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La mansión de Punta Carretas que quiere ser país y pide salida al mar

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El 25 de agosto es el día de la independencia para los parvenses. Los ciudadanos festejan con una recorrida por el barrio, en la que lucen sus atuendos. Foto: Marcelo Bonjour

PARVA DOMUS

Parva Domus lleva 141 años en Punta Carretas. Los ciudadanos de esta broma extendida reclaman que Uruguay les reconozca la independencia y les dé una salida al mar. Usan atuendos extravagantes, dicen que ya conquistaron la luna y no aceptan mujeres.

Toca la campanilla y el ruido se vuelve silencio. Los más de 100 comensales miran hacia el frente y escuchan lo que el presidente -como ellos le llaman- tiene para decir. “Voluntarios, necesitamos voluntarios para servir la entrada”, afirma el médico Bartolomé Grillo, que en ese momento es la máxima autoridad del salón. Enseguida se paran los hombres, vestidos con atuendos coloridos y extravagantes, y cargan de a dos unas bandejas de madera antiguas. Como si de un banquete romano se tratara, estos anfitriones tan particulares agasajan con comida y bebida a los invitados.

Hay que presentarse antes de entrar. Al pedir por Grillo, uno de los ministros aclara: “El presidente, querrás decir”. No se sabe qué es en broma y qué es en serio, pero la reunión respeta los códigos con los que se maneja la Parva Domus Magna Quies. Esta “república dentro de una república” está ubicada en Punta Carretas, frente al Club de Golf, y declaró su independencia hace 141 años. A ese Uruguay ni siquiera había llegado el fútbol.

Ellos consideran que son independientes pero sus vecinos no los reconocen. Esa es una de las “diferencias” que tienen con “la República de al lado”, como le llaman al país que los rodea. Le reclaman también la salida al mar, aunque son conscientes de que ninguna autoridad prescindiría de Bulevar Artigas a esa altura. Según Grillo, la luna ya la tienen colonizada: “Tiramos un cohete y llegamos. Tenemos hasta un embajador de la luna que los representa en la Parva”.

Las conversaciones allí dentro son extrañas para los de afuera. Los martes hay reunión de gabinete y el presidente se encuentra con sus “ministros”. Tienen vicepresidente, ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, de Hacienda, de Guerra y Marina, de Fomento y Agricultura, y de Culto. Este último es de los más importantes porque se encarga de organizar las “tenidas”, las comidas que los parvenses celebran los miércoles y sábados.

Ahora, ¿por qué crear una república aparte? Grillo dice que es “para molestar”. Según él, es “todo parte de la misma broma” en la que la Parva está inmersa hace más de un siglo. Y por más que saben que su país inventado puede resultar ridículo, están comprometidos a mantener vivos tantos años de historia.

Estos ciudadanos tienen reglas para formar parte de su república, que están establecidas en la constitución que tienen colgada en el museo de la Parva. Allí se habla de “culto a la amistad, compañerismo y sana alegría”. Lo más importante, según los integrantes, es dejar los problemas “de la otra República” afuera.

De hecho, en este país tan singular está prohibido conversar sobre política, fútbol y religión. Tampoco se permite hablar sobre enfermedades. La mayoría de sus integrantes son mayores y muchos de ellos sufren el paso de la edad. Federico Delgado, director del museo y “embajador de Chile” en la Parva, cuenta la anécdota de un ciudadano que tenía problemas de salud, por lo que su esposa lo acompañaba todos los miércoles y los sábados a las puertas de la república. Cuando lo dejaba, le gritaba desde el auto: “¡No le pongas mucha sal a la comida!”.

Sin embargo, los parvenses no controlaban que su compañero no comiera de más. Delgado explica: “Eran las únicas dos horas en las que se olvidaba de que estaba enfermo. Nadie le hablaba de valores altos, de enfermedades, de que se cuidara. Hablábamos de arte, de música, de ser amigos”. Y eso es lo que muchos de los hombres que integran la Parva Domus valoran; la posibilidad de ignorar lo que cargan del otro lado de la reja.

