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Llegaron desde Argentina y reclutan a uruguayos que sueñan con ser millonarios: ¿negocio o estafa?

En un entorno similar al de iglesias neopentecostales, venden una supuesta fórmula para viajar por el mundo y ser rico. Hay denuncias de que detrás existe una estafa piramidal.

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Cartel ofreciendo trabajo. Foto: Estefanía Leal.
Cartel ofreciendo trabajo en el Centro de Montevideo.
Foto: Estefanía Leal.

Por Sebastián Cabrera
El cartel, en un muro en el centro de Montevideo, es celeste y se ve bien de lejos. “¿Buscás trabajo? Abrimos mercado, solo cinco horas diarias. Pedí tu entrevista”, dice y agrega un número de teléfono celular. En el medio hay una franja negra, con letras en blanco, “hasta 50.000 mensuales”. Camino unos metros y me encuentro con un afiche idéntico. Luego otro y otro y otro. Un rato más tarde mando un WhatsApp al teléfono: “Hola, vi el aviso. Quiero saber en qué consiste, gracias”. La respuesta es automática: “Obvio que si!!! Espero que estés muy bien, por aquí Gabriel. Sería ideal que puedas presentarte para saber con quién me comunico, en unos minutos estoy con vos!!!”.

Me presento como Sebastián, le pido información. “Sebastián excelente”, me dice Gabriel al minuto, me cuenta que “están abiertas nuevas propuestas laborales” y que, si estoy interesado, que por favor llene un cuestionario. Entonces me pregunta la edad, hace cuánto busco empleo, si tengo hijos y cuántos, si me gustaría tener un trabajo a medio tiempo o tiempo completo, si quiero ganar más o menos de 25.000 pesos, si tengo experiencia en ventas y si estoy dispuesto a capacitarme. Le contesto y admito que no tengo la más mínima experiencia en ventas.

Entonces viene la última pregunta: si tengo computadora o celular. Le digo que sí y llega la respuesta alentadora dos minutos después: “Por lo que vemos Sebastián, das con el perfil que buscamos! Felicitaciones. Ahora solo faltaría poder coordinar tu entrevista cuánto antes”. Seguimos hablando y me pregunta si puedo ir esa misma tarde —la del martes 23 de agosto— a una reunión. ¿A qué lugar? “Déjame ver dónde te tocaría por sistema”, me dice y 22 minutos después aparecen las coordenadas: “McDonald’s de la Ejido, allí vamos a reunirnos para entrevistar personas que se postularon. Envía un mensaje cuando estés llegando”.

Le pregunto qué debo llevar. “Material para tomar notas y realmente una buena actitud”, escribe y pone un emoticón de dos manos estrechándose.

Estoy a la hora indicada y en el lugar indicado. Mando el mensaje pero no responde nadie, entro, recorro el local, subo al primer piso, bajo, salgo y espero en la vereda. Unos 15 minutos después me escribe: “Querido, subí al primer piso por favor. Estoy arriba”. Hago eso y veo una mesa, justo al lado de la escalera, donde está él (lo identifico por la foto del WhatsApp) con tres personas más: una chica y dos varones, más jóvenes. Adivino que Gabriel pisa los 30 años, los otros son veinteañeros. Un grupo de emprendedores en estos tiempos salvajes.

Remera blanca y mirada seductora, me mira, me estrecha la mano y se dirige a uno de ellos: “Te entrevista Félix y después seguís conmigo”.

Félix, un muchachito ágil y menudo, de inconfundible acento cordobés, me pregunta si traje papel. Le muestro unas hojas y una lapicera. Se para y me lleva a una mesa en el fondo, nos sentamos. Se ríe amable, no sé por qué, pero se ríe.

—¿Cuánto querés ganar?

—Y, bueno, 40 o 50.000 pesos -respondo. Una semana más tarde le avisaría que, en realidad, me había hecho pasar por interesado para intentar entender este nuevo fenómeno que llegó al país.

Pongo el papel sobre la mesa.

—¿Te lo puedo agarrar? —pregunta.

Divide la hoja en dos y de un lado escribe: 50% de comisión, sin stock, página web, capacitación, 1.100 pesos, kit inicial.

Me explica de qué se trata la marca de productos vinculados a la belleza, la salud y la nutrición. Se conecta al wifi del local y me muestra el catálogo en el celular. El esquema es que gano el 50% de la comisión por vender esos productos mediante web y redes, pero no tengo riesgo: la empresa me da el stock que yo quiero (“eso es un gol”) y el soporte. Eso sí, pago 1.100 pesos iniciales.

