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El nuevo juego de roles en un Parlamento polarizado y sin mayorías

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Parlamento Uruguay. Foto: Gerardo Pérez

BANCAS EN MUDANZA

Una bancada frenteamplista más a la izquierda, un Partido Nacional más herrerista, el Partido Colorado dividido y una nueva fuerza de “ultraderecha”. ¿Es tan así? ¿Puede llegar a haber paz?

Nuevos partidos, nuevas caras, otras improntas ideológicas y un escenario de variadas alianzas posibles: el resultado de la elección nacional dejó planteado un interesante juego de roles en el Parlamento que será clave para el presidente que resulte electo.

De ser Daniel Martínez, tendrá la bancada más grande pero ya no será mayoritaria y el arco opositor podría actuar unido para trancarle el avance legislativo. De ser Luis Lacalle Pou, no tendrá la mayoría en su partido pero apelará a encontrarla en la coalición. El jueves, tras sellar los últimos acuerdos con sus ahora socios electorales, Lacalle lo celebró así: “Tenemos 17 senadores y 56 diputados”.

Los 129 nombres que integrarán esta legislatura aún no están definidos del todo, falta clarificar a quiénes pertenecerán algunas bancas en Diputados —eso se sabrá con el escrutinio departamental, que le llevará a la Corte Electoral algunos días más—, pero el Parlamento 2020-2025 ya permite hacer algunas lecturas.

La primera es que la coalición opositora se juega, sobre todo, en el Poder Ejecutivo. Esto no significa que el acuerdo programático excluya al Legislativo, de hecho Lacalle necesitaría de sus partidos socios para aprobar la ley de urgente consideración que ha anunciado. Pero las bancas son de los partidos y —ya se ha visto—, en última instancia, de las personas que las ocupan. Esto es importante porque la coalición que nace puede mantenerse unida en un comienzo —el momento clave es la elaboración del presupuesto— y separarse después. Los analistas imaginan tres años iniciales de cooperación, y dos posteriores de competencia.

Con casi un 70% de renovación, el nuevo Legislativo, a primera vista, puede parecer más “radicalizado” que el que se está despidiendo: un Frente Amplio con menos “centro” y más “izquierda”, un Partido Nacional con más herrerismo y menos wilsonismo, un Partido Colorado dividido y la aparición de un Cabildo Abierto que se ha tildado de “ultraderecha”. Con un Parlamento tensionado y dividido en extremos, la probabilidad de gobernar en paz, sea quien sea, parece escasa.

¿Es tan así?

De amplio espectro

Empecemos analizando el Frente Amplio. El Movimiento de Participación Popular (MPP) volvió a ser la principal fuerza de la coalición. Es la cuarta elección que lo consigue y la primera observación es que José Mujica conserva su liderazgo, con cinco senadores y 24 diputados. Sin embargo, el MPP pierde 155.677 votos respecto al período anterior, lo cual se traduce en un senador y dos diputados menos.

En la elección pasada, el MPP había construido un sublema con la 711 de Raúl Sendic y otras listas de distintos dirigentes —Eleuterio Fernández Huidobro, Eduardo Brenta, Marcos Carámbula—, logrando un total de 635.980 votos (cerca del 56% de la bancada frenteamplista). Además de esa alianza, en 2014 el sector de Constanza Moreira —Casa Grande, tal vez más a la izquierda que el MPP y sus aliados— sacó unos 80.000 votos, con lo cual el “ala radical” del FA sumaba un total de 10 senadores.

Ahora, con la reagrupación de sublemas, ese rol lo ocuparían el MPP —que acordó con una menguada 711— y la alianza entre Oscar Andrade y Carolina Cosse. De allí surgen siete senadores: tres menos que en 2014. Podría agregarse a Daniel Olesker, el único que llega por el Partido Socialista —en ese sublema iban también Mónica Xavier y Moreira, pero quedan afuera— y representante del componente ortodoxo del socialismo.