Al centro, Bartolomé Grillo, el presidente de la Parva Domus. Foto: El País
Al centro, Bartolomé Grillo, el presidente de la Parva Domus. Foto: Marcelo Bonjour

Sus atuendos extravagantes también responden a esta lógica. No los usan siempre; de hecho, durante la reunión de gabinete están vestidos de particular. Pero hay otros días en los que reciben invitados y los trajes son grandes protagonistas de la noche. Usan batas de seda coloridas, casacas militares con condecoraciones falsas, delantales, gorros estridentes, plumas y brillos, como si de un baile de disfraces se tratara. Algunos ciudadanos los guardan allí, otros cruzan “la frontera” con ellos y los llevan a sus casas.

Esta vestimenta es distinta a la que utilizan del otro lado. Y eso no es casual, ya que en la constitución dice que deben “representar la alegría” con la que viven en esa república. Cómo elegirlos es personal, cada uno se pone el atuendo que más le guste. Están los que se inspiraron en los parvenses de otras épocas, que llevaban uniformes militares bordados en oro. Pero la extravagancia es más humilde ahora, por lo que las medallas son, por ejemplo, recuerdos de correcaminatas.

Los trajes también son importantes los 25 de agosto, cuando conmemoran -al igual que Uruguay- la independencia. Ese día cruzan la frontera con los atuendos puestos y recorren las calles aledañas a su república. Los vecinos de Punta Carretas están acostumbrados a esta tradición, que los parvenses repiten desde hace varias décadas. Lo que festejan es haber izado por primera vez su bandera, de fondo blanco con una cruz azul en el medio, que lleva también las iniciales de las cuatro letras del nombre: Parva Domus Magna Quies.

¿Qué significa esta frase? “Casa chica, refugio grande”. Las palabras provienen de una expresión latina que salió de un libro que estaba leyendo uno de los primeros ciudadanos. Cuando descubrió qué quería decir, le pareció que representaba el sentir de ese lugar y la escribió con carbón a la entrada. Pero el tiempo la borró y el grupo decidió plasmarla con pintura. Hoy está grabada en el frente de la casa.

Una mansión.

El lugar donde se ubica hoy la Parva Domus no es donde se fundó. El sitio original era en el cantero de Bulevar Artigas, cuando el actual Club de Golf era el basurero de la ciudad. El presidente Grillo dice que Punta Carretas era “un gran descampado”, que contaba con construcciones muy precarias de chapa y una cárcel. Pero en sus costas se pescaba muy bien, recuerda el médico, por lo que muchos montevideanos acudían a las rocas en busca de grandes presas.

Los primeros ciudadanos eran aficionados a la pesca y empezaron a compartir días enteros juntos. Cansados de cargar con los implementos en el tranvía, adquirieron una de estas piezas precarias para dejarlos allí. Esa fue la primera locación de la Parva, que terminó siendo expropiada para construir Bulevar Artigas. Con el dinero que recibieron compraron un terreno lindero -aprovechando los precios accesibles- y construyeron la mansión que conocemos hoy.

El padrón llegaba hasta la rambla, que en aquel entonces no existía. Pero los problemas económicos de la república, una asociación civil que se sostiene con los aportes de sus ciudadanos, hicieron que vendieran partes. Hoy tienen media manzana que alberga la gran casa y calles internas, que llevan los nombres de parvenses ilustres. Su ansiada salida al mar, dicen, son los caños del saneamiento.