—¿Se me nota el acento cordobés?

—A la legua —le digo.

—En Paraguay me decían que no.

—¿Ustedes son todos argentinos?

—Gabriel y yo sí. Pero el resto del equipo son uruguayos, tranquilo.

Como si ser argentino sea algo necesariamente malo y uruguayo algo bueno.

—¿Vos sabes cuánto sale poner un negocio formal?

Me encojo de hombros.

—Medio millón, mínimo. ¿Sabés lo que es una franquicia?

No espera mi respuesta.

—McDonald’s, por ejemplo. Las hamburguesas son el 20% del negocio, la mayoría es por vender las franquicias.

Entonces viene Gabriel:

—Ya tenemos otra chica.

—Esperá que termino con Seba.

Ella, una señora cincuentona, se sienta en la mesa de al lado. Se nota que escucha, mientras manda mensajes.

—No entiendo bien cuánto ganaría —le pregunto, con honestidad.

—Tengo que pasarlo a pesos uruguayos, pero seguro es mucho.

Luego escribe en la segunda mitad de la hoja. Y ahí vienen las cifras grandes. Pone: franquicia digital, 27.000, 41.100, 207.000, 490.000.

Esas cifras, en pesos, son las que debo pagar para, además de vender los productos de salud y bienestar, entrar en el mundo de los “infoproductos”: eso, se supone, me da un nuevo estatus en la empresa y me habilita a salir a captar a otros interesados. Invertir más dinero para ganar más dinero.

Le comento mis dudas de invertir, no quiero perder dinero. Félix dice que entiende, me pide disculpas, se para y se va con la señora a la otra punta del local.

Yo me quedo ahí esperando a Gabriel. Él aparece unos minutos después.

—¿Vos sos cordobés también? —le pregunto.

—¿Sí, se me nota?

Le digo que en su caso no mucho y entonces me cuenta que dio vueltas por América y que ha sumado acentos de los países, desde Colombia a Paraguay. En su Instagram hay fotos y videos en Punta del Este, varias ciudades de Argentina, también en Paraguay, Río de Janeiro, Miami y Las Vegas. Hay paseos en limusina, retratos en casinos y varias fotos “en la casa de un millonario, José Montoya”.

Nunca había escuchado su nombre, pero a Montoya lo conocería dos días después.

A él también le pregunto si no es muy riesgoso invertir tanto. Entonces tira:

—Yo te invito con 85 dólares.

Lo quedo mirando, no entiendo mucho. Después me invita a un gran evento que habrá ese jueves en un hotel a una cuadra y media de ahí.

—Mirá que acá en Uruguay ya hay gente que gana 250.000 pesos al mes. ¿No querés ganar eso? Esta semana es clave, vamos a salir con todo —dice y se ríe. Solo se pone serio cuando le pido el nombre de la empresa, cuando muestro cierta desconfianza.

Destander Internacional.

—¿Me podés escribir el nombre en la hoja?

—Sí, claro. Avisame, hay pocos cupos disponible, anotate.

—El jueves es 25 de agosto es feriado acá —le explico.

—Ya nos dijeron: la Nostalgia, ¿no?

Me paro y nos damos la mano. Caminamos hasta la escalera, otro apretón de manos. Yo bajo y él vuelve a su “oficina” improvisada en este lugar con olor a hamburguesas, papas fritas y café. El lugar que me tocó en suerte “por sistema”.

Las denuncias.

A la mañana siguiente le confirmo que iré. “Genial Seba, ya quedó tu lugar reservado”, me responden. Aprovecho la tarde para investigar y, con una simple búsqueda en internet, me encuentro con denuncias de estafa. Una persona que se presenta como Estefanía Pereyra dice en un video en YouTube que perdió más de 4.000 dólares y que atrás hay un esquema Ponzi. “El sistema funciona solo si crece la cantidad de nuevas víctimas”, relata. También me entero que Leonardo Cositorto, el argentino preso este año por una supuesta estafa piramidal con la empresa Generación Zoe, trabajó en 2012 para Destander.

Pero las redes también están llenas de videos donde miembros de la empresa hablan de las bondades de sumarse a este emprendimiento, que ya lleva 12 años. Como Natalia, una uruguaya que hace un par de semanas subió un video a su cuenta en el que, con evidente ironía, afirma: “Estamos todos equivocados, somos todos locos y estafadores (…) La gente acá viene cansada de no tener dinero, cansada de estar con las tarjetas en rojo”.

