir de la forma menos planificada. Comenzó su tarea en la revista Noticias, que ya no existe hace años. Ese fue el primer medio donde escribió Tarigo, antes de abrir el semanario Opinar. "Para mí Tarigo es el gran protagonista del plebiscito", dijo Posadas. A ese semanario Noticias lo dirigía Danilo Arbilla, que luego dirigiría Búsqueda. Posadas encontró que desde esa trinchera periodística podría trabajar en contra de la dictadura. "Un día escribí una nota en la máquina de escribir, me tomé la Onda de Treinta y Tres a Montevideo, fui a la dirección de Noticias y golpeé la puerta. Me atendió una persona, le conté, le mostré lo que había escrito. Me dijo bueno, pase ahí que le van a sacar una foto. Salió la nota y seguí escribiendo a favor del No. Un día, los militares llamaron al semanario y le dijeron a Arbilla que a Tarigo y a mí no nos dejara escribir más. Le pidió que nos cambiara y Arbilla dijo que no y cerró el semanario", recordó. Los días previos al plebiscito hallaron a Posadas en Treinta y Tres, donde tenía programas de televisión. "Yo hablaba sobre Martin Luther King, sobre Alexander Solzhenitsyn (el escritor e historiador ruso), sobre Mahatma Gandhi. Todos ejemplos de resistencia pasiva contra la opresión. Los militares no me podían decir nada", rememoró Posadas. "Los militares querían salir, se querían ir. La Constitución que ofrecían era para eso", analizó. El 14 de noviembre de 1980, dos semanas antes del plebiscito, los nacionalistas hicieron un acto en el excine Cordón en el que hablaron algunos referentes partidarios. "Terminó con la Guardia Republicana y los Coraceros sacándonos a sable de adentro del cine, del foyer", recordó. "Lo más memorable del plebiscito fue el día después. El domingo fue un día tranquilo. No había encuestas ni boca de urna. Había expectativa porque nos habíamos jugado una parada grande en inferioridad de condiciones. Posadas estaba ese día en Treinta y Tres. "La Jefatura de Policía había obligado a los comerciantes a poner carteles por el Sí. Y allí ganó el Sí. Fue el departamento donde mejor votó". "Al día siguiente todo el mundo fue a trabajar. El pueblo tenía la sensación de que había cumplido su deber a conciencia, sin perder la línea. Todos como si no hubiera pasado nada, y había pasado mucho", reflexionó.

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La propuesta del gobierno de facto fue rechazada por la población por un 57%. Foto: Archivo.

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