La mansión cambió en los últimos años. Solía ser una casa inmensa pero avejentada. La pintura estaba descascarada, había baldosas despegadas y el fondo era un verde inmenso desaprovechado. Después de mucho debate, los ciudadanos resolvieron hace dos años venderle una parte del terreno a una empresa constructora, que levantará un edificio y un hotel. A cambio, les renovaron la casa por completo, que hoy luce hasta un ascensor y una inmensa barbacoa en el fondo. También recibirán unos pocos apartamentos que les significarán un ingreso fijo para mejorar las cuentas de la Parva.

Es en esa barbacoa donde realizan las tenidas y los ñoquis de los 29, a los que invitan personas ajenas a su república. Ese evento resulta una buena oportunidad para captar ciudadanos, ya que una de las reglas es que los nuevos integrantes deben ser conocidos. “Vienen a un par de tenidas, ven si les gusta, si están de acuerdo con la sana diversión y entonces les damos un formulario”, dice Grillo. Pero todo tiene un límite, que está marcado por la constitución, y es que la cantidad de personas no puede superar las 250. Antes había lista de espera para entrar, pero hoy no superan los 170. Casi todos tienen más de 40 años.

Es viernes y hay noche de ñoquis. Los platos de porcelana son de 1978, cuando la Parva cumplió un siglo. En el pasado cocinaban los ciudadanos para estos eventos, pero hoy tienen un cocinero y una repostera que “es muy profesional”, asegura el presidente. Ella preparó el postre: unos profiteroles con chocolate que llegan cuando los comensales están repletos de tanta ingesta. La velada inicia a la hora 20 y se extiende hasta pasada la media noche, luego de que varios artistas tocaran para los invitados.

Este es uno de los días en los que pueden entrar mujeres a la Parva. Delgado sostiene que “es parte de la tradición” que no haya ciudadanas, aunque afirma que “tampoco hubo señoras interesadas” en integrarse. “Las esposas están contentísimas de que sus maridos vengan acá, ellas suelen buscarse un plan los miércoles y los sábados”, agrega. No obstante, reconoce que “es una inquietud frecuente” -sobre todo durante el Día del Patrimonio, cuando la casa abre al público- esa política de la república. Por el momento no piensan cambiarla.

“Nos preguntan dos cosas: por qué no hay mujeres ciudadanas y cuál es nuestro vínculo con la Masonería. La verdad es que nos llevamos bien con ellos, una vez vino un Gran Maestro y nos dejó un recuerdo que tenemos guardado en el museo. Hay ciudadanos que también son masones, pero son cosas que corren por caminos distintos”, señala.

En la Parva son conscientes de que despiertan curiosidad del lado de afuera. Saben que sus atuendos pueden resultar ridículos, que es muy probable que no se entienda qué los une. Grillo dice que son “como cualquier grupo de amigos”, con la diferencia de que mantienen una tradición con 141 años de historia. La casa renovada, dice el presidente, permitirá que la república viva 150 más.

Intervinieron en el conflicto con Argentina por Botnia

En la Parva Domus está prohibido hablar de política. Sin embargo, varias autoridades pasaron por esta república inventada que sobrevive en Punta Carretas. Uno de los encuentros más destacados ocurrió en 2007, cuando las relaciones entre Uruguay y Argentina se habían tensado debido a la instalación de una planta de celulosa sobre el río Uruguay. El entonces canciller uruguayo, Reinaldo Gargano, y el embajador argentino Hernán Patiño Mayer compartieron una “tenida” -como los parvenses les llaman a sus eventos-, a pesar de que el vínculo entre ambos países no fuera el mejor. Los ciudadanos recuerdan que cenaron juntos, tomaron vino e incluso hubo lugar para expresiones artísticas. El diplomático argentino cantó los tangos “Por una cabeza”, “Tortazos” y “Malevaje”. Gargano aplaudió, pero cuando lo invitaron a acercarse al piano, señaló: “El canto no es lo mío”. Según los ciudadanos de Parva Domus, esa reunión sirvió para “limar asperezas” entre Uruguay y Argentina, pese a que en esa época los puentes internacionales estaban bloqueados por ambientalistas.

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