En su canal de YouTube, una persona que se presenta como Nicolás Sueldo, dice que “de ser mantenido por sus padres” pasó a conducir un cero kilómetro y ser “uno de los jóvenes mejor pagos de la industria”. El video se titula “Millonario en tiempo récord” y aparece delante de un auto ploteado con dibujos de dólares.

En el hotel.

Jueves 25 de agosto, unos minutos después de las 10.30 de la mañana. El Centro amanece con la calma típica de un feriado no laborable. Llego al hotel al que me habían citado y en la vereda hay decenas de personas. Entro al hall y me para una chica. Me pregunta si vengo al evento y quién me invitó.

—¿Sabés que es una oportunidad de negocio? No es una entrevista para trabajo, ¿verdad?

Le digo que sí, aunque el afiche por el que llegué hasta ahí preguntaba si buscaba trabajo.

Subo una escalera y me encuentro con una sala repleta de gente. Decenas y decenas de personas, desde veinteañeros a cincuentones, hombres y mujeres, algunos vestidos en forma elegante, otros como si hubieran llegado directo del boliche tras la Noche de la Nostalgia. Camino y escucho algo de acento cordobés, hay muchos argentinos en la vuelta, pero no veo por ningún lado a Gabriel ni a Félix (me los encontraría más tarde).

Hay muchos banderines de Uruguay en todas las paredes, globos blancos y amarillos y un cartel que avisa: “Gane dinero en su tiempo libre, charla informativa hoy”.

Voy a una cola para registrarme, me piden los datos, otra vez me preguntan quién me invitó y me pegan en el pecho una etiqueta con mi nombre. Se nota la ansiedad en el ambiente. Una señora que rondará los 50 años me dice que desde hace un año aguarda este día.

—No te lo pierdas —me aconseja—. Venís a una charla de negocios, sin compromiso ninguno. Luego verás si es para vos o no.

—¿Conoce a alguien que le haya ido bien de verdad con esto? —le pregunto.

—Sí, vive en el Chaco. Yo sé que la gente es desconfiada pero lo peor que te puede pasar en la vida es no arriesgar.

De pronto se abre una puerta y todos nos apuramos. Entro a una sala iluminada con luces tenues y me invade la música disco. En unos pocos minutos se llena el lugar y queda gente parada, algunos afuera. Muchos toman fotos, hacen videos. Seremos unos 200.

Conferencia de Destander Internacional en Montevideo
Conferencia de Destander Internacional en Montevideo.
Foto: Sebastián Cabrera.

—Bienvenidos a todos. Hemos excedido un poquito la capacidad a pesar de ser un 25 agosto, felicitaciones —dice una animadora, y todos aplauden, gritan y festejan. Hay cornetazos. Preguntan de qué país es la gente y hay venezolanos, cubanos, bolivianos, de diferentes departamentos de Uruguay y argentinos, claro. Son los más ruidosos.

Se apagan las luces y aparece un video en una pantalla. Se escucha una música épica que suena a medieval, tipo Game of Thrones. Se ven imágenes de otros eventos, gente saltando y festejando, recibiendo cheques, en hoteles y piscinas, se ven autos caros y más gente festejando. También llorando. “Bienvenidos a la nueva era de los negocios en el hogar”, se lee al final.

Piden “no filmar” la charla. Me habían contado que una característica de este tipo de negocios es que la información la dan a cuentagotas y dejan entrever como que es casi secreta.

—¿Quién quiere ganar dinero hoy? No mañana, ¡hoy! —grita un animador.

Todos levantan la mano y se enloquecen. Trompetazos, más trompetazos.Luego cuentan que algunos socios son reconocidos con viajes. En 2022 y 2023 van a viajar a Roma, Madrid, Barcelona, Venecia, Capadocia, Dubai, Egipto, Marruecos y Grecia.

—¿Quién conoce Dubai? ¿A quién le gustaría viajar gratis? Miren que no hay que matar a nadie.

—Venecia no me gusta, demasiada agua —comenta atrás una mujer.

