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El escape del éxodo cubano

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La Policía "no pretende" expulsar a nadie. Foto: Reuters
REUTERS - 00512770 - 20160831 - CUBA-USA/FLIGHTS - I - POL DIP AIR TPT - Ground crew hold U.S. and Cuban flags near a recently landed JetBlue aeroplane, the first commercial scheduled flight between the United States and Cuba in more than 50 years, at the Abel Santamaria International Airport in Santa Clara, Cuba, August 31, 2016. REUTERS/Alexandre Meneghini - SANTA CLARA - CUBA - ALEXANDRE MENEGHINI - AM/yj �apertura. El primer vuelo de JetBlue recibido en La Habana .�
ALEXANDRE MENEGHINI - REUTERS - /REUTERS

La llegada este año de más de 300 cubanos ilegales que solicitan asilo en Uruguay, colapsó la capacidad de atención a refugiados. La recalada de estos migrantes triplicó los pedidos de refugio que Cancillería recibe por día, generando una demora de nueve meses. Todo por la visa.

Hay historias de amor que atraviesan fronteras. Cuando Fidel Castro murió, hacía ya 45 días que Gutiérrez había abandonado Cuba y estaba haciendo tiempo en Surinam. Esperando. Contando las horas. En Surinam hay veces que ni los mismos lugareños se entienden entre sí porque el idioma que hablan es una mezcla de holandés, portugués y lenguas africanas, así que las dos veces por semana que podía comunicarse con Rivero eran oro en estado puro. Rivero, su esposa, todavía no había podido salir de la isla, así que Gutiérrez tenía que hacer tiempo en algún paraje intermedio antes de que ambos continuaran ruta hacia su destino final: Uruguay.

El sueño de alcanzar Montevideo —porque allí hay trabajo y es fácil acceder a la residencia, le dijeron— no estaba en los planes de Gutiérrez cuando salió desde la provincia de Ciego de Ávila, al centro de la isla, hacia el aeropuerto de La Habana. Ni siquiera tenía un plan. Solo esperaba viajar a otro país y volver con algo de ropa para revender o bien conseguir un empleo mejor pago. Por más que contaba con una libreta de abastecimiento, que les otorga a los cubanos el gobierno castrista y que les permite acceder a unos gramos de frijoles, arroz, azúcar y aceite, los US$ 25 que ganaba al mes en la empresa de las Fuerzas Armadas en la que trabajaba no le daba perspectiva de desarrollo alguno para él, su esposa, ni para sus dos hijos. Y menos aún con su formación, ya que tiene una maestría en Administración de Empresas.

Por eso, después del último verano en el hemisferio norte, optó por vender algunas pertenencias, comprar el pasaporte que habilitó Raúl Castro y emprendió viaje hacia nuevos horizontes. Al llegar a Guyana, su primer destino y que junto a Surinam son los únicos dos países de Sudamérica que no limitan con visa el ingreso de ciudadanos cubanos, lo esperaba una red de personas dedicadas a ofrecerles a los cubanos un menú de opciones para su futuro. La salida hacia Estados Unidos figura como la alternativa más seductora por la ley de Ajuste Cubano: cualquier ciudadano de la isla que pise territorio estadounidense obtiene protección y un subsidio en los primeros seis meses. Pero para llegar hasta allí hay que tener ahorros. Fue entonces que le comentaron las bondades de Uruguay y la facilidad de ingresar ilegal.

Más de 300 cubanos llegaron al país este año sin pasar por un puesto de control migratorio. Una vez en Montevideo se presentaron en las oficinas de Cancillería pidiendo refugio. No es que escapen de una persecución política, sino que se ha corrido la voz de que esta solicitud es la vía más rápida para obtener la residencia y no ser deportados. En un comienzo quienes ingresaban ilegales por Rivera traían un discurso armado que narraba una historia de cacería ideológica, pero la veracidad se desmoronaba en la primera entrevista. Ahora es simple: se presentan diciendo que necesitan la residencia. Y punto.

Ya hace una semana que Gutiérrez y Rivero entraron sin documentos a Uruguay. Al día siguiente a su llegada fueron a Cancillería a pedir la cita, pero le dieron turno recién para enero. Para su suerte —porque no tienen empleo y el dinero se les va acabando como la mecha de una bomba encendida— en la representación de ONU para los refugiados les fijaron un encuentro para fines de diciembre.

El sistema de recepción de solicitudes de refugio "está colapsado", admite una fuente de la Comisión para los Refugiados. La recalada de cubanos este año triplicó los pedidos y lo que antes demoraba tres meses en responder, ahora tarda nueve. Y eso que en la Comisión intentan "automatizar" los casos de isleños, corriendo el riesgo de omitir una verdadera persecución.

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Marcados.