En 2014 el centro del FA lo encarnaban el Frente Líber Seregni (FLS) y el sublema que encabezaba Daniel Martínez. Juntos sumaban cinco senadores. Hoy, con el FLS quebrado, los senadores más al centro son los seregnistas Danilo Astori, Mario Bergara y Liliam Kechichian.

La presencia de la Vertiente Artiguista, que se lleva dos senadores en esta elección —una verdadera sorpresa: en la pasada fueron con Brenta y Diego Cánepa, y apenas lograron 30.390 votos— implica cierto grado de incertidumbre. Hay quienes la ubican al centro, pero la Vertiente fue parte del denominado “grupo de los 8”, con los más izquierdistas del Frente.

En definitiva, de 15 senadores el FA pierde dos, pero el “ala radical” baja de 10 a siete, y el “centro” baja de cinco a tres. El factor a despejar es cómo se parará la Vertiente con Enrique Rubio y la debutante Amanda Della Ventura: si adoptan un sesgo socialdemócrata y tiran para el centro, o si juegan el partido por izquierda.

Estos días los analistas han opinado que, lejos de radicalizarse, la bancada del FA acentúa su rasgo de partido “de amplio espectro”. Primero porque los radicales no son “tan radicales” —muchos destacan el rol articulador que ha exhibido el MPP, especialmente Lucía Topolansky como vicepresidenta— y segundo porque los movimientos dejan un saldo similar al período anterior. En conclusión, no habría una mudanza ideológica en el FA.

La llave

Los partidos que importan son los que tienen capacidad de coalición y de chantaje. Esto lo planteó el politólogo italiano Giovanni Sartori en el siglo XX y así rompió con la idea de que los únicos que deben ser tomados en cuenta son los más grandes. Y en un Parlamento sin mayorías —como el próximo, donde la negociación y la capacidad de construir alianzas hará la diferencia—, este postulado resume el rol de Cabildo Abierto.

El Partido Nacional se quedó con 10 senadores y el Partido Colorado con cuatro, por lo que juntos serían mayoría frente a los 13 del FA. Es un hecho que el partido que dirige el excomandante en jefe del Ejército Guido Manini Ríos formará parte de la coalición para alcanzar el próximo gobierno, pero no está tan claro que acompañe todas las propuestas de los partidos tradicionales en el Parlamento.

Si esto ocurriera y Cabildo Abierto pactara en algunos proyectos con el Frente Amplio, la coalición de izquierda podría obtener mayorías temporales. Por eso, como resumió Sartori, el partido más joven de la próxima legislatura tendrá la llave del Poder Legislativo.

El politólogo Diego Luján afirmó que Manini tendrá “capacidad de coalición y chantaje”, y eso llevará a que los demás partidos lo llamen para aprobar proyectos de ley: “Realmente puede definir la mayoría absoluta de una futura coalición y va a tener la llave de esa coalición, porque los otros —de un lado o del otro— van a tener que ir a buscarlo”, dijo al programa Así nos va de Radio Carve.

Según Luján, esa llave le permitirá “vetar” las propuestas de Luis Lacalle Pou con las que no esté de acuerdo. Y también podrá “colar” proyectos que los demás integrantes de la coalición no compartan, pero apoyen igual para evitar que termine negociando con el Frente Amplio.

Manini y los suyos son, en buena medida, impredecibles. Ninguno tiene experiencia legislativa y el electorado no termina de saber lo que piensan, más allá de que elaboraron un programa de cara a las elecciones de octubre.

Aparte de la incertidumbre que genera, Cabildo Abierto lidia con una inexperiencia que busca solucionar con capacitación. En entrevista con el programa En Perspectiva, el exmilitar admitió que los próximos parlamentarios serán formados por un equipo de asesores para evitar “mamarrachos” legislativos.

En la Cámara de Senadores, el partido liderado por Manini lo llevará a él, a su esposa, Irene Moreira, y al excandidato a la vicepresidencia Guillermo Domenech. En Diputados tendrán 11 representantes.