Entonces empiezan a pasar por el frente testimonios de “historias de éxito”, gente que dice haber hecho mucho dinero en poco tiempo. Lucía es de Tarariras, Colonia, y asegura que ganó 354.200 pesos en “tan solo 30 días”. Relata que es posible “recuperar el 300%” con la inversión premium.Marcel es taximestrista en Montevideo, sus últimas ganancias fueron de 48.600 pesos. Juan Cruz es cordobés, no tenía dinero y en 10 días ganó unos 100.000 pesos. Carlos es un enfermero de Jujuy, su última ganancia fue de 150.000 pesos. Melissa pidió dinero prestado en Mendoza y obtuvo 140.000 pesos. Félix (¡apareció Félix!) empezó a los 17 y lo último que ganó fueron 160.000 pesos en 15 días. Ana es una empleada doméstica boliviana en Buenos Aires: sus últimas ganancias ya superaron los 300.000 pesos.

Y así siguen un largo rato.

Al final llega el momento más importante: presentan a José Montoya, cordobés, “millonario” y escritor del libro Cómo lograr tu libertad financiera. Es el hombre atrás de Destander.

—¿Cuándo fue la última vez que ustedes escucharon consejos de un millonario? —pregunta la animadora—. Levanten la mano.

Hay risas, nadie mueve un dedo.

—No sabemos qué es eso —grita uno.

Suena “Eye of the Tiger”, la famosa canción de Rocky III, hay trompetas, aplausos y gritos. Es como si estuviera Dios arriba del escenario. El ambiente me hace acordar al que he visto en los templos neopentecostales, como el de Pare de Sufrir. Así como en la Teología de la Prosperidad (en esas corrientes evangélicas) se supone que Dios quiere que los fieles tengan una vida próspera y puedan ser ricos, acá se suplanta a Dios por el negocio.

—¿Quién tiene deudas? ¿Quién quiere vivir mejor? —pregunta Montoya.

Y un montón levanta la mano.

—¿A qué le dedican más tiempo ustedes? ¿A la familia o al trabajo?

—¡Al trabajo! —responden a coro.

—¿Y se hicieron buenos en eso? —pregunta Montoya—. Dedican toda su vida a ser buenos en algo que no les dará nada. Si ustedes desarrollan la habilidad relacionada con el éxito, pueden lograr lo que quieran. Lo que sea.

Él dice que es hijo de un albañil y que hoy viaja por el mundo, ya no precisa trabajar, tiene el dinero suficiente. También dice que no se creyó el papel de millonario, pero muestra su casa y unas fotos en Miami. También que acaba de venir de Europa: de Venecia y Euro Disney.

—¿Cuántos conocen Disney?

Cinco de 200 levantan la mano.

—¿No debería ser accesible para todos ir a donde quieras con quien quieras cuando quieras?

Sigue el relato de viajes: fue a la nieve a esquiar con sus hijos y ahora se va 20 días de crucero,

—¿A quién le gustaría poder tener un estilo de vida así? Pero uno no empieza diciendo “quiero un Lamborghini y viajar por el mundo”, empieza diciendo “quiero salir de donde estoy”.

Montoya llama a no dejar pasar la oportunidad, llama a sumarse a esta “bendita locura en Uruguay” junto a “los equipos de millonarios”. Se despide en un clima de euforia. Salimos. Muchos van directo a un mostrador para pagar los 1.100 pesos del kit inicial. Hacen cola y casi todos abonan en efectivo, aunque se puede hacer transferencia.

Evento de Destander en Montevideo. Foto: Sebastián Cabrera.
En ese lugar decenas de personas compraron el jueves 25 el “kit inicial” de 1.100 pesos para entrar a este nuevo mundo. Foto: Sebastián Cabrera.

Bajo las escaleras y arriba quedan los que sueñan con dejar atrás una vida sacrificada, poder viajar y, si hay suerte, llegar a millonario. Justo me encuentro con Gabriel y me reconoce:

—Hola. Viste qué motivador es José, ¿eh? —dice—. Quedate, mirá que otro evento como este no habrá en todo el año acá en Uruguay.

Me subo a un taxi y dejo el lugar. Unas horas después consulto a Giselle Colasurdo, una argentina especialista en mercados de capitales y creadora del canal de Youtube “Aprendé a invertir”. Me dice que no conoce este caso, pero quele recuerda a Herbalife y me recomienda ver el documental Betting on Zero, que cuenta cómo la empresa de suplementos alimenticios se aprovechó de inmigrantes latinos y se convirtió en una estafa piramidal.

Después llamo a Bárbara Mainzer, especialista en finanzas y presidenta de CFA Society Uruguay. Le pregunto qué es una estafa piramidal:

—Ese tipo de esquemas no tienen nada real por atrás, es una fantasía, una chantada. Le pagan a los que están porque entra gente nueva que inyecta dinero, así se sostiene. El sistema se cae cuando no vienen nuevos socios.