Los últimos sellos que figuran en los pasaportes de Rivero y Gutiérrez son la salida de Surinam y la entrada a Guyana, luego comenzaron su clandestinidad. Es que Uruguay exige visa de ingreso a los ciudadanos con pasaportes de cinco países de América Latina y Cuba es uno de ellos —los restantes son Haití, República Dominicana, Antigua y Barbuda, y Santa Lucía.

Si bien Uruguay "tiene una política abierta en la materia", existen países que deciden mantener el visado a efectos de "tener un control en los flujos migratorios", explica Jorge Muiño, director de Asuntos Consulares. A la fecha este principio rige para 118 naciones —sobre todo de África y Asia— y es necesario contar con esta aprobación para el ingreso legal como turista. Según los registros oficiales este último año se concedieron 250 visas más que en 2015 a ciudadanos cubanos, dando cuenta de que el aumento de estos migrantes se ha dado también entre los documentados.

Pero la obtención de una visa implica una selección y una garantía bancaria (o en propiedades). Por eso muchos cubanos que viven al día no cuentan con esta oportunidad. Y como la vía para acceder a una residencia es haber entrado legal o solicitar el refugio (porque en este caso no se les pregunta cómo ingresaron), muchos optan por esta segunda opción.

Al Ministerio del Interior lo que más le preocupa es que haya ciudadanos indocumentados. A priori esta cartera descarta la existencia de redes de trata de personas con fines de explotación sexual o de estafas. El arribo masivo de cubanos está siendo una realidad en la región, a partir de la flexibilización de la política migratoria de la isla, cuenta Juliana Bello, oficial legal de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados.

Muchos de los recién llegados a Uruguay son profesionales jóvenes, y hasta el momento no han venido niños solos —el 89% de los solicitantes tiene entre 18 y 59 años. Por eso se les da la alternativa de ir a un consulado fronterizo para tramitar la visa, dice Myriam Coitinho, directora nacional de Migración. "No se pretende expulsar a nadie, sino darles la posibilidad de hacer el trámite de legalización".

Existe otra vía de acceso a la residencia, pero aún no está reglamentada. El artículo 162 de la última ley de Presupuesto da al Poder Ejecutivo la facultad de brindar "residencia legal a personas extranjeras que permanezcan en el país en forma irregular y que se encuentren en situación de vulnerabilidad". Si bien la idea era reglamentar el texto en menos de 120 días, han pasado más de 365 y sigue sin haber un decreto.

La travesía.

"En Cuba hay muchas bondades para los niños, pero ya en la adultez hay pocas opciones". Gutiérrez habla lento, un poco más de lo normal porque lleva días caminando. El desgaste de sus pies y de la voz son la consecuencia de una aventura que jamás imaginó.

A Guyana llegó desde La Habana con un pasaje de ida y vuelta, porque así se lo exigían, que le costó US$ 840. Salió junto a otros 11 cubanos y la mitad del grupo fue a parar a Estados Unidos. El resto, con Gutiérrez, cruzaron a Surinam como turistas y fue allí donde se reencontró con su esposa y se enteró de la muerte de Fidel (que ni le alegró ni le entristeció, los 38 años de su vida los pasó bajo ese sistema). Por las dificultades del idioma y lo "caro" que estaba la ex Guayana Holandesa, regresaron a Georgetown, capital de Guyana, para emprender el viaje hacia el sur del continente. Ilegal. La travesía comenzó en un taxi hasta la frontera con Brasil; les debía costar US$ 60 y les cobraron US$ 200. Tuvieron que atravesar la selva en una camioneta, durante 17 horas y cruzar un río en una pequeña balsa. Por fortuna, reconoce Rivero, no estaban con los niños, que siguen en la casa de los abuelos en Cuba.

Una vez que arribaron a Boa Vista tuvieron que presentarse en el Correo, como les habían indicado los coyotes. Allí les darían un carné provisorio que les permite moverse por todo Brasil. Pero justo ese viernes el "sistema estaba caído". Pasaron todo el fin de semana con un nudo en la garganta hasta que el lunes consiguieron el documento y fijaron un vuelo a Porto Alegre. El avión hizo escala en Brasilia y en San Pablo, teniendo que dormir en el aeropuerto. Desde Porto Alegre un ómnibus los trajo hacia la frontera, un taxi los cruzó a Rivera y otro ómnibus los arrimó a Montevideo.

En la capital están hace una semana, desesperados por un trabajo, con un título doblado en la valija y sin poder ejercer, con poco abrigo porque no están acostumbrados al clima, con dos hijos a 7.000 kilómetros y una cita pendiente con las autoridades migratorias para fines de este mes. Todo sea por sacar la residencia y hacer su propia revolución en Uruguay.

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La Policía "no pretende" expulsar a nadie. Foto: Reuters

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