Desde que se dedicó a la política, diversos analistas calificaron a Manini de “ultaderecha”. Estas consideraciones se profundizaron cuando el exmilitar se reunió con el vicepresidente de Brasil, Hamilton Mourão —número dos del gobierno de Jair Bolsonaro—, y cuando La Diaria publicó una foto del exmilitar con unos seguidores, y uno de ellos llevaba una remera con las iniciales de la palabra “esvástica” en alemán.

Sin embargo, Manini se ha esforzado por remarcar que Cabildo Abierto “no es un partido militar” e incluso afirmó que hay que "combatir desde el primer momento" a la "extrema derecha entendida como filo nazismo".

Más allá de las dudas en torno a la bancada de este partido, varios analistas han destacado por estos días el lazo innegable que lo une al MPP. “¿De dónde sale Cabildo? Salió como expresión de una política militar que impulsó el MPP. Y esto no se asume y rompe los ojos. El que eligió a Manini fue Fernández Huidobro”, dijo el politólogo Gerardo Caetano en Todo Pasa, de Océano. Recordó, a su vez, que quien lo respaldó ante sus conductas desviadas fue Mujica. Tanto el expresidente como Topolansky, Eduardo Bonomi y Yamandú Orsi se han mostrado cercanos a Manini en distintas ocasiones y han expresado su disposición a negociar con él.

Los tradicionales

El Partido Nacional consiguió una bancada similar a la que tenía en 2014. Si bien la cantidad de lugares no se modificó —seguirá teniendo 10 senadores y 30 diputados—, las fuerzas dentro de la interna sí cambiaron un poco.

Alianza Nacional, el sector liderado por Jorge Larrañaga, perdió cuatro diputados y dos senadores a manos de Aire Fresco —el sublema de la lista 404, comandada por Lacalle— y el Herrerismo, cuya unión con el sector de los intendentes le dio buenos resultados. El 70% de la bancada blanca, entonces, responde directamente a Lacalle. Y el wilsonismo, a los ojos de varios analistas, ya no está tan representado en el grupo de Larrañaga tras su propuesta de reforzar la seguridad con más represión.

Otra diferencia en la integración nacionalista es la irrupción de Juan Sartori, que terminó consiguiendo una banca en el Senado y dos en Diputados. En poco menos de un año se quedó con el 14% de los votos blancos y, al igual que ocurre con Cabildo Abierto, la impronta que adoptará aún es un misterio.

En tanto, el Partido Colorado logró 10.000 votos menos y conservó su representación parlamentaria. En el Senado, a simple vista, su situación permanece incambiada y mantiene los cuatro legisladores que tenía hasta ahora.

Lo que sí cambió es la integración. El sector Vamos Uruguay —el más fuerte en las elecciones de 2014— se desmembró cuando Pedro Bordaberry anunció que no renovaría su banca. Esta decisión coincidió luego con la precandidatura de Ernesto Talvi, por lo que su sector, Ciudadanos, terminó quedándose con la mitad de los senadores y ocho de los 13 diputados.

El resto de los escaños fueron para los sectores afines a Julio María Sanguinetti, quien volverá al Parlamento después de un período de inactividad. Entre los colorados hay una división de fuerzas clara, ya que Talvi y el expresidente quedaron con la bancada partida a la mitad.

En este contexto, la figura de la próxima vicepresidenta será central. Graciela Villar, por el Frente Amplio, o Beatriz Argimón, del Partido Nacional, deberán ejercitar a fondo el músculo de la articulación para asegurarse la gobernabilidad.

SIN LOS VOTOS NECESARIOS

Un Frente Amplio sin mayorías parlamentarias luego de tres períodos

El Frente Amplio ya no tendrá mayoría en ninguna de las dos cámaras y, gobierne o no en el Ejecutivo, necesitará de los votos de otros partidos para conseguir la aprobación de sus iniciativas legislativas. En la Cámara Alta el panorama luce difícil ante la posibilidad de una coalición opositora unida y activa, aunque eso todavía está por verse. En la Cámara Baja, con la diversidad ideológica acrecentada por la presencia de distintos sectores y distintos departamentos, aliarse quizás le sea más sencillo.

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