Según la “Guía de protección a las personas inversoras” de la Comisión Nacional de Valores de Argentina, citada por el diario La Nación, un esquema piramidal es cuando las personas estafadoras afirman que pueden convertir una pequeña inversión en grandes beneficios en un período corto de tiempo. El esquema sólo puede crecer o reproducirse si se incorporan nuevos participantes. En tanto, un esquema Ponzi es aquel en el que una persona estafadora o hub recoge el dinero de las nuevas personas inversoras y lo utiliza para pagar supuestas ganancias a las personas inversoras de etapas anteriores. En el caso de Ponzi, los inversores no suelen tener que reclutar a nuevos socios para obtener beneficios.

Mainzer da una pista:

—Mirá, si es demasiado bueno para ser cierto, no es cierto. Es importante que la empresa tenga buena reputación. En general no se establecen en los países, venden desde afuera. ¿Ellos están establecidos acá?

—No tienen oficina —le explico.

—Típico, ese es un indicador muy importante. Tú no tenés cómo buscarlos. ¿Y en el lugar a donde fuiste explicaban cosas importantes o era muy alocado?

—Todo muy alocado. El leitmotiv es que cualquiera puede ser millonario.

—Existen personas exitosas, a las que le funcionó, mientras vengan otros atrás —dice la especialista—. Es parte de esos esquemas.

Adentro.

Lunes 29, hago una transferencia y pago 1.100 pesos para poder tener mi oficina virtual. Acepto las condiciones en un largo contrato (ver aparte). Me piden que le ponga nombre a la página web desde donde venderé los productos. Pruebo con “quierosermillonario”, pero no se puede ya que otro socio me ganó de mano y lo usó. Al final le pongo “quieroserico” y funciona.

Me llega un mail de felicitaciones, ya estoy en el sistema. En mi oficina virtual me recibe un video de Montoya, que habla mientras maneja un Porsche descapotable por una ciudad que parece Miami. Me dice que se puede pasar “de cero a 5.000 dólares en 30 días”, se puede “construir una fortuna” desde el hogar.

Paso a otro video. Habla Sergio Ceballos, “equipo de millonarios, cuatro diamantes”. Me entero que es un expolicía, socio de Montoya. Cuenta que hoy tiene una “casa grande con pileta en una zona linda”, un auto cero kilómetro (“¡y se viene el importado!”), hace “viajes espectaculares por el mundo” y gana 20 veces más que su exjefe. Trabaja solo tres o cuatro horas por días. “Y es maravilloso no tener jefe”, dice, entusiasmadísimo. “Hay que motivarse” frente a la “esclavitud” de los trabajos ordinarios.

Hay un montón de videos que no puedo ver porque aún no soy miembro del “club de empresarios”, para eso tengo que poner más dinero. Pasan varios días y no aparecen compradores en mi página web, donde ofrezco productos para bajar de peso y hasta hay testimonios de varios argentinos famosos. Pero ya es suficiente, yo me bajo.

CARRERA PARA SER "MILLONARIO"

La letra chica del contrato

El documento a firmar para entrar a Destander tiene 22 páginas. Allí se avisa que todo el material (audios, videos y textos) cargado a la “oficina virtual” es realizado por socios pero la empresa “no puede garantizar ni asegurar el éxito en la implementación de estas técnicas o formas de realizar el negocio”. También que las ganancias y resultados mostrados en el material “no significan que todas las personas que adquieran su licencia de negocios o se adhieran a la empresa (…) obtendrán idénticos resultados”. Además, explican que hay un abono mensual para poder seguir dentro del sistema.

El mismo día que uno entra, ya piden más dinero: hay 30 días para cambiarse de nivel abonando solo la diferencia de inversión ya pagada: “Es una gran ventaja que solo puede ser aprovechada y usada este mes”, avisan. El que se cambia, dicen, puede ganar “dinero extra” por infoproductos nuevos. Si compra el pack “recupero inmediato”, se convierte en afiliado. Si compra el “recupero inmediato Premium”, será afiliado premium. Si compra el pack “coordinador”, será socio coordinador y si tiene el dinero para pagar el pack fundador (por 490.000 pesos), será socio fundador.

Pero además el plan de carrera implica que se puede llegar a ser jefe de equipo, gerente de grupo, director, presidente, millonario I, II, III y IV. Y alcanzar el “club 7 cifras”, como José Montoya.

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